lunes, 20 de mayo de 2019

APOCALIPSIS 2019

ARGENTINA 2019 Apocalipsis de Cambiemos y CFK, el PJ por el regreso, el país a la deriva Interesante la cantidad de debates que se han producido desde que Cristina Fernández de Kirchner 'primereó' y realizó un movimiento político en un escenario colmado por la pereza y el aburrimiento (puras noticias judiciales o especulaciones mediáticas, poco y nada de substancia política). Urgente24 ha decidido defender que las ideas fluyan, aún aquellos enfoques que no se comparten. Sin embargo, es decisivo permitir que persista la pluralidad, que no debamos extrañar el disenso porque el pensamiento único sería la verdadera tragedia argentina. Así que aquí va un enfoque: Por ALPHONSE DE LUXEMBURGO Experiodista. Profesor universitario. Consejero de negocios de alcance global. Utiliza un seudónimo cuando escribe para Urgente24. "¿Qué ves? ¿Qué ves cuando me ves? Cuando la mentira es la verdad". (Divididos, 1996) Curioso y paradojal, entretenidos en los fuegos de artificio del corto plazo, comienza a divisarse, en la densa bruma política que intoxica a la Argentina, que, en términos eleccionarios, ganar puede significar, ciertamente, perder. La decisión de la ex presidente Cristina Fernández (de Kirchner) de entronizar a Alberto Fernández como candidato a Presidente, reservándose para sí en su anuncio la modesta pero acechante vicepresidencia, disipa algo más lo que se desenrrieda entre el cortísimo plazo y el mediano y largo plazos. Toda esa perspectiva atesora componentes sociológicos, macroeconómicos, geopolíticos y de desarrollo, que una mera lectura política suele secundarizar o ignorar. Certezas Alternativa Federal no ha conseguido construir ni disponer de un candidato presidencial con suficiente intención de voto como para participar de la mesa de póker de las decisiones políticas principales. Roberto Lavagna sólo obtiene entre 12% y 15%, y con eso es notoriamente insuficiente como para dar cualquier batalla en las urnas. Aún más: si todos los referentes (Sergio Massa, Miguel A. Pichetto, Juan M. Urtubey) sumaran –fenómeno que no se verifica en los hechos y es desechado por los encuestadores- no superarían el 27%. Es decir, Alternativa Federal no tiene chances reales para la Presidencia pero sí para el juego que parece asomar bajo la hojarasca de lo cotidiano. El “cristinismo”, versión más radicalizada y cínica del kirchnerismo, acaba de admitir una doble derrota y de reconocer su principal limitación. Tras la bochornosa capitulación del intento de golpe de Estado de la mayoría peronista en la Corte Suprema de Justicia de la Nación (rendición en horas ante unos cuantos cacerolazos, tres tapas de portales relevantes y miles de repudios en las redes sociales), orientado a beneficiar a CFK de una postergación del inicio del primer juicio oral en su contra junto a muchos de sus ex funcionarios, debió asumir públicamente que su candidatura a Presidente, como una carambola perversa, solo podría restarle una última posibilidad de aunar aunque sea a una parte del peronismo disperso (Sergio Massa, básicamente, porque una encuesta –poco profesional- le indicó a Alberto Fernández que con los votos del tigrense tenían oportunidad de ganar) y empoderar a una figura menos ríspida (en la suposición, una vez más errada, del cristinismo) para la clase media, que sigue siendo la que decide todas las elecciones y la que evitó que el segundo mandato de CFK volcara hacia la experiencia venezolana. (El libro “Sinceramente”, de CFK, y las amenazas de Máximo Kirchner de entrar en default al menos con el Fondo Monetario Internacional, además del proyecto de Mempo Giardinelli de eliminar la Justicia, con el apoyo del ex juez de la Corte Suprema, Eugenio Raúl Zaffaroni; y el intendente de San Antonio de Areco, Francisco Durañona, dieron por tierra de un plumazo los esfuerzos dialécticos de AF por insistir sin sustento alguno que CFK había cambiado y era un dechado de moderación). Se atribuyó estos días a CFK haberle dicho a AF: "Tengo un techo: puede alcanzar para ganar pero va a ser muy difícil para gobernar. Vos tenés que ser Presidente, yo te voy a acompañar", y otros le adjudican haberle explicado: "El país necesita alguien que sume, como vos, y no alguien que divida, como yo". Hasta CFK se convenció que no pasa del 30% de intención de voto y que, sin algo del peronismo al que desprecia y mucho de la clase media a la que también denigra (recuérdese cómo calificó por sí o por medio de sus acólitos los cacerolazos sin bandería política que por 1,2 millón de personas surgieron en su contra en 2012), su candidatura iba directo al fracaso y el destierro, o peor, a quedar sin cobertura política, lista para que hasta el peronismo finalmente le suelte el brazo para que los cinco pedidos de prisión