miércoles, 18 de mayo de 2011

SUBSIDIO



-La patria subsidiada

Por Miguel Ángel Rouco

www.notiar.com.ar

“Nosotros rechazamos el Estado benefactor, y la protección total y general del ciudadano, no solamente porque esta tutela, al parecer tan bien intencionada, crea unas dependencias tales que a la postre sólo produce súbditos y mata la libre mentalidad ciudadana, sino también porque esta especie de autoenajenación, es decir, la renuncia a la responsabilidad humana, debe llevar, con la paralización de la voluntad individual de rendimiento, a un descenso del rendimiento económico del pueblo”.

Esta frase que no pertenece a un ultramontano ni a un monetarista químicamente puro, debe llevar a la reflexión a la sociedad argentina, a punto de enfrentar un proceso electoral decisivo para el futuro del país.

La frase le corresponde a Ludwig Erhard, ministro de Economía de Konrad Adenauer, posteriormente canciller de la República Federal de Alemania y uno de los “padres” del milagro económico germano que llevaron a ese país a convertirse en la tercera potencia económica mundial.

De allí que el meneado discurso kirchnerista de que la Argentina viene del desastre económico resulta ínfimo comparado con la tragedia de la post-guerra europea.

De estas elecciones dependerá si la Argentina recupera su memoria colectiva o bien pierde nuevamente el tren de la historia, en este caso, en un determinante, siglo XXI signado por el dominio del conocimiento.

La política oficial de subsidios indiscriminados está convirtiendo a gran parte de los argentinos, en una legión de desempleados, sin capacidad para insertarse en un mundo ultra competitivo y dependiente de las dádivas del poder de turno.

Con este esquema, la economía en su conjunto va camino a perder competitividad y eso la lleva más tarde a perder eficiencia, transformándose en un esquema caro y obsoleto, sólo beneficioso para los sectores ultra-protegidos o socios del Estado.

La competitividad, si bien es un marco exógeno, se convierte en un elemento interno, toda vez que debe formularse como un mecanismo de autoexigencia.

Cuando la economía deja de ser competitiva, deja de ser atractiva para el capital de inversión y cae irremediablemente en esquemas productivos viejos, caros y víctimas de agentes económicos expoliatorios.

En gran medida, esto se está percibiendo en la economía argentina bajo el mandato kirchnerista. Los niveles de inversión externa directa son ínfimos. De acuerdo con datos de la Cepal, las IED representan el 1,5 por ciento del PBI, un nivel por cierto, bastante exiguo para un modelo económico que supuestamente crece a tasas chinas.

Si el modelo fuera tan atractivo y tan exitoso, ¿por qué razón no hay un aluvión de inversiones extranjeras? La respuesta no es simplemente económica y contiene bastantes condimentos políticos, entre ellos, la violación de normas y contratos, el avasallamiento a la propiedad privada, la intromisión del Estado en las relaciones entre particulares, inseguridad jurídica y un estado de excepción económica vigente desde la crisis de 2001.

La claudicación judicial en el caso Siderar y el beneficio corporativo sancionado por el Congreso Nacional en el caso de la ley de Medicina prepaga confirma el clima antiinversor que cruza al país. El Gobierno está llevando al país a un aislamiento internacional sin precedentes.

Cuando una economía no tiene inversiones, y el Gobierno crea la ilusión de un consumo artificial mediante un aumento del gasto público y una emisión monetaria espuria, el resultado no es otro que un voraz incendio inflacionario.

Sin embargo, la sociedad parece no reaccionar. Los ancianos y adultos mayores parecen como resignados frente al atropello oficial. La generación intermedia sólo ofrece una resistencia que es insuficiente para convencer al resto. Y la juventud que no vivió ni padeció los efectos devastadores de la inflación, acepta mansamente el discurso oficial, sin cuestionamientos, rechaza la vía del esfuerzo y prefiere recostarse sobre el colchón de la patria subsidiada. Ya no importa la dignidad, sólo vale la magia de un subsidio que pagan los pobres y los ancianos.

La administración Kirchner, en otra aproximación al holocausto, quemó las reservas y los ahorros de los trabajadores y jubilados, para mantener el ilusionismo y la ficción de consumo y ahora no sabe cómo apagar el fuego que terminará devorando todo a su paso, incluso a los piromaníacos huéspedes de la Casa Rosada.

En este tren sin control, el Gobierno deberá este año echar mano a más reservas y más ahorros de los jubilados. El Fondo de Garantía de Sustentabilidad del Sistema de Seguridad Social fue descapitalizado por el Gobierno. Como si tratase de una alcancía sin fin comienza a exhibir menores recursos. Los rendimientos de sus inversiones en lo que va del año, en especial los títulos públicos son mínimos en un portafolio donde los bonos del Estado representan el 54%.

Pero el Gobierno sigue creando dinero alegremente para mantener la ficción y esterilizando los excedentes monetarios con más deuda en cabeza del Banco Central, como si fuera un banco de otro país y la deuda no la tuvieran que pagar los argentinos.

La deuda por la emisión de Lebac y Nobac asciende a unos 25.000 millones de dólares y genera intereses superiores a los 3.000 millones de dólares.

Con inflación, sin inversiones y con un horizonte electoral complejo, los operadores del mercado comienzan a tomar precauciones y a dolarizar sus carteras. Esto llevó al dólar marginal a 4,30 pesos y a tener menos interés por inversiones en pesos entre ellas depósitos, bonos y Lebac.

Si se acentúa esta tendencia, el BCRA estará obligado a levantar las tasas para neutralizar la suba del dólar, un escenario obligado de enfriamiento económico. El camino inverso es echar más combustible en la hoguera...

Fuente: El Liberal (Santiago del Estero)

No hay comentarios: