viernes, 8 de abril de 2011

MORAL O MORALINA




por Ricardo Lafferriere
ricardo.lafferriere@gmail.com

¿Candidato radical?

Los pasos de los actores no oficialistas son seguidos con especial atención por una opinión pública democrática que observa absorta la desvinculación entre la responsabilidad que debiera asumir el liderazgo opositor con las actitudes efectivamente tomadas por los principales protagonistas del escenario.

Días atrás hacíamos referencia, en esta columna, a la esperanza que significaba el compromiso de trabajo conjunto en el plano parlamentario de importantes líderes políticos preocupados por el peligroso deterioro de la institucionalidad democrática que ha llegado hasta el extremo de desinteresarse de la propia seguridad ciudadana, al retirarse la custodia de la Policía Federal de numerosos espacios públicos.

Decíamos también que el siguiente paso esperado por la mayoría de los ciudadanos que desean una alternativa al kirchnerismo era el acercamiento de las posiciones del arco democrático republicano, por encima de su ideología finalista, para reconstruir las reglas de juego que le dieran al país un horizonte de convivencia en paz y solución de conflictos mediante los procedimientos y mediaciones establecidos por la Constitución Nacional.

El problema es político, decíamos. Y ese problema político mayor no se solucionará sólo con el trabajo parlamentario conjunto, por bienvenido que éste sea. Se solucionará articulando una masiva alternativa con la madurez suficiente para acordar políticas básicas de funcionamiento democrático republicano, que a la vez acuerde programas de inclusión social, retome el control de las variables fiscales y monetarias desbordadas, garantice la seguridad jurídica y personal de los argentinos y recupere el clima de diálogo y confianza recíproca entre los argentinos. Son políticas que subyacen en todas las fuerzas democráticas.

Construir esa alternativa requiere madurez y exige comenzar en las bases de un programa de gobierno. Poco aporta seguir privilegiando los posicionamientos personales con actitudes caprichosas, sin base legal, estatutaria o reglamentaria, mediante las cuales se busque una ventaja pequeña, de patas cortas y efectos nocivos para cualquier construcción alternativa. No es con maniobras de comité sino con actitudes de estadistas que se podrá ayudar a la Nación a recuperar su rumbo.

El paso más importante del proceso de renovación de autoridades se dará el 14 de agosto. Según las normas vigentes, será sólo en esa instancia cuando se definan los candidatos de las fuerzas políticas. Cualquier otro atajo no deja de ser una maniobra de escasa entidad ética.

Los argentinos de bien están demandando que se establezcan los puntos programáticos que servirán de base al alineamiento de los ciudadanos y partidos para participar en la elección primaria obligatoria de la que surgirán, según la ley vigente, los candidatos respectivos. Es el primer paso, al que no puede llegarse con candidatos proclamados bajo riesgo de dinamitar una delicada construcción política mayor.

Ratificamos nuestra convicción de que las ideologías finalistas invocadas en forma de exclusión poco aportan en esta coyuntura, por lo demás, dramática para el futuro inmediato de la Argentina. Son divisionistas y sectarias, con una consecuencia inexorable: contribuir en forma consciente o velada al continuismo oficial.

El verdadero dilema argentino de este tiempo es entre el autoritarismo populista o la democracia republicana y en ambos grandes bloques hay sedicentes “progresistas” y “moderados”. Así como el primero arracima alrededor del Frente para la Victoria un arco que se extiende desde Carlos Menem a Sabatella, desde Hebe de Bonafini y Luis D’Elía hasta Aldo Rico, desde Moyano hasta Filmus, es imprescindible que el espacio democrático republicano de muestras de poder contener a similar pluralismo, desde Macri hasta Pino Solanas, desde Margarita Stolbizer hasta Eduardo Duhalde, desde Carrió hasta Binner y de Narváez. Y es imprescindible la participación del radicalismo, que no liderará esa delicada construcción llegando con nombres amañados en caprichosos procedimientos sin base legal, estatutaria o reglamentaria alguna.

La oposición debe mostrar madurez. Si ello no ocurre, es inexorable un nuevo turno kirchnerista. Y no será responsabilidad de nadie más que de la dirigencia democrática republicana reticente a esta confluencia, que habrá demostrado su ceguera y su egoísmo en el momento de pasar en negro sobre blanco su verdadero compromiso con el país. Aunque la escude tras relatos de presuntas purezas ideológicas, moralinas sobreactuadas o intransigencias históricas.

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