preventiva o definitiva se concretasen. En otras palabras, delegar la candidatura presidencial en AF es un reconocimiento explícito de su debilidad estructural. La velada intención de salir imperceptiblemente del centro de la escena de CFK al consignar a AF como candidato presidencial parece procurar restarle combustible a la polarización en la que el macrismo asienta su estrategia electoral, para mermarle posibilidades de votos, pero la condición apócrifa de todas esas especulaciones confronta que, como surge de quién ha hecho el anuncio, el alfil elegido carece de estructura partidaria propia, a diferencia de CFK. Apenas menguada, la polarización podrá continuar. Tras el indudable fracaso de Cambiemos por impulsar el cambio que postularon en 2015 y la fallida administración (devolvió los niveles de pobreza, recesión, inflación y desencanto que había dejado, apenas encubiertos, la gestión de CFK), ahora también explicitó la ausencia en la renovación de estrategias y desempolvó la extrema polarización de 2015 como argumento electoral, el único. Con la “traición” a la clase media que en aquel año le dio el triunfo (los ajustes de precios y facturas de servicios públicos corroyeron la confianza en el presunto cambio) y al sector productivo, que bajo el mote despectivo de “círculo rojo”, el descrédito de la administración y personalmente de Mauricio Macri es monumental, aunque, curiosamente, la intención de voto sigue siendo relativamente importante, aunque registre caídas a expensas de los sucesos de corto plazo (básicamente, errores políticos y de gestión). Para una administración macrista, enclaustrada en su reducido cenáculo de fieles (en una coincidencia abrumadora con el kirchnerismo en estado sólido), resulta también extravagante que los dos ministros de Economía que ha tenido y tiene (Alfonso Prat Gay y Nicolás Dujovne son radicales no reconocidos como tal por el aparato de la UCR, en tanto ésta propicia al economista Martín Losteau –autor del mayor fiasco económico y político del “cristinismo” con la Resolución 125, que provocó el inédito e histórico enfrentamiento con el campo, que éste ganó-, entregando la economía al otro partido con raíces populistas (de hecho, el peronismo le mejicaneó varias de sus conquistas para presentarlas como propias), es decir, con un profundo desapego de la creación de riqueza y, en cambio, vocación estatista. Cabe recordar que fue durante el gobierno radical de Raúl Alfonsín que se produjo la primera hiperinflación de la Argentina. No por nada Jorge Asís califica al gobierno de Macri como el tercero de origen radical. Sin embargo, la renuencia a cambiar de candidatura presidencial, en beneficio de María Eugenia Vidal, e insistir con el devaluado Macri tiene fundamentos consistentes: el principal es que Cambiemos carece de una figura que pueda asegurar en las urnas la gobernación del principal distrito electoral del país, por lo que, si hipotéticamente Vidal fuese candidata presidencial, debería intentar gobernar posiblemente con un gobernador allí de otro color político, ahondando lo que será una clave de los próximos años: la pérdida de gobernabilidad. El cambio de figura solo alentaría el vaciamiento de Cambiemos, siendo el principal beneficiado el peronismo que busca su redención: volver al poder. Proyecciones Sobre esa base, entonces, se puede concebir cierta trazabilidad sobre los acontecimientos por venir, considerando que, con sus más y con sus menos, cada fuerza política relevante conoce sus limitaciones. Alternativa Federal: como ninguno de sus candidatos visibles puede razonablemente aspirar ni a llegar a un ballotage, la estrategia parece ser fortalecer y tener tiempo de construir un candidato para las elecciones del próximo turno, ya que tampoco podrían hacerse cargo del inevitable ajuste que tendría que afrontar el próximo gobierno. De ese modo, lo que buscan es obtener la mayor cantidad de legisladores para el Congreso Nacional, gobernaciones e intendencias para controlar, desde afuera, a la próxima administración que se elija en octubre próximo (cualquiera sea su signo). Si la mayoría de sus espadas desechan a CFK como eventual aliada táctica es, sencillamente, porque ya saben que serán traicionados, a manos de los militantes de La Cámpora, y porque le aleja la eventual seducción de la clase media, a la que necesitarían para ganar una elección y retornar al gobierno. Los Fernández: admitida ya la debilidad política estructural del segmento, imposibilitado de ganar ya no en primera vuelta sino en un ballotage (la defección de la clase media es crucial), puede advertirse ahora que tal reconocimiento no es nuevo: considérese que en muchas provincias donde ya se votó el “cristinismo” tuvo derrotas inapelables y en los distritos principales (Santa Fe y Córdoba) sus referentes declinaron participar, en beneficio del peronismo local, lo cual vuelve a exponer, crudamente, la fragilidad de la opción política que encarna CFK. Asimismo, el extremismo de sus postulaciones (apoyo de sus portavoces a la dictadura de Nicolás Maduro, la eliminación y persecución de jueces federales –lo que ya hicieron cuando fueron gobierno- y el default como solución a los apremios económicos) son enteramente funcionales para regalarle votos a su principal adversario, Cambiemos, en cuyo entorno tiende a abroquelarse la clase media. Pero la jugada de quedarse con la vicepresidencia y entregar la candidatura presidencial a AF, sin anclaje real en los votantes, ya no podrá acercarle más votos de los que viene perdiendo. El decadente “macrismo” refleja un sinnúmero de contradicciones y traiciones a sus aliados, ya que se ha recluido en su atalaya con capacidad para muy pocas plazas porque desconfía tanto de sus socios en Cambiemos como del peronismo. Es decir, ha sido incapaz de “hacer política”: su diálogo ha concluido en pocos acuerdos. Luego del desgastante, controversial y crítico primer período presidencial, y por arte de aquella endogamia política, Cambiemos ya ha expuesto el principio de su atomización: Emilio Monzó y Nicolás Massot, dos relevantes arietes en el Congreso de Cambiemos, anunciaron que no continuarán, en tanto el primero tiene un ofrecimiento explícito del Peronismo Federal para unírseles (lo que podría suceder el año próximo). La reciente confrontación de Lilita Carrió y Massot no hizo más que transparentar las tensiones intestinas de Cambiemos. Si, tal como se prevé, la economía entrará en un período de inflación algo descendente con estabilidad cambiaria (por el apoyo del FMI), la clase media, como hizo con el “voto vergonzante” por Menem en su segunda elección presidencial, no tendrá más opción que volver a votar por el mal menor, lo que le asegura Macri un segundo mandato, pero muy distinto del primero. Su debilidad política será extrema, con una poderosa liga de gobernadores peronistas –torre de marfil desde la que guiaría a Macri para que efectúe el ajuste que el PJ no tiene interés en realizar- y un Congreso con menos legisladores de Cambiemos que ahora (el “cristinismo” se haría fuerte en Diputados pero los gobernadores podrían vetar las iniciativas en el Senado, siendo así quienes administrarían el fiel de la balanza). Con esa perspectiva, para Macri, al ganar la elección próxima, será el apocalipsis de Cambiemos, que desaparecerá luego de ese segundo mandato, si es que, en el transcurso de su decadencia, no encuentra otra encrucijada política favorable o una martingala para reposicionarse. En rigor, los públicos exabruptos de Alfredo Cornejo, gobernador de Mendoza y presidente de la UCR, acerca de que no es seguro que Macri sea candidato a presidente por la coalición Cambiemos, anticipan la disgregación que proseguirá después del 10 de diciembre, día de la segunda asunción presidencial. Cambiemos ha sido solo una coartada de la clase media para obstaculizar el acceso nuevamente al poder de CFK y sus ditirambos extremistas pero ha resultado en no más que eso, y ha confundido marketing político con gestión, lo que de paso expone su limitación inherente. Perspectivas La sociología, la macroeconomía y la geopolítica también convergen hacia la búsqueda de continuidad en la Argentina. En tanto las generaciones más jóvenes centran su ideología en la satisfacción individual y desconfían o desprecian a la casta política, la macroeconomía requiere de un ajuste que Macri, a expensas del endeudamiento externo, ha evitado, prosiguiendo con la emergencia heredada de CFK. Por su lado, el contexto internacional es igualmente adverso para experiencias populistas autoproclamadas de izquierda, ya que son, ante la Casa Blanca, puerta de entrada para China y Rusia, que intentan hacer pie en América latina por distintos motivos estratégicos. La seguridad alimentaria (y también de política interna y de geopolítica) de muchos países del orbe depende de que la Argentina siga siendo miembro del selecto y reducido grupo de naciones que producen muchos más alimentos de los que consumen. Ese decurso de posibles acontecimientos próximos posibilita vislumbrar un futuro duro, inestable y por momentos amargo de la Argentina del siguiente lustro y quizás de una década, lo que es casi una concesión literaria al escritor ‎Isaac Bashevis Singer cuando proclamó: "Si sigues diciendo que las cosas van mal, tienes buenas probabilidades de convertirte en un profeta." O, dadas las circunstancias de cortísimo plazo, conviene asignarle a Clarence Darrow algo de razón: “Cuando era niño me decían que cualquiera puede llegar a presidente. Ahora lo creo!”

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