viernes, 20 de mayo de 2011

MANO DURA


CASOS DE “MANO DURA” O SEVERIDAD CON DELINCUENTES

Por el Dr. Jorge B. Lobo Aragon

Siempre está latente la preocupación por la inseguridad. Muchos delitos quedan impunes. Algunos hablan de "mano dura". Personal­mente, considero que debe­ría mencionarse la Justicia, y no a la “severidad”, o la dureza.

El mismo general José de San Martín habló de la ne­cesidad de dureza contra el desorden. Es claro, la so­ciedad quiere el orden; pa­ra lograrlo, hace falta repri­mir la delincuencia.

Todos, o casi todos, coin­cidimos en que se debe combatir la delincuencia.

Quienes cometen críme­nes deben recibir una san­ción ejemplar, que disuada a los demás.

De los delincuentes, unos pocos se descubren y san­cionan con la pérdida de su libertad; esos convictos, en­tre rejas, despiertan conmi­seración, de modo que las leyes prevén alivios a sus si­tuación: reducción de penas por buena conducta (buenas conducta de quienes no tienen más remedio que por­tarse bien), visitas especia­les de sus familiares (que permite al condenado no privarse de agrandar su fa­milia), prisión por sólo unas horas diarias, que dan al re­cluso la oportunidad de practicar alguna industria lícita.

Y se oscila entre extre­mos: al delincuente, que se lo castigue con dureza; al penado, que se lo trate con blandura, con humani­dad, con especial y solícita conmiseración.

Entre las amas de casa prima el criterio de aplicar una severidad suficiente­mente rigurosa para disua­dir de cometer crímenes.

Entre los políticos, la cle­mencia, la sensibilidad, la suavidad unida a veces a una consideración econó­mica: si se anticipa la liber­tad el presupuesto se bene­ficia con el alivio.

Es un tema tan discutible que los partidos políticos no se atreven a hacer de él banderas electorales; y en la mayoría de los casos se ma­nifiestan sólo en favor de una genérica justicia que no se comprometa a aplicar ningún rigor ni demasiada indulgencia.

Se conmueve la sociedad, la opinión pública, cuando por benevolencia son bene­ficiados autores conocidos de crímenes aberrantes.

Entonces sí, la sociedad protesta contra la impuni­dad, pues los delitos quedan sin castigo ante la lenidad de la pena.

Y no se ve el modo de corregir esto, pues así como los romanos decían "la ley es dura, pero es la ley", el sistema actual contesta: "la ley es blanda, pero es la ley".

Esa preocupación impul­só la reforma del código de procedimientos en lo penal, para servir a las necesida­des comunes. Al corregir, cabe recor­dar que la sociedad necesi­ta que se acaten sus nor­mas; un sistema que disua­da a quienes se resistan a ese derecho; que para disuadir, el rigor – y hasta cierta du­reza – son indispensables.

Y que esa dureza la jus­tifica la necesidad del orden y también, el antecedente de haber sido propuesta por el criterioso e ilustre gene­ral San Martín.

El delincuente es un indi­viduo que, por supuesto, merece la consideración a su condición de ser huma­no.

Pero un exceso de defen­sa a los delincuentes pone a la ciudadanía en general en estado de indefensión.

Las víctimas y sus familiares necesitan la contención de las leyes y de nuestros Códigos de procedimiento ya que también ellos deben tener acceso a elementales derechos humanos.

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