martes, 13 de enero de 2009

SAUD KK

Río Negro - 13-Ene-09 - Opinión
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Editorial
La salud presidencial

Aunque sólo se haya tratado de una indisposición pasajera sin consecuencias significantes, el que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner se haya visto obligada a darse casi una semana de reposo debido a un desmayo que, según los escuetos informes oficiales, fue provocado por "lipotimia y deshidratación" imputable a una ola de calor en la Capital Federal, no pudo sino tener un impacto fuerte en el mundillo político, provocando rumores de todo tipo. Mientras que algunos sospecharon que el estado de salud de la presidenta no era tan bueno como aseguraba la información oficial, otros especularon con la posibilidad de que prefiriera ahorrarse una visita a Cuba puesto que le sería difícil persuadir a los hermanos Castro -si es que se lo ha propuesto- de permitir que la médica disidente Hilda Molina viajara a la Argentina a fin de reunirse con su hijo y sus nietos. En vista del hermetismo típico del gobierno actual, es poco probable que sepamos mucho más sobre la condición física de la presidenta. En cuanto a las versiones en torno de su eventual deseo de postergar hasta nuevo aviso la visita a Cuba, fueron desvirtuadas por la Cancillería, que informó que tendría lugar el domingo próximo, de suerte que a menos que Cristina cambie nuevamente de planes su presencia en el reducto comunista coincidirá con la inauguración de la gestión presidencial de Barack Obama. De más está decir que la casualidad así supuesta incidirá en su propia reputación internacional y la del país; a juicio de muchos norteamericanos, confirmaría que los Kirchner forman parte del eje del mal latinoamericano cuyos otros miembros son los Castro y el mandamás venezolano Hugo Chávez.

Para los presidentes, sobre todo para los obsesionados por su imagen, es sin duda muy desagradable que los demás se sientan con pleno derecho a saber absolutamente todo acerca de su salud física y mental y que toda vez que experimentan una dolencia los medios locales y, si se trata de un personaje importante, internacionales se llenen de comentarios detallados firmados por médicos. Aunque tanto interés suele justificarse por las repercusiones institucionales de todo lo relacionado con el jefe de Estado, es natural que quienes se ven colocados bajo un microscopio colectivo lo atribuyan más al morbo mediático que a una preocupación genuina por el presunto impacto en el futuro del conjunto. Sea como fuere, tanto en nuestro país como en todas las demás democracias, los presidentes no tienen más alternativa que resignarse a que el público quiera averiguar hasta los pormenores más íntimos de su salud y tratar de satisfacerlo brindándole toda la información disponible. Puesto que los Kirchner son por instinto reacios a hacerlo, es lógico que no resultaran convincentes los aparentes esfuerzos oficiales por minimizar el significado del mal momento que experimentó Cristina. Mal que les pese a los dos, en las próximas semanas cualquier señal de que pueda repetirse la indisposición de la presidenta sembrará alarma.

Como subrayó el vicepresidente Julio Cobos, hoy en día el trabajo presidencial no es nada saludable. El político y maratonista tiene razón cuando dice que "la función pública agota, desgasta; uno no tiene horario". Que éste sea el caso es paradójico en una época en que en países como Francia los políticos comprometidos con el bienestar de los económicamente activos presionan a favor de semanas laborales de 35 horas o menos pero pasan por alto el hecho de que el ritmo de trabajo de los mandatarios se asemeje al considerado típico en aquellos lugares del Tercer Mundo en los que según los proteccionistas del Primero es habitual explotar de manera inhumana a los obreros. Asimismo, si un presidente se anima a tomar algunos días de descanso, se verá acusado en seguida de ser un haragán por quienes no pensarían en negarse períodos de ocio prolongados. Gracias en parte al afán de protagonismo de los propios políticos, pero también al asedio mediático constante, la mayoría se entrega a un régimen laboral extenuante, pero ello no obstante con escasas excepciones los más exitosos suelen destacarse por su vigor y su longevidad. Tal vez sea por eso que los Kirchner distan de ser los únicos que se sienten humillados en aquellas ocasiones en que manifiestan síntomas de debilidad humana

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