jueves, 8 de octubre de 2015

EL PERDON.....

PARA PENSAR ( LARGO E IMPERDIBLE) EL PERDON, LA RECONCILIACION, LA ESPERANZA Crei imp compartir esta reflexión que me hicieron llegar, Podemos estar de acuerdo en todo, o en parte! En nada? Pero considero imprescindible el compartir lo que piensan conciudadanos, testigos de aquellos años, que no permanecen indiferentes ante el relato, y se cuestionan, reflexionan... Comprometidos con lo que nos pasa, se dan tiempo para el pensamiento y sentido crítico... Saludos! Estaba muy cansada ese día y a las seis de la tarde la tentación de irme a casa era grande. Pero algo dentro de mí insistía en que fuera, en que no sería lo mismo leerlo al día siguiente. La UCA convocaba a “Una reflexión sobre los años setenta: de la lógica del enfrentamiento a la cultura del diálogo”, un encuentro en el que expondrían monseñor Jorge Casaretto, la senadora Norma Morandini y Arturo Larrabure, hijo del coronel Argentino del Valle Larrabure, para promover “la reconciliación, el perdón y la unión”. La idea había surgido a partir de la publicación del libro El diálogo, de Graciela Fernández Meijide y Héctor R. Leis. Fui. Puerto Madero, auditorio colmado, mucha gente mayor salvo unos pocos alumnos, periodistas, fotógrafos. Fueron dos horas suspendidas entre la niebla del pasado y el dolor del presente. Tanto Morandini como Larrabure, sentados uno al lado del otro, hablaron con el alma en la mano, evitando que alguna palabra pudiera herir al otro. Ella recordó a sus dos hermanos, Néstor y Cristina, desaparecidos durante la dictadura militar, lo que significó vivir con una madre de pañuelo blanco toda una vida de desgarramiento, pero también de aprendizajes. Entendió que “hay un solo demonio, que es la violencia” y, como escribió en su libro: “Reconocí los errores y la soberbia de diseñar un mundo ideal a expensas de negar y desconocer al otro” (1). Larrabure también conmovió al auditorio al leer varios párrafos de las ocho cartas que su padre escribió a la familia durante los meses que duró su cautiverio, luego de ser secuestrado por miembros del ERP en 1975 –en plena democracia–, encerrado en un cubículo y luego asesinado. Su voz era serena y denotaba una emoción controlada al releer las palabras del militar que manifestaban su entereza y sus valores. “Más que el indulto me interesa la conversión”, dijo luego de expresar que había perdonado a los asesinos de su padre y que había entregado a Dios el dolor de toda una vida sin él. Verlos saludarse con un beso después de cada exposición me emocionó. Casaretto pidió perdón por una Iglesia que en aquel entonces también estaba dividida en dos bandos. Habló del valor de transitar el camino completo de Memoria-Verdad-Justicia-Perdón, aunque sostuvo que en la Argentina se había privilegiado la Justicia por encima de la Verdad. Hay muchos casos como el de Larrabure que aún esperan salir a la luz para contar la suya. El camino del perdón Me alegré de haber ido porque para mí, que viví esos años de plomo y sangre, fue valioso escuchar la historia contada por los sobrevivientes de bandos contrarios y verlos juntos, hermanados, en paz. Todo un símbolo. Volver a ese tiempo de tanta oscuridad y violencia fue fuerte pero al mismo tiempo reparador. Pude comprobar el profundo camino espiritual que habían transitado ellos en estas cuatro décadas y la sabiduría que había en cada una de sus reflexiones. El dolor, si se acepta con humildad, puede dejar grandes enseñanzas en la vida y eso se notaba en ellos. Sentí que también expresaban el deseo de reconciliación y perdón que está en el alma de tantos argentinos que vivimos esa pesadilla de los años setenta. Me fui contenta, esperanzada. Me duró poco. Mientras todo esto sucedía, la presidenta CFK por cadena nacional se había referido al programa de PPT del domingo anterior –donde un condenado y un procesado por el triple crimen de General Rodríguez implicaron a Aníbal Fernández– y había comparado a los periodistas con integrantes de los “grupos de tareas” que en los setenta hacían desaparecer personas. Me produjo un fuerte rechazo: era echar sal en las heridas de todo un país. Verdaderamente siniestro. Y como estas “coincidencias significativas” siempre me dejan pensando, me propuse tratar de entender qué le pasa a la presidenta, que insiste tanto en cultivar el odio y el rencor en vez de promover la reconciliación y el perdón, y decidí interrogar al respecto a los grandes líderes políticos y espirituales: Mahatma Gandhi: “El débil nunca puede perdonar. El perdón es el atributo de los fuertes”. “Quien no sabe perdonar a otro ser por sus errores vive condenado al rencor y su prisión es el odio acumulado en su interior”. Nelson Mandela: “Si no perdonas, nunca serás libre. El perdón libera el alma, elimina el miedo. Por eso, es una herramienta tan poderosa”. Teresa de Calcuta: “El perdón es una decisión. Si en verdad queremos amar, tenemos que aprender a perdonar”. Martin Luther King: “El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar”. Papa Francisco: “El primero en pedir disculpas es el más valiente. El primero en perdonar es el más fuerte. El primero en olvidar es el más feliz”. Jesús fue más lejos todavía al decir que debíamos “amar a nuestros enemigos”, y eso hizo. Al momento de morir en la cruz rezó por sus verdugos: “Perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen”. Comprendí que el problema es de ella, de CFK, cuyo liderazgo dista mucho de ser espiritual. La mejor prueba es su identificación con Juana Azurduy, una mujer sanguinaria y violenta del siglo XIX, cuya estatua, espada en mano, ella erigió en los jardines de la Casa Rosada. Ese liderazgo, basado en el poder material, el dominio y el miedo, es viejo. Es el tipo de liderazgo que el mundo está dejando atrás –en especial por el aporte de las mujeres– porque responde a un paradigma superado, el de la confrontación, frente a la arrolladora fuerza de la cooperación y la unidad. Cayó el Muro de Berlín, asoma un mundo multipolar, las religiones oran juntas. La cultura del encuentro del papa Francisco no solo logra que Cuba y Estados Unidos reanuden relaciones diplomáticas después de medio siglo, sino que hace de él un indiscutido líder global. Sopla otro espíritu. Símbolos de unidad Quedarse anclado en el pasado y mirar la realidad por el espejo retrovisor es un error capital: el mundo de hoy es otro. Hay una nueva generación que piensa y actúa diferente; la revolución de las mujeres y la tecnología son imparables y están renovándolo todo. Pero también hay muchos integrantes de la generación de los baby boomers, los que nacimos de la esperanza y los deseos de paz de nuestros padres al terminar la Segunda Guerra Mundial, los hippies de los sesenta y setenta que vivimos el sanguinario siglo XX que todavía estamos vivos y conservamos esas utopías que compartimos con nuestros hijos. Muchos hemos padecido por esos deseos de absoluto, llorado y madurado; pero como Morandini, también aprendimos que “las ideologías nos encierran y separan y, por eso, nos impiden la maravillosa aventura del encuentro” (2). Con los años, logramos superar esa grieta, salir de ese conflicto que, antes que externo, es interior. No me parece casual que los dos encuentros de diálogo, Fernández Meijide-Leis y Morandini-Larrabure, sean entre un varón y una mujer, porque representan “afuera” esa integración que llevó a cabo cada uno de ellos dentro de sí mismos. La razón masculina separa, divide y de ahí surge la confrontación de las ideologías que se arrogan la verdad; pero el alma femenina, el ámbito donde se despliegan las emociones y se manifiesta lo sagrado, busca la conciliación y es ella la que nos une y nos hace hermanos. La nueva consciencia integra, conduce a la unidad donde se anulan los opuestos: varón-mujer, joven-anciano, derecha-izquierda… “Todo acto de adquirir consciencia es un acto de creación”, dijo Jung. Por eso pienso que Dios se está revelando al alma humana y, así, creando una nueva humanidad. Porque con dolor hemos aprendido finalmente que la verdad no se impone por la fuerza ni es patrimonio de algún ideólogo o iluminado, sino una construcción colectiva, donde el otro siempre debe ser parte. Como dicen los sufíes: “La verdad son siete ciegos palpando un elefante”. El desafío hoy es la reconciliación y el perdón; buscar la integración interior para acercarnos a la Verdad, porque solo ahí está la Vida. El alma sabe encontrar el camino. Lucrecia

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