martes, 8 de abril de 2008

EL SAQUEO................

El saqueo suplantó al federalismo

¿Qué hacer?

Desargentinizar

¿Quién les teme a los Kirchner?





El conflicto agropecuario ha tenido, entre otros méritos, el de exponer una verdad: este gobierno no tiene modelo productivo alguno sino tan sólo un sistema de exacción por el cual un sector de la clase política parasita a quienes trabajan y producen sin devolverle al conjunto de la sociedad la correspondiente calidad en la prestación de servicios esenciales para que un Estado pueda ser considerado como tal: seguridad, salud, educación, infraestructura.

Este sistema de exacción lleva además el sello del unitarismo ya que nunca fue tan bajo el porcentaje de recursos coparticipables: entre provincias y Nación la relación es hoy de tres a siete.

Finalmente, el “modelo” se completa con la gran mayoría de los dirigentes, votados por la gente para defender sus derechos, sometidos al arbitrio de las decisiones de un matrimonio rodeado de un puñado de “asesores” a los que parece faltarles materia gris, como dijo hace un tiempo Analía Quiroga, dirigente de CARBAP.

Pero, así como el conflicto terminó de desnudar esa realidad, también generó un liderazgo, cuyo rol ha sido el de señalarle al conjunto el camino para modificar el actual estado de cosas.

De boca de Alfredo De Angeli, presidente de la Federación Agraria Argentina de Entre Ríos y líder emergente de este conflicto, salieron todas las verdades que dicta el sentido común que le falta al gobierno nacional. Productor entre pequeño y mediano, arrendatario para más datos, difícilmente los Kirchner puedan defenderse de sus críticas endilgándole el mote de oligarca. Y, como tiene más antecedentes de lucha que ellos, tampoco pueden acusarlo de golpista. Ni siquiera de noventista.

“Con la suba de retenciones sólo se busca hacer caja, porque así todos los gobernadores se encolumnan; van por un cheque para obras públicas a cambio de su silencio”, explicó Alfredo con sencillez y contundencia. “Veo que tienen los zapatos muy lustrados, pero el pantalón gastado en las rodillas”, siguió, implacable.

Y puso los puntos sobre las íes en el debate sobre la sojización, última preocupación que el gobierno sacó de la galera: “Si se hace que otra producción sea más rentable, la soja comienza a caer de inmediato. Es lo que estamos reclamándole al gobierno, pero no lo hacen porque se sientan sobre la rentabilidad de la soja. La soja les garantizó a los Kirchner la gobernabilidad de este país y el tesoro que tienen es por las retenciones. No las aumentan para cuidar el suelo, sino para tener más rentabilidad”. Irrebatible diagnóstico que resalta el carácter de excusa post facto de uno de los argumentos que esgrimió el gobierno para justificar el último incremento de las retenciones: combatir la tendencia al monocultivo, alentada desde el propio poder durante cinco años.

De Angeli también se ocupó de desmentir el argumento redistributivo, otra excusa tardía de los Kirchner: “La redistribución está bien, pero hay que ver cómo están distribuyendo (por ejemplo) en el tema de la leche. Todo el dinero (subsidios) se lo llevan 4 empresas. Y en el tema de los pollos se lo llevan 20. De 500 millones, 250 fueron para el sector avícola, otros 250 para los grandes pools. Pero yo no conozco ningún productor tambero, ni pollero que los haya recibido”.

Es lógico que los productores se pregunten por el uso que le da el gobierno al dinero que les retiene, considerando, por ejemplo, el deplorable estado de las rutas y caminos rurales. Analía Quiroga también preguntó: “¿Qué hicieron con la plata de las retenciones? Si no hay salud, ni educación. Hay indigencia”.

De Angeli propone algo muy sencillo: “No queremos subsidios ni compensaciones, queremos precios; no queremos que nos devuelvan, con que no nos saquen es suficiente. ¿Para qué complicarnos?”.



El saqueo suplantó al federalismo



El “estilo K” también fue señalado por el dirigente agropecuario como una de las causas del conflicto y, fundamentalmente, de su agudización. “La presidenta es la responsable de tener la cabeza fría para resolver el problema de todos los argentinos y en cambio sólo quiso resolver el problema de su bolsillo. Eso es desestabilización. Tienen que escuchar al pueblo, tratar de concertar una política y después ejecutarla. La Presidenta debe darse cuenta que no puede tomar medidas sin consultar”

“Que ponga la humildad que tiene que poner”, pidió también el dirigente entrerriano, aludiendo a una carencia presidencial. Es que la soberbia estuvo presente en cada uno de los discursos de la primera mandataria. Después de escucharla, De Angeli se lamentó: “El mensaje de Cristina estuvo cargado de odio y rencor, porque habló del pasado. No dio ninguna luz de esperanza”.

