sábado, 6 de junio de 2009

VOTOS POR POBREZA


Río Negro - 06-Jun-09 - Opinión

Editorial
Votos a cambio de pobreza


Es posible que los ataques virulentos del ex presidente Néstor Kirchner a Techint le sirvan para captar más votos en las elecciones legislativas, puesto que no sorprendería demasiado que muchos habitantes del conurbano bonaerense atribuyeran sus penurias a la mezquindad de empresarios ricos, pero los costos para el país, y para el gobierno de su mujer, de la eventual ventaja así conseguida serán con toda seguridad muy altos. Por motivos políticos, Kirchner ha decidido tratar a Techint -una empresa que, recuerdan los memoriosos, fue elogiada el año pasado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando dijo que "Techint es un orgullo para los argentinos; es la primera multinacional argentina"- de la misma forma que trata al campo, de este modo difundiendo entre los empresarios el temor a que les espere la suerte nada envidiable de tantos productores rurales. Puede preverse, pues, que en los próximos meses se intensifique la fuga de capitales y se demoren todavía más las inversiones, lo que significará más pobreza y más desocupación. Por cierto, no es necesario ser un economista profesional para entender que en última instancia el nivel de vida de la población del país depende directamente de las inversiones tanto nacionales como extranjeras, pero parecería que tales detalles no preocupan en absoluto al hombre fuerte y ministro de Economía de facto del gobierno actual porque lo único que le importa es la evolución, la que desde su punto de vista puede considerarse muy promisoria, de la campaña electoral. Si es cuestión de optar entre procurar asegurarse un puñado de votos adicionales en elecciones a su entender clave por un lado y, por el otro, tomar en cuenta el impacto de sus palabras sobre las perspectivas económicas frente al país, a los demagogos siempre les parecerá perfectamente lógico privilegiar los votos.

Es dolorosamente evidente que, a diferencia de los gobernantes de países como Chile y Brasil, los Kirchner no están interesados en mejorar el clima de negocios. A juzgar por su manera de actuar y de hablar, creen que les convendría más acusar a personas determinadas o a sectores enteros como en el caso del campo de ser responsables de los problemas nacionales que lo que sería intentar solucionarlos. En el corto plazo dicha "estrategia" podría brindarles resultados electorales satisfactorios, pero sería difícil exagerar la gravedad de los perjuicios que ya ha causado al país y a la mayoría de sus habitantes, perjuicios que no podrán sino multiplicarse en el futuro. Al concentrarse en aprovechar políticamente las deficiencias de nuestra economía, asumiendo una postura que acaso sería apropiada para una pequeña minoría contestataria pero que es impropia de un gobierno nacional, los Kirchner se las han arreglado para dejar pasar una oportunidad única para inaugurar un período prolongado de crecimiento sostenible que se base en algo más que "el viento de cola" producido por una coyuntura internacional excepcional. También han asegurado que la recesión que ya ha comenzado sea mucho más profunda que lo que hubiera sido el caso de haber adoptado a tiempo el gobierno políticas similares a las que pusieron en marcha los centroizquierdistas de Chile y Brasil.

Según parece, las embestidas más recientes de Kirchner contra Techint se debieron a su voluntad de congraciarse con dos mil afiliados de la Unión Obrera Metalúrgica que, en el microestadio del club Racing en Avellaneda, reclamaban con gritos un aumento salarial. Para ahorrarse un mal momento, Kirchner acusó a Siderar, del grupo Techint, de repartir dividendos jugosos entre sus directivos en vez de pagar premios a los empleados. Cuando Siderar aclaró que en la última asamblea de accionistas optó por no distribuir dividendos, el gobierno reaccionó diciendo que en verdad se aludía a la supuesta conducta de otra empresa de Techint. De todos modos, con la finalidad de arrancar algunos aplausos a un público que temía que le sería hostil, Kirchner no vaciló en ensañarse nuevamente con la empresa industrial más importante del país -"la primera multinacional argentina", según Cristina-, de este modo sembrando alarma entre todos los empresarios salvo los irremediablemente vinculados con el gobierno y perjudicando todavía más una imagen internacional ya deplorable.

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