domingo, 3 de noviembre de 2013

ENTRE EL VÉRTIGO Y LA NÁUSEA

“En la vida siempre es así. Las cosas buenas tienen siempre su ladito malo y las malas su ladito bueno”. Mario Vargas Llosa. Me había comprometido, creyendo que las elecciones darían un respiro al vértigo en que vivimos, a escribir esta semana acerca de los ferrocarriles, pero el tema deberá esperar porque, como todos sabemos, han pasado algunas cosas que ameritan hablar sobre ellas. Los chinos, cuando se despiden de alguien al que aprecian, le desean “ojala vivas momentos interesantes”; evidentemente, si algo así nos fue augurado, el deseo se convirtió en realidad. Parece mentira que hayan pasado sólo siete días desde que el Gobierno recibiera, con gesto contrariado y falsa alegría, la peor derrota en las urnas desde que el kirchnerismo, para desgracia de la Argentina, llegó al poder aupado por quienes, de buena fe, creyeron encontrar en el falso mesías que venía de la Patagonia, un nuevo salvador. Dado que, a partir de entonces, la muerte y la repulsa popular pusieron fecha de vencimiento al “modelo” de rapiña y acumulación y, consecuentemente, en breve deberemos volver a elegir, recomiendo a mis compatriotas un libro fundamental de Romina Manguel, “Yo les avisé”; la tesis de la autora, probada a lo largo de sus páginas, es que todos quienes llegaron a presidentes habían exhibido antes, en su lugar de origen y para quien quisiera verlo, sus vicios y pecados, pero nadie reparó en ellos. Más allá del triunfalismo del ¿Frente para la Qué? y su vociferada conservación de mayorías en ambas cámaras del ex H° Congreso, sigo creyendo que, a partir de ahora, la real politik se impondrá a las matemáticas y que, sin olvidar el innegable triunfo político que la Corte brindó a la Casa Rosada el martes, se producirá una fuga de voluntades legislativas hacia el nuevo sol que comenzó a calentar la realidad desde Tigre. Y me lleva a ese convencimiento dos apotegmas que, invariablemente, han signado el devenir del Movimiento: “el peronismo te acompaña hasta la puerta del cementerio, pero no se entierra con vos” y, aún más, “el que gana gobierna, y los demás acompañan”. Tengo para mí que muchos de quienes se enriquecieron aplaudiendo fervientemente los disparates de los Kirchner o votando sin siquiera leer los inicuos proyectos enviados al Legislativo están aterrados con el horizonte de cárcel y hasta pobreza que perciben en el futuro, no por la eventual voluntad de quienes se anoten en la grilla de candidatos sino por la presión y el ansia de venganza de una ciudadanía que ha sido humillada y saqueada hasta la extenuación. Basta, para comprobarlo, recordar que los funcionarios de las administraciones anteriores circulan libremente por la calle mientras que los actuales, aún en el poder, no pueden siquiera ir a comen afuera, tomar un avión o un barco o ir al cine, sin que truene el inevitable escrache. La resolución de la Cámara de Casación Penal, que convalidó las pruebas colectadas contra Vandervroele y dejó cerca del procesamiento a Guita-rrita, habla muy a las claras del olfato de los jueces de Comodoro Py, que describiera en una nota que titulé “La Nariz” (http://tinyurl.com/kj373e2), y en la cual hablé, casualmente y por primera vez, del mal de Pick, que afecta tan gravemente a la Presidente. Pero volvamos al fallo de la Corte que declaró la constitucionalidad de los cuestionados artículos de la Ley de Medios Audiovisuales. A priori, me permito recordarle que nunca he tenido simpatía alguna por el grupo Clarín, que ha lucrado con su poder a costa de todos, todos, los gobiernos, cualquiera fuera su signo político, obviamente incluido el de don Néstor (q.e.p.d.); sin embargo, reivindico mi derecho a elegir libremente qué quiero leer, ver y escuchar. En el país del mundo con mayor número de señales de noticias por cable, resulta por completo absurdo hablar de monopolio y, menos todavía, pretender que ese multimedios influye decididamente sobre la voluntad de los ciudadanos. La sentencia de la Corte, además de su nauseabundo olor a pacto