Aún así, no le atribuyó mala intención: “Está mal asesorada y la hacen mentir”. Acto seguido, le solicitó: “Señora, ahora vamos a trabajar. En un gesto de humildad, no apriete más a los legisladores y a los gobernadores y en poco tiempo esto se arregla”. Y remató: “Se debe gobernar para todo el país no sólo para un sector”.

Luego de esta crítica al modus operandi oficial, apuntó al corazón del problema: “El federalismo no existe; lo que hay es saqueo. Paremos con el centralismo que lo único que trae es pobreza. Todos estos temas hay que manejarlos desde las provincias porque si se hace desde la Nación vamos a seguir con la misma burocracia”. Interpeló al gobierno nacional: “El campo argentino les ha dado suficiente riqueza para que puedan gobernar”. Pero también a quienes son co-responsables de esta situación, el resto de la clase política, a la que llamó a ponerse “al frente del pueblo” porque “cuando ganaron las elecciones fue por el mandato” de la gente. “Diputados y senadores nacionales y provinciales, acá están los que ustedes tienen que representar. Ustedes tienen que hacer lo que dice el pueblo, si no no es democracia. A los gobernadores K, les digo que les están vaciando las provincias, que tendrían que hacer como aquellos viejos caudillos federales que pelearon hasta con su vida contra el centralismo unitario”.

De Angeli también se ocupó de desmontar las falsas antinomias que Cristina Fernández, con letra setentista, intentó instalar. “No soy oligarca, no soy golpista. Nosotros no negamos la intervención del Estado”. Pero se mostró conciliador y respetuoso frente a una primera mandataria que no hizo más que ofender y demonizar a todo un sector social de la Argentina que, como presidente de todos, debería representar.



¿Qué hacer?



“Esto ya es un movimiento social: el campo, los pueblos del campo y la gente de las grandes ciudades, que ha tomado conciencia de lo que representa el campo en la Argentina ”, concluyó Alfredo en el momento en que las entidades agropecuarias decidían la suspensión del paro por 30 días para dialogar.

“Acá está la Plaza del campo”, le había retrucado al gobierno nacional en la asamblea que tuvo lugar en la ruta cerca de Gualeguaychú, el 2 de abril. Pero también fue autocrítico: “A estas circunstancias llegamos porque no nos unimos; antes convocábamos a las asambleas y venía poca gente, eso también hay que reconocerlo, tenemos que estar unidos. No saben cuántos dolores de cabeza les da nuestra unión a los políticos”.

En efecto, ése es un imperativo, más aún considerando que el gobierno ya empieza a mostrarse reticente al diálogo al que lo forzaron las circunstancias. La concertación no está en los genes del oficialismo.

¿Qué hacer entonces? Como sencillamente lo explicó Alfredo, para restituir el federalismo, la presión debe ir de abajo hacia arriba, de la gente a los intendentes, de los intendentes a los gobernadores y de éstos al poder central. De hecho, ya está sucediendo. Lo que no hicieron antes por conciencia, los dirigentes deberán hacerlo ahora por supervivencia.

No son pocos los que ya emprenden el camino que señaló Alfredo, poniéndose “al frente del reclamo”. Primero fueron las críticas de Mario Das Neves, gobernador de Chubut, al manejo que hizo el gobierno de la crisis -doblemente contundentes por venir de un aliado incondicional del matrimonio santacruceño- y las de su par, Oscar Jorge, de La Pampa , y Hermes Binner, de Santa Fe; luego el faltazo del gobernador cordobés Juan Schiaretti a los actos de autodefensa del oficialismo, en paralelo con las críticas de dos ex gobernadores de peso en el justicialismo: el cordobés Juan Manuel De la Sota –que de paso lanzó su candidatura para 2011, en nombre de la necesidad de hacer efectivo el federalismo- y el santafesino Carlos Reutemann. En concreto, gobernadores y legisladores empiezan a perder el miedo y a plantear la necesidad de discutir el destino y la distribución de las retenciones que, en el año 2007, ascendieron a 20.400 millones de pesos. El gobierno de Misiones pidió la eliminación de las retenciones que gravan la exportación de té y yerba mate. Pese a la oposición del gobernador, Luis Beder Herrera, la Cámara de Diputados de La Rioja aprobó por unanimidad una solicitud al Ejecutivo para que las retenciones a las exportaciones agrícolas sean distribuidas a las provincias. Al mandatario riojano no le quedó más alternativa que venir a discutir el tema a Buenos Aires. También los gobernadores de Mendoza y San Luis, Celso Jaque y José Luis Gioja, tendrían reclamos de coparticipación. Y los mandatarios del Chaco y de Buenos Aires, Jorge Capitanich y Daniel Scioli, tienen el aliento de la protesta rural en la nuca.



