domingo, 10 de abril de 2011

EL PEJOTA


INTERNAS DEL PJ: UN CONGRESO DE VIENA

Por Gretel Ledo (*)

Un 18 de Junio de 1815 se marcó el fin del imparable expansionismo napoleónico. La victoria decisiva aliada desató la necesidad de un acuerdo internacional que dejase por sentado los límites de Europa desdibujados por el Imperio Francés de Napoleón I.

El Congreso de Viena convocado por el Emperador de Austria, Francisco I se rigió por el sistema Metternich de las relaciones internacionales el cual condenaba cualquier movimiento que atentase contra el Ancien Régime y su antigua alianza trono-altar. El diseño de una Europa de la Restauración propulsado por las potencias de la Santa Alianza -Austria, Prusia y Rusia- establece así un delicado equilibrio entre legitimidad dinástica, dada por la reposición de monarcas desplazados por el sistema imperial napoleónico y el nuevo trazado fronterizo volviéndose parcialmente a los límites de 1793 fijando a su vez, frente a Francia, una línea de estados tapón conformada por los reinos de Piemonte-Cerdeña y Holanda.

Un siglo tuvo vigencia el principio de equilibrio europeo hasta el final de la Primera Guerra Mundial. El Tratado de Versalles de 1919 desplaza ese principio al sustituirlo por el de Seguridad Colectiva. El enemicus dejaba de ser Francia, era Alemania. Ahora bien, ¿cuáles fueron los genuinos móviles que precipitaron este acuerdo?

Podemos distinguir dos discursos contrapuestos. Por un lado, puertas afuera prevaleció la imagen unificadora de enfrentar al coloso Imperio Napoleónico y, por el otro, puertas adentro se gestó un sentido del establecimiento de la paz a través del statu quo del absolutismo monárquico. Es decir, la unidad contra un tercer hegemón fue tan solo una cortina de humo que impedía dilucidar los hincados deseos de perpetración en el trono en cada uno de los actores déspotas del siglo XIX.

Argentina parece dar señales de madurez en su dirigencia política inaugurando una nueva era en las elecciones a través de las internas abiertas. ¿Es genuina esta maduración o circunstancial y forzada frente a la inminente necesidad de enfrentar al oficialismo?

El Partido Justicialista disidente ha determinado marcar un nuevo territorio electoral. La pregunta que aún ronda en muchos de los ciudadanos inquiere acerca de la naturaleza de este accionar. ¿Es preciso enfrentar al Napoleón contemporáneo que no encuentra límites en su avance expansionista o se ha logrado una experiencia aleccionadora?

Lo cierto es que no todos los candidatos del riñón peronista han suscripto a las reglas de juego. Sin duda indica la clara presencia del doble discurso: hacia fuera “somos el único partido con internas abiertas” y hacia dentro dejan deslucido esta retórica mostrando una fragilidad a partir de la exaltación del individualismo político que escatima proyectos de unidad nacional en pos de la coronación de la vaga trascendencia humana.

Es tiempo de hacer morir el statu quo y dar un salto a la grandeza que encuentre a la ciudadanía frente a propuestas y no personas ya que como dice el profeta Isaías el hombre es semejante a la flor del campo que hoy nace y mañana se marchita. Del polvo venimos y al polvo regresamos. Nada nos podemos llevar. Demos paso a los programas que operen cambios estructurales para una Nación y no catapulten la finita existencia del hombre.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo de Gretel Ledo - Abogada - Politóloga - Socióloga - Analista Política, por gentileza de su autora.

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