lunes, 4 de abril de 2011

FALSEDADES............


FALSEDADES Y ENGAÑOS

Por el Lic. Claudio Valdez

Desde siempre “los hijos de las tinieblas” confundieron a los pueblos. De esta manera lograron eliminar asesinando o ejecutando a quienes se opusieran a sus designios y confabulaciones. Así sucedió con Julio Cesar a manos de los propios senadores de Roma, con Jesucristo por solicitud de “sacerdotes” de su propia ancestral religión, con la doncella Juana de Arco por los señores de su propia y naciente Francia, con el emperador azteca Moctezuma II por sus propios súbditos aborígenes.

Así, durante el siglo XX el comunismo en Rusia efectuó y propagó por el resto del mundo el más infame engaño: la defensa y predominio político de “la clase trabajadora”. Resultó de ello la peor “explotación del hombre por el hombre” en la economía y el resto de las expresiones culturales, mediante sometimiento totalitario y terror político. ¡Los pueblos siempre creyendo!.

Gobernantes y banqueros, desde antes, habían conformado una sutil y alevosa “sinarquía” (pretensión de gobierno mundial) que el perverso Carlos Marx se propuso desentrañar. Intencionadamente analizó “el capitalismo de su época” descubriendo mediante intriga una trama de estafas burguesas. Propuso como solución total “El manifiesto comunista”: tremendo programa político subversivo que, aún parcialmente logrado, produjo pesares y muerte para millones de seres humanos. Así lo atestiguan quienes sufrieron el genocida régimen comunista y aún sobreviven.

Por su parte, América padeció a todas las “potencias” que a través de los tiempos y avalando demandas libertarias originarias se entrometieron en su destino: desde la conquista hispana los aborígenes aliados a los invasores ayudaron a derrumbar los imperios Azteca e Inca, no obstante solo lograron “cambiar de amos”.

Similar grito se escuchó de los criollos (hijos de europeos nacidos en las colonias españolas) al reclamar emancipación e independencia. Con el apoyo del Imperio Británico solo lograron cambiar de imperio.

Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) las ideologías del siglo dividieron las predilecciones entre “los Aliados” y “el Eje”. Al ganar los Aliados se presumió que lograba imponerse la democracia del mundo libre: imperdonable inconsistencia debido a que la URSS comunista formaba parte de esos aliados.

Continuó entonces desarrollándose la llamada “Guerra Fría”, con el oportunista apoyo u oposición de los imperios de la época (el comunismo y la democracia) a los restantes países: guerra convencional de baja intensidad, espionaje, rebeliones locales, guerrilla terrorista, represalias mutuas, bloqueos económicos, golpes de estado en el tercer mundo, créditos preferenciales, radicación de industrias, venta y remisión de armamentos. El mundo siguió andando y los pueblos, mientras les fue posible, continuaron gozando de su credulidad en los regímenes de posguerra.

La Argentina por resultar en ese entonces incluida en el “área occidental”, de acuerdo a la división del mundo pactada por “los Aliados” en Yalta, tuvo en suerte depender de intereses de la megapotencia Estados Unidos de América. Desde el golpe de Estado que derrocara al presidente Perón (1955) el país fue sometido al control de agencias de la Organización de Naciones Unidas, orientada por la voluntad estadounidense que en su carácter de integrante de la “renovada sinarquía” apoyó y promovió desde la más autoritaria dictadura hasta la más anárquica democracia, según sus particulares intereses. En tanto los intereses de los otros integrantes de esa misma sinarquía proponían subrepticiamente su sistema comunista como solución para los problemas locales; su finalidad consistía en lograr un cambio de régimen político que les permitiera incorporar a nuestro país al bloque colectivista. Consecuencias de estas disputas entre los detentadores del poderío mundial y sus secuaces locales fueron renovada violencia, inútiles muertes e incremento de pobreza para nuestra gente. El pueblo, a pesar de lo padecido, siguió creyendo en que “la democracia” resultaría solución.

Desde el año 1983 la satisfacción por la recuperación del sistema republicano duraría bastante poco. Pronto quedó en evidencia que candidatos, representantes y la mayoría de funcionarios instalados como renovada “clase dirigente” constituyeron una actualizada oligarquía que solo velaba por sus inmediatos intereses. Eso sí, para poder perdurar, distribuía “migajas” entre los votantes cuando le era posible. No obstante, el pueblo quiso creer que la madurez del sistema con el tiempo conformaría una democracia evolucionada.

El tiempo pasó, el sistema envejeció y también sus servidores, no logrando erradicarse los vicios por los cuales políticos oportunistas, ventajeros y vividores lograron apoderarse del Estado en perjuicio del resto de los ciudadanos. Es más, mediante manipulación de las necesidades y temores de los habitantes se permitieron violentar, incumplir y hasta reformular las normas jurídico-políticas con la finalidad de lograr garantías de impunidad. Ahora con una “nueva camada” de candidatos incorporados al “ruedo electoral” pretenden continuar sosteniendo sus situaciones de privilegio. No escatiman en fraudes, dolos, gastos, malversaciones, ni en provocar cualquier tipo de conflicto para lograrlo; total la población siempre paga, aguanta y además, ¡quizás los vota!.

Si así no fuera, es sabido que siempre están dispuestos a culpar a cualquiera con tal de negar sus responsabilidades dirigenciales como causantes de lo que hoy no es posible predecir: lo vienen haciendo con desparpajo desde hace años.

El electorado en instancias como las que se aproximan puede lograr verdadero protagonismo si se decide a votar rechazando falsedades y engaños que, día a día, se hacen evidentes con solo prestar atención a las promesas y logros declamados en comparación con la realidad que se impone en la vida cotidiana. Todo ciudadano responsable y medianamente informado dispone de capacidad para evaluar la dignidad, seguridad, confianza, posibilidades y venturoso porvenir dilapidados en perjuicio de nuestra gente por las frustrantes dirigencias conocidas.

Si así no se hiciere, seguramente la Nación nos lo reprochará: sufriremos

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