miércoles, 24 de junio de 2009

PLAZA DE TODOS


CONCENTRACIÓN A PLAZA DE MAYO
LOS MEDIOS Y LA DIFERENCIA ENTRE LO LICITO Y LO PELIGROSO


Las elecciones nunca estarán del todo resueltas hasta que no se cuente el último voto y hasta que la voluntad de los ciudadanos le extienda la partida de defunción a las encuestas previas y hasta a las mediciones en bocas de urna. La única verdad será la realidad.
Por eso es más que lícito que un grupo de ciudadanos que apoya al oficialismo haya decidido concentrarse pacíficamente en la Plaza de Mayo, a partir de las seis de la tarde del próximo domingo, para seguir el escrutinio, han dicho, en "medio de una asamblea de discusión" y a través de pantallas gigantes que sintonizarán "canales confiables".
Aluden así a lo que ellos estiman podría ser una acción deliberada de algunos medios para instalar la sensación de que están ganando los que luego no van a ganar y propiciar un "cacerolazo destituyente" y, por lo tanto, sugieren que ocupar la Plaza es un modo de abortar ese destino para tan ominosa acción.
En principio, dicha presunción no deja de tener un tono de amedrentamiento hacia la libertad de prensa, sólo comparable con aquella portada histórica de un diario partidario del 31 de octubre de 1983 que aludía al "fraude informativo", como excusa para despertar a los peronistas que no podían creer aún por qué los votos de Raúl Alfonsín los habían sepultado.
Esta vez, el kirchnerismo quiere palpitar desde la calle cuál será el resultado definitivo de los comicios que, hasta ahora, en la previa de los sondeos, los presentan como perdedores en la Capital Federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza, mientras que todo indica que, fatalmente, se reducirán las bancas del oficialismo en ambas cámaras legislativas.
Tienen, de momento, sólo la esperanza de que en la provincia de Buenos Aires, Néstor Kirchner saque al menos un voto más que Francisco de Narváez, pero pese a todo han dejado en claro que buscarán ser los custodios de la transparencia de los comicios y de la pureza del "modelo productivo", mientras que los más radicalizados hablan de que harán "estallar" las urnas frente a "una minoría política" que tiene temor de "perder privilegios".
Si se da al revés y los votos contantes y sonantes deciden que las minorías de hoy pasen a ser las nuevas mayorías en diciembre, la situación no debería dar para que se busque en el papel de los medios un chivo expiatorio a medida y para que se programen marchas de repudio a editoriales y canales de TV. Y si es a la inversa, mucho menos.
Precisamente, si los nervios suben y suben en la madrugada del 29 y se impone en el fragor asambleístico de la Plaza un discurso de barricada del estilo de "ellos o nosotros", allí puede estar la diferencia entre lo que es lícito y lo que puede convertirse en peligroso.

Hugo Grimaldi
DyN

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