miércoles, 29 de octubre de 2008

HURTOLANDIA

(Por el Lic Gustavo Adolfo Bunse) ( 28/10/ 2008)

En la Argentina peligrosa y triste de los últimos 5 años, el robo y el hurto disfrutan de la más amplia garantía constitucional.

Los artículos 17, 42, 76, 85 y otra media docena, son una especie de burla indicativa de aquello que debe hacerse, precisamente, al revés.

Ítalo Calvino, escribió un cuento, antes de morir, cuya inspiración acaso fue un fotograma premonitorio de la Argentina progresista y trágica que sufrimos en estos tiempos.
Antes de transcribir este cuento, pido poner atención a lo siguiente :

Diez millones de personas adultas, esto es, más de la tercera parte de la población económicamente activa (PEA), decidieron en diciembre último, permanecer en el subsistema previsional de capitalización jubilatoria y confiar plenamente en ese régimen.

Lo decidieron, aún siendo exhortadas y presionadas por el gobierno a abandonar esa modalidad unipersonal e intangible de su contribución previsional. Y lo decidieron porque el propio gobierno, con un enorme estrépito y con fuertes gastos en propaganda radial y televisiva, los invitó a elegir libremente lo que mejor les convenía.

Muchos diputados, senadores y funcionarios de este gobierno, también tomaron esa misma decisión, rehusando pasarse al régimen de reparto estatal. Acto seguido, el poder ejecutivo, vomitó sobre esa libertad.

En “Hurtolandia” se roba, se hurta, se expropia y se saquea, en nombre de los derechos de los tarados mentales, es decir, los que votaron.

Ni la presidente, ni su ejército de arrodillados tienen la menor idea de que la expropiación es sólo admisible por causa de utilidad pública, previa indemnización. Quitarle a alguien su propiedad para dársela a otro constituye la confiscación estrictamente prohibida por el art. 17 de la Constitución. es decir que sacarle a una persona el dinero de las cuentas para adjudicárselo a una caja, es latrocinio liso y llano. Se puede leer a Joaquín V. González "Manual de la Constitución Argentina" que es el libro en el que habitualmente se ha fundado la Corte en todos los fallos relativos a la interpretación del derecho de propiedad.



Y el derecho de propiedad desde el punto de vista constitucional, no se limita al derecho real de dominio sino que abarca todo lo que le pertenece a una persona más allá de su libertad.

Cuesta mucho creer y entender que haya ahora una importante cantidad de legisladores, decidiendo convalidar el despojo anunciado, siendo los representantes de muchos de esos 10 millones de votantes.

El robo desde el gobierno, léase, desde la conducción del estado, es por su función autónoma, un robo de lesa humanidad.

Y esto es justamente lo criminal que pocos advierten, en relación con las facultades que ni siquiera el Congreso tiene delegadas por la ciudadanía, básicamente por la existencia de un instituto supremo que es Ley Magna, previa a cualquier decisión de cualesquiera de los 3 poderes del Estado :
La Constitución de la Nación Argentina.

El genio de Italo Calvino escribió esto:

Era un país donde todos eran ladrones.

Por la noche, cada uno de los habitantes salía con una ganzúa y una linterna para ir a saquear la casa de un vecino.

Al regresar al alba, cargado, encontraba su propia casa desvalijada.

Y todos vivían en concordia y sin daño, porque uno robaba al otro y éste a otro y así sucesivamente, hasta llegar al último…que robaba al primero.

En aquel país el comercio solo se practicaba en forma de embrollo, tanto por parte del que vendía como del que compraba.

El Gobierno era una asociación creada para delinquir en perjuicio de los súbditos y, por su lado, los súbditos sólo pensaban en defraudar al gobierno. La vida transcurría sin tropiezo, y no había ricos ni pobres.

Pero he aquí que no se sabe cómo, apareció en aquel país, un hombre honrado.





Por la noche, en vez de salir con la bolsa y la linterna se quedaba en casa y leía novelas.

Llegaban los ladrones, veían la luz encendida y no subían.

Esto duró un tiempo, después hubo que darle a entender que si el quería vivir sin hacer nada, no era una buena razón para no dejar hacer a los demás.

Cada noche que pasaba en casa era una familia que no comía al día siguiente.
Frente a estas razones el hombre honrado no podía oponerse.
También él empezó a salir por las noches para regresar al alba, pero no iba a robar. Era honrado, no había nada que hacer.

Iba hasta el puente y se quedaba allí, miraban pasar el agua. Volvía a casa y la encontraba saqueada.
En menos de una semana el hombre honrado se encontró sin un centavo, sin tener que comer, con la casa vacía.

Pero hasta aquí no había nada que decir, porque era culpa suya; lo malo era que de ese modo suyo de proceder nacía un gran desorden.
Porque él se dejaba robar todo y entretanto no le robaba a nadie.

De modo que siempre había alguien que al regresar al alba encontraba su casa intacta: la casa que él hubiera debido desvalijar.

El hecho es que, al cabo de un tiempo los que no eran robados llegaron a ser más ricos que los otros y no quisieron seguir robando.
Y por otro lado, los que iban a robar la casa de ese hombre honrado, la encontraban siempre vacía. De modo que se volvían pobres.

Los que se habían vuelto ricos se acostumbraron a ir también al puente por la noche, a ver correr el agua.

Esto aumentó la confusión, porque hubo muchos otros que se hicieron ricos y muchos otros que se hicieron pobres.

Pero los ricos vieron que yendo de noche al puente, al cabo de un tiempo, se volvían pobres y pensaron:




"paguemos a los pobres para que vayan a robar por nuestra cuenta".
Se firmaron contratos, se establecieron los salarios, los porcentajes.
Naturalmente, siempre eran ladrones y trataban de engañarse unos a otros.

Pero como suele suceder, los ricos se hacían cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Había ricos tan ricos que ya no tenían necesidad de robar o de hacer robar para seguir siendo ricos.

Pero si dejaban de robar… se volvían pobres, porque los pobres les robaban.

Entonces pagaron a los más pobres de los pobres para defender de los otros pobres sus propias casas, y así fue como instituyeron la policía y construyeron las cárceles.

De esta manera, pocos años después del advenimiento del hombre honrado, ya no se hablaba de robar o de ser robados, sino sólo de ricos o de pobres; y, sin embargo, todos seguían siendo ladrones.

Honrado sólo había sido aquel fulano…
… y no tardó en morirse de hambre.

El país era Hurtolandia, la comarca más austral de occidente

Lic Gustavo Adolfo Bunse gabunse@yahoo.com.ar

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