lunes, 9 de febrero de 2009

EL LADO INVISIBLE DEL MAL



(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) (10/2/2009)


Casi todo su día … transcurre en las sombras.
Sale muy poco a la luz. Cuando lo hace, es sólo para depredar.

Transido de miedo ante la acechanza de su propia paraplegia política en el uso del poder, barrunta un naufragio en todas sus pesadillas.

Lo muy poco que queda de un Estado que Imperator se ocupó de vaciar, se negocia hoy en un liso y llano trueque de burdel, para ser despojado de sus últimas fuerzas en una secreta ceremonia de sacrificio sólo consagrado a su poder personal, enfermo de una debilidad paranoica .

Sin embargo, la vida transcurre alegremente para una ciudadanía que enfoca sus ojos en lo único que puede ver : un gobierno cuya maltrecha formalidad, todavía se sostiene con el estrépito de la retórica.

Mientras tanto, la comercialización más espeluznante de la República, se verifica fuera del alcance de los controles institucionales. La luz pública velaría una foto alucinante y delictuosa en la que se despacha el país en el mostrador de un partido político, atendido por su propio dueño.

Y lo más grave es que, ese mostrador, como en una oscura tienda de Ceuta, se ha instalado en la residencia de quien ejerce formalmente la Presidencia de la Nación. Casi en modo invisible, como un vampiro anémico, Imperator toma allí la sangre del Estado, su caja, para intercambiarla por los votos que acaso podrían prolongarle la vida.

Giges, era un pastor que servía al rey de Lidia. Después de un terremoto, la tierra abrió una enorme grieta en el lugar donde pacía su rebaño.




Asombrado, el pastor bajó por la hendidura y allí encontró, entre otras maravillas, un caballo de metal dorado, hueco, lleno de pequeñas ventanas.

Giges asomó la cabeza por una de esas ventanas y vio un cadáver que parecía pertenecer a un gigante. El cuerpo sólo llevaba puesto un gran anillo de oro en el dedo índice.
El pastor tomó el anillo y salió de allí rápidamente.
Algunos días después, acudió a la reunión mensual de los pastores para dar cuenta al rey del estado de sus ganados. Llevaba el anillo en el dedo.

Se sentó entre sus compañeros y jugando con el anillo, hizo girar la piedra preciosa que lo coronaba. En el acto, se volvió invisible para la asamblea, toda la cual empezó a hablar de él como si se hubiera marchado.

Sorprendido por este prodigio, hizo pues girar la piedra otra vez y volvió a aparecer, haciéndose visible.
Al darse cuenta de lo que ocurría, realizó otra comprobación para asegurarse de su poder, y todo sucedió de la misma manera : Cuando giraba la piedra en un sentido, él desaparecía y cuando la giraba en el sentido inverso, volvía a aparecer.

Seguro de su descubrimiento, se hizo incluir en la nómina de los mensajeros que prestaban servicios al rey.
Cuando tuvo ocasión de llegar al palacio, sedujo a la reina y con la ayuda de esta, asesinó al rey y se apoderó del trono. Su invisibilidad ayudó en todo.

Conocemos el sentido que Platón quiso dar a esta fábula : El hombre nunca es justo por su propia voluntad, sino obligado por el peso de la ley.
Sólo actuamos correctamente, decía Platón, porque no tenemos oportunidad de cometer injusticias.
La alegoría del anillo de Giges, puede enseñarnos otra lección.



Platón nos indica que existe una relación esencial e inmediata entre el mal y lo invisible.

La invisibilidad es la solución perfecta para escapar de la observación de los demás y , por ende, del control social.
El hombre tiene así la posibilidad de convertirse en un dios.
La visibilidad social, implica la obligación.
La invisibilidad, garantiza la libertad absoluta . Es la fuente de todo poder.

Pocas veces se ha visto, en el país, a un ex presidente en un estado de tal desesperación y de tal ansiedad crispada que, para lograr sus fines, se desdoble como Giges, en un costado invisible transitorio para delinquir .

El uso inescrupuloso de todas sus ganzúas políticas para el sostenimiento estructural de la precaria gestión de su mujer y para su propia reinstalación en el poder, no se detienen en la liturgia estrictamente partidaria.

Él irrumpe, viola, somete y utiliza a discreción, la administración del gobierno nacional, que en nada le compete, para sus propias ambiciones personales.

Y ha llegado hasta los tuétanos en el abigeato abierto de la cosa pública, subordinando y sometiendo absolutamente en los repliegues de Olivos, la gestión de su mujer a los objetivos centrales de su ambición política de continuidad.

Nada se hace ni se deja de hacer en la operatoria del gobierno, que no haya germinado en su diseño personal y que no tenga el único destino verdadero de entablillar la sobrevida del esquema político conyugal.

El manejo de la cosa pública y el bien común, yacen dinamitados por vía de su intervención personal, en todos los niveles de la administración nacional.
Ya no existe nada que no controle desde las sombras y nada que permita que escape a su decisión individual, a través de la extorsión lisa y llana, que ni siquiera es disimulada en su trámite operativo.


En efecto, un total de cuatro ministros, la AFIP, la ANSES y la SIDE, sólo reportan a sus estrictas órdenes personales, con lo que, desde el ejercicio de la jefatura del partido, no sólo se ha atravesado impúdicamente la esencia de los mandatos constitucionales, sino que se ha pervertido el objeto basal de los pilares del Estado y su condición de motor institucional de la Nación.

Parece ocioso y absolutamente superfluo señalar que esta gran atrocidad, perpetrada en los costados menos visibles del poder, tiene la aquiescencia explícita de su esposa para avanzar libremente en el mayor desquicio que se conozca, desde el mero sitial de titular de un partido que perdió la mitad de sus afiliados.

Parece superfluo, pero ella, por su responsabilidad augusta, estará primera en la carátula de la asociación ilícita agravada por la función de su mandato.

El control pleno , el condicionamiento y hasta la conducción directa sobre la Jefatura de un Estado desde una “nomenklatura” política partidaria, lo cual parece una reminiscencia soviética, es aquí, sin embargo, un módico acto de rutina amparado en una supuesta legitimidad conyugal que implanta así sus propias leyes a la República toda.

El lado invisible del mal, no sólo está en Olivos.
Y el anillo de Giges, lo llevan ambos… desde que se casaron.

Lic Gustavo Adolfo Bunse
gabunse@yahoo.com.ar

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