espurio, reviste una inusitada gravedad institucional desde tres aspectos: subordina la vigencia del derecho de propiedad y de los derechos adquiridos a la voluntad de las circunstanciales mayorías parlamentarias; subvierte el rol del Poder Judicial que, de último custodio de las leyes y de las garantías individuales contra los avances del Estado, pasa a ser un mero articulador; y, sobre todo, determina la muerte de la libertad de prensa, que quedará restringida a Internet y los medios alternativos. El primer tema se relaciona, más que directamente, con la seguridad jurídica, ese bien del que la Argentina carece y que hoy resulta en el mundo esencial para el arribo de inversiones. Nótese que ni siquiera los narcotraficantes o los funcionarios corruptos tienen confianza en la Argentina, a punto tal de hacer fracasar todos los esfuerzos de Patotín para dar vida a su blanqueo. El segundo, por lo demás, no es nuevo. Ya en ocasión de hablar sobre los llamados crímenes de lesa humanidad, el Dr. Lorenzetti había explicado, urbi et orbe, que había consensuado con la Casa Rosada una política de Estado, desconociendo el rol constitucional de la Corte. Traté este tema en otra vieja nota, “La cortedad de la Corte” (http://tinyurl.com/maoaldx); dije entonces que, para asumir su nuevo y penoso papel, el Tribunal supremo había aplicado retroactivamente la ley penal, violado de los principios de legalidad y de inocencia e invertido la carga de la prueba, y permite que ancianos enfermos, imputados por hechos ocurridos hace más cuarenta años, muchos de ellos sin condena, sean mantenidos en cárceles comunes, sin atención médica adecuada y sin el beneficio de la prisión domiciliaria, habilitada para quienes superan los setenta años de edad, no corren riesgo de fuga y no pueden poner en peligro las pruebas de los delitos; ni siquiera el reciente fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, que concedió la libertad a los terroristas vascos, ha modificado esa posición. En su resolución, desde otro ángulo, la Corte invoca situaciones ideales, olvidando qué dice la realidad: ratifica la vigencia total del texto de la ley, exige la independencia del AFCSA, reitera la obligación de distribuir equitativamente la publicidad oficial, pondera la pluralidad de voces que la norma dice propugnar, etc. Al hacerlo, obviamente ignora –o finge hacerlo- que Sabatinella es un mero empleado de doña Cristina y que el Poder Ejecutivo ha desconocido los fallos a favor de Editorial Perfil, que Patotín ha impuesto un cepo publicitario que asfixia a los diarios díscolos, que Cristóbal Timba López compró los medios que Hadad no podía legalmente vender, que se ha agraviado y escupido a los periodistas que no coinciden con la visión oficial, que se llegó a imputar a la dueña de Clarín de apropiadora de hijos de desaparecidos, que el oficialismo en pleno –encabezado por la Soñadora Compartida- amenazó con tomar el Palacio de Justicia, que el organismo de control no ha exigido a ningún otro conglomerado mediático la adecuación a la ley y, sobre todo, que la Casa Rosada no reconoce autoridad alguna a la propia Corte, como lo ha demostrado en los casos del Procurador Sosa, de Santa Cruz, o Badaro, en las jubilaciones. Y desdeña cuánto ha hecho el kirchnerismo para convertir a esta década en el peor período para el ejercicio de la libertad de expresión. En resumen, el fallo es una calamidad jurídica e institucional, pero en modo alguno significa que la Ley de Medios pueda ser aplicada de inmediato, puesto que ha dejado demasiados flancos abiertos a discusiones sobre plazos, modos y procedimientos, que recrearán nuevos escenarios conflictivos y requerirán de renovados pronunciamientos judiciales. Espero que los jueces inferiores pongan, al resolverlos, su sapiencia jurídica y, sobre todo, su coraje para deshacer tanto entuerto. A la luz de la mirada de Olivos -¿quién es el que mira, ahora que Cristina no está y nada se sabe de su salud?- el Gobierno ya se encuentra habilitado para invadir las empresas de Clarín, lo cual es obviamente falso. