martes, 10 de febrero de 2009

VIOLENCIA.....


Se piensa, se siente y se actúa con violencia
La conducta violenta vive en la identidd colectiva. Expresa el descontento por tanta desigualdad e injusticia. El hecho social refleja la idiosincracia de nuestra sociedad. Por María Ester Véliz(h) - Redacción LA GACETA.

En la intersección de Bulnes y avenida Belgrano un niño de unos 10 años está atento al semáforo. Al encenderse la luz roja reacciona en forma compulsiva: se para frente al vehículo más próximo y comienza a limpiar el parabrisas. Nada lo detiene. Ni la voz firme del automovilista -una persona mayor- cuando le dice: “no limpies, no tengo monedas...”. Desafiante, el menor le replica: “también recibo billetes...”. El conductor guarda silencio y sigue su marcha...
La violencia -la ley de la selva o la “ley del prepo”- hace tiempo que traspasó los umbrales del seno familiar. Hoy está enquistada en todos los estratos sociales. Mejor dicho, es un gran problema social de nuestro tiempo: prima entre los niños, los jóvenes y adultos; es moneda corriente en las calles, en los campos de deportes, en las escuelas, en ámbitos laborales y hasta en el discurso de los políticos. Existe porque en todo espacio social hay un engranaje que todavía avala las vinculaciones y las relaciones asimétricas, algo totalmente no natural. Pero naturalizado.
Entrampada en esta cultura del terror, del silencio y de la amenaza constantes, la violencia sigue su curso. Ya no sólo el fuerte domina al débil; el hombre a la mujer; el que tiene poder al desvalido y el rico al pobre. La conducta de la joven de 23 años que asesinó a su pareja de un cuchillazo en el pecho -porque se habría ido a bailar sin avisarle- es espeluznante, aunque ejemplificadora. Muestra que la violencia es la modalidad con la que se pretende resolver un conflicto -sea cual fuese el origen-, y que cualquier conflicto puede transformarse en una situación de violencia, en un delito, cuando no existen el diálogo, la comprensión, la tolerancia a las diferencias.
Otro hecho de violencia de diferente naturaleza, pero violento al fin, fue la conducta de los jóvenes que violaron todas las normas de tránsito -según afirmó el propio director de Emergencias de la Provincia Juan Antonio Masaguer-, y protagonizaron el estremecedor choque en el que murió la pediatra María Cecilia Reales. Manejar a alta velocidad, sin medir las consecuencias roza lo patológico; es como buscar en el acelerador a fondo un alivio a las tensiones y a los conflictos personales. Es un tipo de conducta violenta y hasta suicida. Sigmund Freud -padre del psicoanálisis y uno de los pilares teóricos de la salud mental- sostiene que en las frustraciones y en la impotencia que estas causan se halla el origen de la agresividad humana.
Ahora bien, la agresividad, el maltrato físico y verbal, la humillación y otras tantas manifestaciones violentas emergen en situaciones cotidianas en forma de gritos, de discusiones con empujones, de bofetadas, de expresiones denigrantes, de órdenes, de amenazas, de suicidios, de homicidios, de decisiones arbitrarias de desmerecimiento y de juicios descalificatorios, entre otras, y casi siempre encuentran justificación o refrendo en los diferentes espacios sociales. Algunas veces de manera explícita y, otras, con el aval del silencio. O sea que la violencia es un hecho social característico de este tiempo.
Siguiendo al pensador francés Emile Durkheim, padre de la sociología, se puede afirmar que este hecho social -como los demás- no aparece de un día para otro. Es el producto de las configuraciones culturales que fueron esculpiendo nuestra sociedad. A caballo de la cultura autoritaria que caracterizó a gran parte de la historia argentina, la violencia se fue instaurando en el seno de la sociedad. Las relaciones violentas se fueron transmitiendo de generación en generación y hasta formaron parte del accionar estatal. La conducta violenta sobrevive en la identidad colectiva, y la estructura que la sustenta tiene las características de este momento histórico: un mundo de tajantes asimetrías, de injusticias, sin igualdad de oportunidades, sin proyectos de vida, sin futuro promisorio, sin contención. Un mundo de inseguridades, de crecientes frustraciones y desencuentros.

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