domingo, 23 de septiembre de 2007

EL PRIMER PASO

EL PRIMER PASO

Por el Lic. Diego Gonzalo Díaz

Es un lugar común en el vocabulario argentino del día de hoy aseveraciones como: "En este país está todo mal, y no va a cambiar por culpa de los políticos" o "La sociedad no supo aprovechar la revuelta del 2001, todo siguió igual". Frases con una carga de pesimismo muy importante y con un dudoso anclaje con la realidad que sacudió a la Argentina en estos últimos 6 años. Entonces sería saludable, para el análisis de estas dos frases, desandar el recorrido desde esa fecha a la nuestra.

En primer lugar, la mecha de Diciembre de 2001 fue encendida por intereses partidarios y no por la manifestación espontánea de la población. Los saqueos fueron incitados por punteros políticos y todo lo espontáneo de la protesta cívica del 19 y su posterior inclusión en las multitudinarias asambleas populares, se diluyó cuando el gobierno de Duhalde comenzó a destrabar los fondos atrapados en el corralito. El pedido de una nueva raza de políticos enmascaraba nada más (y nada menos) que el reclamo del dinero confiscado en el marco la profunda crisis económica por la que atravesaba el país.

El panorama político no se mostraba mucho más alentador de su contrapartida económica, la renuncia del Presidente De la Rúa terminó de hundir a la UCR y le puso fin al agonizante Frepaso. A esto se le sumó la infinita fragmentación del Partido Justicialista, que no podía imponer un líder con el apoyo suficiente para administrar la crisis.

El paso de los años trajo una recomposición a medias en el justicialismo, que gracias a la búsqueda de poder que caracteriza al partido, logró un enrolamiento masivo bajo las huestes del Presidente Néstor Kirchner y su Frente para la Victoria. Aunque las fisuras internas son más que evidentes, se avizora una recomposición futura en las manos de sus dos hombres más importantes, casualmente Kirchner y Duhalde; si es que ellos se ponen de acuerdo.

Por otro lado el creciente personalismo de los candidatos que forman partidos políticos propios pero se criaron bajo las dos grandes estructuras de la política argentina: radicales y peronistas. Es decir que los cultores de la nueva política, están criados en las fauces de los dos partidos más antiguos.

Al día de hoy los argentinos estamos ante la posibilidad de volver a elegir presidente, para algunos es la perpetuación de un sistema político que nunca va a cambiar, para otros es la posibilidad de poner sus expectativas en un nuevo candidato para que maneje el Ejecutivo de su país. Las esperanzas de cambio que tenían muchos de los que estuvieron en Plaza de Mayo o en alguna parte del país golpeando las cacerolas, parecieran verse truncadas por la coyuntura diaria, la inflación, el INDEC o las elecciones provinciales. La sensación de corrupción y la falta de compromiso con los votantes siguen vigentes en la política argentina.

La premisa social de que nada cambió y nada cambiará se potencia cada día más, pero exigirle todo a los políticos es como patear la pelota afuera del campo de juego. Es decir que los cambios profundos de una sociedad comienzan por sus bases, por lo pequeño, lo que parece insignificante. El verdadero compromiso social no es enarbolarse bajo una bandera política y marchar a la plaza central, sino educar a los hijos, predicar con el ejemplo y luchar desde ese ejemplo en favor del contagio. Las sociedades funcionan históricamente de esta manera, cuando una persona ve peligrar su inclusión en un grupo por sus actitudes, las cambia por instinto de supervivencia. Es por eso que el cambio social no está tan lejos, es simplemente un proceso más lento de lo que muchos anhelarían. La segunda mitad del siglo XX y estos comienzos del siglo XXI tiende a formar la reestructuración social en forma de cambio molecular. Un cambio mucho más espaciado en el tiempo y distanciado de la ruptura con el régimen anterior, el formato de las revoluciones convencionales. Antonio Gramsci abordó el tema desde sus "Cuadernos de la cárcel", donde proyectaba el concepto de cambio social desde una hegemonía imperante, en constante lucha con una contrahegemonía que se iba infiltrando en ella y provocaba una síntesis de un nuevo régimen, una especie de lucha social ininterrumpida que lograba formar nuevos sistemas sociales. Es por allí donde los argentinos debemos ver el cambio, tratando de exigir, tratando de involucrarnos, pero sobre todas las cosas tratando de buscar consensos sociales para generar una transformación profunda.

De otra manera se incurriría en la tautología en la que está sumida gran parte de la sociedad argentina, donde todos se quejan porque sigue la vieja política, muestran su desesperanza por la falta de cambio, pero ninguno quiere ingresar a la política porque dicen que detestan la vieja política.

Los procesos de cambio como el que se comenzó a dar en la Argentina se alimentan de la participación colectiva y de los pequeños logros, que juntos forman mucho más que acciones individuales aisladas. Y no es algo novedoso, ya hace dos siglos Ortega y Gasset lo expresó claramente: "Argentinos a las cosas".
fte: Bajo la Lupa. Hugo Sirio

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