sábado, 28 de abril de 2012

ESPASMOS ANALES

Moreno quiere gobernar la Ciudad Guillermo Moreno quiere hacer magia: ganar un comicio. por ROBERTO GARCÍA . En el bolillero de la semana discuten preeminencia informativa: 1) La expropiación de YPF-Repsol y sus patéticas contradicciones. La rotunda mayoría legislativa a favor de estatizar YPF nubló otras realidades de la empresa: no renunciaron al directorio los Eskenazi; el equipo de españoles que conducía la compañía no fue despedido, les siguen pagando los salarios; el oficialismo habla contra los noventa y Roberto Dromi, pero a éste –junto a un familiar– se lo consulta como si integrara el Gobierno por parte de empresas extranjeras que piensan integrarse al negocio. Abunda la propaganda sobre la nacionalización al tiempo que el Gobierno, en reunión con los bancos, les reclamó mayor crédito para YPF –ya concedido, claro– y transmitió la seguridad de que no habrá otras expropiaciones, que se manejará la empresa con racionalidad y que, de ser posible, incorporarían como socio a un grupo petrolífero de origen norteamericano. Por si faltara poco, se confirmó que la Presidenta, tanto en Cannes como en Cartagena, habló con su colega Barack Obama sobre el codiciado tema del shale gas y el shale oil. 2) El acto de ayer de Cristina en Vélez, organizado por un joint venture de agrupaciones sin capacidad suficiente para convocar por sí mismas y transmitido en la tele como si hubiera sido un programa ómnibus. Se soslaya por falta de espacio el comentario sobre dicha ceremonia: sobra información al respecto en páginas anteriores. 3) El desplazamiento del torpe juez Daniel Rafecas y su reemplazo por Ariel Lijo en una causa (Ciccone-Boudou) que ofrecerá jugosos nutrientes en los próximos días. Tal vez se duerma el caso por un tiempo, aunque queda el desplazamiento del fiscal Carlos Rívolo –ya casi condenado por la sala que apartó a Rafecas– y, especialmente, quizás alguna novedad sobre un presunto viaje conjunto del vicepresidente con alguien que dice no conocer. Hubo un allanamiento que no se concretó a una agencia de viajes: quedan los tickets, sin embargo. Al menos como versión. 4) La novedad de que Guillermo Moreno, de presencia estelar en el palco velezano, se lanza como candidato a las urnas el año próximo, al frente de una línea interna tan combativa que hasta puede conmover la estabilidad de varias jerarquías oficialistas. Por la aversión del personaje a los medios de comunicación, casi subterráneamente se sabe de Moreno y sus futuras aspiraciones. De la instalación del “morenismo” en la Capital Federal como primera escala legislativa para el año próximo y algo superior para el 20l5. Justo aparece el intento cuando el secretario de Comercio acompaña este mes a Cristina Fernández en un viaje a las tierras vírgenes y petroleras codiciadas por el Gobierno: Angola. A vender y promover productos de la Argentina (desde mercadería hasta tango). Casi un intento de colonización. Antes de fin de año Moreno lanzará una corriente propia dentro del peronismo en el ámbito porteño; nadie sabe aún si su propósito electoral dispone de la venia presidencial. Habrá que recordar la declinación de Nilda Garré cuando se divulgó esa misma intención política sin requerir permiso en la Casa Rosada. Debe admitirse que Moreno ya emprendió el movimiento. Con o sin autorización. Desde hace meses el controvertido secretario de Estado reparte su tiempo en visitas a barrios, sedes sindicales y locales justicialistas para explicar a la militancia –o simples simpatizantes– las virtudes del modelo y de su propia política pública. Más intenso, claro, es su mensaje en el Mercado Central: todos los jueves, este outsider de la administración (que es recibido más a menudo de lo que se cree por la mandataria) expresa su pensamiento ante changarines, productores, vendedores y otros curiosos, empezando casi siempre con opiniones sobre la situación internacional (de China a Japón, el dólar, los commodities, Estados Unidos) y la local, discursea sobre economía, política y, a veces, historia. Tiene su repertorio. Para decirlo como un oficialista, hace su relato. Hay una curiosidad en estas peroratas de Moreno: alude a principios que no invisten todos los funcionarios del Gobierno. Como la decencia, la lealtad, la lucha contra la droga (no sólo al tráfico, también a los notables que la consumen), la compatibilidad –en suma– entre la honradez del ejercicio público y la conducta privada. Quienes asisten a estos encuentros revelan que el funcionario en ocasiones hasta menciona nombres de quienes entiende no respetan esos presupuestos elementales. El catálogo, dicen, va de Amado Boudou a Julio de Vido (quien también buscaría, en Buenos Aires, un conchabo legislativo), de la “araña” Débora Giorgi a Carlos Zannini, incluyendo en sus críticas destempladas a jóvenes de reciente ascenso, también veteranos del partido y, sobre todo, prósperos del sector privado afines al Gobierno. No señala sólo cuestiones morales: también falta de idoneidad o ineficacia de los que involucra. De ahí que algunos lo imaginen como una suerte de Savonarola de estos tiempos, en homenaje al monje que combatía la corrupción en la Florencia de los Medici. Se carece por el momento de encuestas sólidas sobre la respuesta popular a Moreno, sobre la audiencia que puede generar su prédica, pero es evidente que se plantea como una voz distinta dentro del coro oficial, como el autor de “un modelo dentro del modelo”. Casi como un correctivo. Su iniciativa política –trabajar para un cargo legislativo en primera instancia y luego para uno superior en el 20l5– ha despertado inquietud no sólo en referentes del kirchnerismo, sino también en varias agrupaciones que lo integran. Se adapta al criterio maoísta de algunos adversarios –“que florezcan mil flores”–, pero desde una perspectiva lejana al marxismo. Habrá que ver si Ella aprobará su letra, esa nueva canción. Aunque, como él piensa, Cristina está tan adelante en el proyecto que en ocasiones ni se ocupa de estas minucias.

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