miércoles, 24 de junio de 2009

EL FRAUDE ELECTORAL


Nueva Mayoría - 24-Jun-09 - Análisis

El fraude electoral en la política argentina

por Rosendo Fraga


En general, en la historia argentina se vincula el fraude con el ejercido por las fuerzas conservadoras en los años treinta, pero se trata de un fenómeno mucho más amplio.

En realidad, cuando el 22 de mayo el Regimiento de Patricios rodeó el Cabildo impidiendo la entrada de españoles y permitiendo así que los criollos, quienes eran minoría, lograran la mayoría para destituir al Virrey como sucedió, no era el comienzo de la una democracia demasiado perfecta.

Durante todo el siglo XIX y comienzos del XX votaba sólo una minoría, que alcanzaba aproximadamente al 10% de los varones mayores de edad. Quien controlaba el poder se aseguraba el control de la elección, a veces con métodos violentos.

Pero en esos años, en el mundo desarrollado también votaba muy poca gente, y en el resto de América Latina, en muchos países, ni siquiera se votaba de la forma imperfecta que se hacía en la Argentina.

Hace un siglo se sancionó la ley del voto universal, secreto y obligatorio. Ello disminuyó fuertemente el fraude, pero no lo eliminó totalmente, sobre todo en las zonas más pobres del país.

Si bien los conservadores usaron más el fraude que las otras fuerzas políticas, la realidad es que hubieron casos de fraude en el radicalismo y hasta en el socialismo.

Con el peronismo, que ganaba genuinamente las elecciones por amplio margen, el fraude fue sustituido por el clientelismo como forma de asegurar las lealtades electorales.

En los años cincuenta y sesenta no hubo fraude, pero sí proscripción del peronismo, con lo cual las elecciones distaron de ser perfectas.

Con el reestablecimiento de la democracia en 1983, por primera vez en doscientos años de historia, la Argentina tuvo más de un cuarto de siglo ininterrumpido con voto universal, secreto y obligatorio.

Desde entonces no ha existido el fraude masivo, pero sí que quien está en el poder cuente con una serie de instrumentos para manipular elecciones, sobre todo en las regiones con menores ingresos del país y del Gran Buenos Aires.

A los efectos que genera el clientelismo, se agrega que la ausencia de fiscalización, que puede ser alta en la oposición, puede generar una pérdida de votos de aproximadmente el 4%, que pasan al oficialismo.

El problema no es tanto que las elecciones en la Argentina son imperfectas y que hay irregularidades. La cuestión es la tendencia. Es que a un cuarto de siglo del reestablecimiento de la democracia, en lugar de irse perfeccionando las costumbre electorales para disminuir el fraude, se ha ido involucionando, como lo confirmó en 2007 el masivo robo de boletas en algunas zonas del Gran Buenos Aires.




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