martes, 17 de marzo de 2009

SOCIALISTA PERO NO ESTUPIDO


Socialista, pero no estúpido
Encontrándome en la embajada española en Buenos Aires, me crucé con don Felipe González, aquel personaje de extracción socialista, que fuera el jefe del gobierno español. Conociendo parte de sus antecedentes y luchas políticas en su tierra, decidí abordarlo a fin de que expresara, sin eufemismos, como socialista, sobre la manera pragmática de convivir con el capitalismo.
Como mi actitud hacia don Felipe no había sido coordinada de antemano con ningún funcionario, se sintió sorprendido, dado que todo fue un producto espontáneo de mi interés personal de dialogar con un personaje de su importancia sobre un candente tema político siempre vigente, como son las relaciones comunistas, socialistas y capitalistas, temática que me ha atrapado desde mi juventud, en función de las implicancias sobre la vida política argentina en relación con el resto del mundo.
Superada la sorpresa sobre mi proceder, le expresé que mi presencia se debía a la búsqueda de antecedentes históricos sobre los orígenes de la ocupación británica en Gibraltar, asociándola con una cierta similitud a la existente en nuestras Malvinas. En este aspecto, nuestra conversación tuvo un giro inesperado al entrar en varias consideraciones de origen histórico, teniendo además muy en cuenta nuestra idiosincrasia latina con respecto a la sajona, con lo cual tendríamos tela para otra oportunidad.
Volviendo al motivo de mi inesperada interpelación, me comentó de manera sucinta una anécdota acalorada que había tenido en el seno de su partido, porque lo habían acusado de "socialista vendido a los intereses capitalistas", a lo que respondió que estaban muy confundidos, porque no habían caído en la comprobación de que el capital es necesario para lograr los objetivos socialistas.
El capitalismo, según su criterio (el cual comparto), es una máquina extraordinaria de producir riquezas, tarea que desarrolla como ningún otro sistema. Por lo tanto, en lugar de combatirlo, hay que ayudarlo, porque, si no, sería como matar a la gallina de los huevos de oro. El capital es sumamente cobarde. Cuando no tiene garantías, no invierte, se escapa o, a lo sumo, se engancha en especulaciones financieras de muy corto plazo (capitales golondrinas y fondos buitres), haciendo lobbies , buscando funcionarios oficiales y políticos de turno dispuestos a entrar en corruptelas. Lamentablemente, esto ha sido bastante común en la Argentina, especialmente en las últimas décadas.
En el caso español, don Felipe, como jefe de gobierno, ofreció seguridad política, jurídica y económica para que el capital pudiera desarrollarse. Grandes ventajas y facilidades impositivas, préstamos oficiales de fomento a largo plazo, pero, por supuesto, sobre la base de un respeto mutuo y cumplimiento de las leyes en vigencia, bajo un estricto control impositivo oficial. Porque el capital, sintiéndose cómodo y seguro, empieza a percibir los beneficios de su inversión y casualmente, a partir de allí, es cuando comienza a gravitar el gobierno. "Cuanto más ganen, más impuestos van a pagar y así tendremos los ingresos para realizar obras públicas y asistencia social (hospitales, colonias de verano, escuelas, viviendas, etc.). La inversión genuina genera fuentes de trabajo. Por consecuencia, se acaban las angustias de los trabajadores y así se crea bienestar. Toda la sociedad se beneficia. Aquí es fundamental la existencia de leyes claras y de una justicia incorrupta, con jueces probos sin militancia ni dependencia política y el respeto por sus decisiones judiciales". Y yo agregaría: además de una clase política evolucionada y no corrupta como la nuestra...
Continuaba expresándome que, sin aquellos conceptos, por más que lo declamemos, no habrá democracia. De lo contrario, marcharemos hacia el caos y una anarquía progresiva. Ejemplos tenemos varios en el mundo, especialmente en Latinoamérica.
Como corolario de su exposición, ante la acusación de sus correligionarios, don Felipe les expresó: "Como verán, señores, soy socialista pero no estúpido".
"Don Ronaldo", me dijo, "esta es mi filosofía para gobernar. Oportunamente, mis compatriotas me eligieron para ello. Soporto una gran responsabilidad por lo que hice y la sociedad me seguirá juzgando en el tiempo", concluyó.
Pasado el momento, su expresión "soy socialista pero no estúpido..." siguió resonando en mis oídos mientras recorría las calles de Buenos Aires, viendo y oyendo, casualmente, señales opuestas. Muchos carteles con personajes políticos entre los que sobresalían los K, mostrando sus mejores sonrisas y eslogans de dar lo mejor de sí para el pueblo; grandes declamaciones, aunque huecas de contenido, porque se vislumbraba de antemano (experiencia de vida), que lo que prometían no sería cumplido: la erradicación de la pobreza, los derechos humanos (para algunos), mientras siguen llenando sus arcas de manera alevosa, en desmedro de ese pueblo, el nuestro, que, confundido en su buena fe, muchos de sus integrantes se dejan comprar por un choripán...

Ronaldo Schoo
Punta Alta

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