miércoles, 17 de diciembre de 2008

KRISTOBALITO : HIJO PUTATIVO DE K

COMPARAN A CRISTÓBAL
LÓPEZ CON ALFREDO YABRÁN





El zar del juego kirchnerista tensiona los límites del sistema con su feroz influencia política que atraviesa partidos y distritos. Como sucedió en los noventa con Alfredo Yabrán, se trata de la corrupción política agravada al extremo de debilitar la representación popular.
Por Ignacio Fidanza | 16.12.2008 20:21:00

La asociación de juego y delito es tan vieja como algunas de las muy buenas películas que se han cansado de construir éxitos de taquilla con el tema. El dinero fácil que fluye por las manos de quienes administran esa actividad es negativo para la construcción de una sociedad abierta, plural y democrática en demasiados sentidos.

Se trata de recursos de una opacidad y un poder corrosivo sobre las personas tan efectivo, que logra perforar incluso la contención institucional que han intentado construir en torno al juego, sociedades más sólidas que la nuestra en términos de autoridad del Estado.

El problema en la Argentina sin embargo, rebasó hace rato las páginas policiales y hasta los suburbios de la política. Ya no se trata de los acuerdos más o menos sucios que podían celebrar, por ejemplo, intendentes del Conurbano con los barones del juego de sus municipios.

La asociación entre juego y política ha escalado a lo más alto del poder, con un agravante: Se concentró en las manos de un solo nombre. Cristóbal López es hoy a la política argentina, lo que Alfredo Yabrán fue en los noventa. La contratara oscura e impune de un poder que se imagina totalizante.

Impacta la similitud. El acceso irrestricto al "Jefe". Antes fue Carlos Menem, hoy Néstor Kirchner. La opacidad, el desprecio por los medios, por la explicación pública de los actos. La imposibilidad fáctica de diferenciar los intereses de uno y otro, la jerarquía ¿Quién manda a quién? ¿Quién es instrumento de quién? En definitiva, la sumisión del aparato del Estado, de los resortes institucionales y políticos a los intereses privados de un hombre, o a la sumo dos.

Lado maldito del peronismo que desde su misma creación, siempre tuvo un hombre fuerte detrás del hombre fuerte. Jorge Antonio, Alfredo Yabrán, Cristóbal López, son apenas las marcas visibles de una manera de entender al poder, que expresó como pocas cosas, la dificultad de los peronistas para visualizar el sentido de los límites que el sistema republicano le impone a quienes les toca gobernar.

El poder en un puño

Le tocó una vez más a Lilita Carrió ejercer el rol de conciencia pública de una sociedad anestesiada. Pocas veces se vio un poder tan implacable que someta a sus deseos a adversarios y aliados forzados, como Néstor Kirchner, Daniel Scioli y Mauricio Macri. Nada menos que el hombre fuerte de estos días, y dos de los hombres con más posibilidades de sucederlo.

Tres políticos de nivel presidencial en un puño. Hasta las advertencias de la Iglesia fueron desoídas. Tan evidente es la desmesura, que los argumentos para justificar el avance de este empresario sobre la provincia y la ciudad de Buenos Aires, son vergonzantes, confusos, contradictorios. Poder puro expresándose al mejor estilo Kirchner, exponiendo amigos y enemigos.

Lilita Carrió brindó un testimonio atronador. Carlos Zanini, acaso el consejero más cercano a los Kirchner intermedió ante el entonces intendente cordobés Luis Juez, para que acceda a reunirse con Cristóbal López. Siempre según el relato de la líder opositora, el empresario le habría ofrecido que abra una cuenta en el exterior así le giraban "fondos suficientes para dies campañas políticas".

Ahí está. Lo que se imagina, lo que se intuye. Clarito, incluso para aquellos a los que les encanta taparse los ojos. Por lo que se ve, no hay espacio en el kirchnerismo para que convivan intelectuales desapegados con pragmáticos de artes oscuras.

De concretarse el ingreso de este empresario en la provincia y la ampliación de su poder en la Ciudad, fuentes del sector estiman que se quedaría con el 70 por ciento del juego de toda la Argentina. Una desmesura incluso para el kirchnerismo. Por mucho menos, el Congreso de los Estados Unidos obligó a la Standard Oil de Rockefeller a desmebrarse en seis compañías. Lo mismo hizo con los monopolios telefónicos y hasta Bill Gates tuvo que sudar frente a los legisladores.

En la denominada cuna de la democracia entienden que monopolio es contrario a república, que ningún poder debe desafiar el imperio del Estado. ¿Se atreverán los legisladores a conformar al menos una comisión legislativa que investigue la situación del juego en el país? Puede ser, después de las elecciones del 2009 cuando cambie la composición de las cámaras. Hoy no vale la pena hacerse ilusiones.

Cristóbal López, como en su momento Yabrán, viene a exponer la profunda descomposición que impregna a un sistema que hoy subordina las decisiones del Estado a intereses inconfesables. Y cuando esto sucede y queda en evidencia como está quedando, no hay lugar para socios inocentes. Lo único que se ve, son cómplices.

Cómplices acaso de un delito más grave que la corrupción. Lo que causa dolor es ver como se traicionan mandatos populares que acaso imaginaron votar una renovación, caras nuevas no contaminadas por lo peor de la política. Si gobernar es ceder en zonas inconfesables, mejor olvidarse de la palabra cambio. Con un agravante. No se negocia aquí para construir allá. Lo que se hace es consolidar y ampliar un poder que nadie eligió y que no se controla. La vía más directa para destruir el programa político que imaginaron para el país quienes redactaron nuestra Constitución. Hoy, casi una palabra olvidada.

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