Desargentinizar



En la conmemoración oficial por Malvinas, que tuvo lugar en la base aérea de El Palomar, estaba previsto el testimonio de un veterano de esa guerra. Esteban Tries, soldado que participó del combate de Wireless Ridge el 13 de junio de 1982, donde, junto a sus camaradas, protagonizó verdaderos actos de coraje. Tries no tenía la intención de formular ninguna crítica al gobierno. Sólo cometió el pecado de no alinearse con el discurso anti Fuerzas Armadas del kirchnerismo y eso le valió la censura previa. En su discurso, quería tomar distancia de quienes hoy impulsan a los soldados a denunciar a sus jefes por delitos de lesa humanidad, con motivo de supuestos malos tratos en el transcurso de la guerra. Tries es, por lo tanto, un veterano no alineado con los que quieren usar la causa de Malvinas, que es de todos los argentinos, para fragmentar.

La fragmentación, precisamente, fue el eje del discurso de Cristina Fernández: denostó a los militares y a dos ex presidentes constitucionales de la Nación. Pero ella, por miedo, tuvo que filtrar a los asistentes al acto y hasta censurar a un héroe de la misma guerra que se estaba conmemorando. Para completar el cuadro, se impidió a los miembros de las Fuerzas Armadas formarse detrás de la primera mandataria, como era de rigor en esos actos, evitando la imagen de Cristina rodeada de militares.

La presidente criticó la política de seducción a los isleños y la desmalvinización, mientras evitaba ser fotografiada junto a argentinos de uniforme y dejaba en la puerta a los soldados de Malvinas. No pudo tolerar la compañía de ningún combatiente.

Cristina no desmalviniza; ella directamente desargentiniza. Por eso debe fingir patriotismo poniéndose la mano en el corazón.

Nunca más apropiadas las palabras que le dedicó Alfredo De Angeli, después de su discurso sectario en Plaza de Mayo: “El pasado podemos recordarlo pero no vivamos con rencor. Presidenta, acá no vinimos a buscar revancha, no la busque usted tampoco”.



¿Quién les teme a los Kirchner?



La Argentina que los Kirchner cotidianamente vapulean empezó a expresarse. La asamblea de Gualeguaychú, que tuvo lugar horas después del acto en El Palomar, empezó con el Himno nacional y concluyó con el Padrenuestro. En el medio, hubo un minuto de silencio por los héroes de Malvinas.

Juan Perón decía que hay dos clases de hombres: los que trabajan y los que viven de los que trabajan. Mientras escuchaba el discurso de Cristina en Parque Norte, el 28 de marzo pasado, De Angeli exclamó indignado: “¡Ahí están sentados todos los que viven del campo!”. Así son los actos oficiales porque, como lo han demostrado en reiteradas ocasiones –El Palomar no fue excepción-, los Kirchner le temen a todo lo que no pueden comprar. Por eso han consolidado un sistema de poder extorsivo y clientelístico.

Los que viven de ese sistema, les tienen miedo. Pero los que trabajan no les temen a los Kirchner, como lo demostraron en estos 21 días de una lucha que, en definitiva, es por la dignidad. Horacio Gutiérrez, un productor agropecuario de Azul, recordó que lo único que piden es “que se respete la dignidad humana y el derecho ajeno, y con eso sacamos la Patria delante”.

El gobierno, lamentablemente, embarra la cancha dándole largas a la apertura del diálogo. Alberto Rodríguez Saá, gobernador de San Luis, quien pese a no estar alineado con el kirchnerismo, intenta reunirse con Cristina desde que fue electa, se encargó de recordar que las puertas de la Casa Rosada no están abiertas, contra lo que afirmó la presidente. El pedido de audiencia que presentó en enero ni siquiera fue respondido.

La soberbia y la necedad han llevado a los Kirchner a echar cada vez más leña al fuego de este conflicto que, si está hoy en un impasse, es por mérito de los ruralistas. Si no quiere escuchar a un adversario, que el gobierno escuche al menos a sus propios aliados. Mario Das Neves, además de quejarse de los funcionarios que “tienen la cabeza en hacer operaciones de todo tipo pero no cumplen sus funciones”, advirtió que, de un conflicto “se sabe cuando empieza pero no cuando termina y, cuanto más dura, más perdemos todos”. Los alentó a no dejar “temas en carpeta” porque “nos va bien pero nos puede ir mejor”.

Esperemos que la ceguera no les impida ver la nueva realidad que los circunda. “Este era un sector subestimado, que pensaban que nunca se iba a movilizar (pero) hoy llegamos hasta acá y la próxima llegamos hasta la Plaza de Mayo”, advirtió De Angeli. “Nos sobra la razón, nos abunda el coraje, y no le vamos a aflojar”. De este espíritu deberá impregnarse la dirigencia política del país pues, como lo recordó Alfredo en una oportuna frase del fundador del Movimiento al que los Kirchner dicen pertenecer: “Guarda, porque cuando al pueblo se lo arrincona, hace tronar el escarmiento”.

Alfredo, gracias.







Ricardo A. Romano

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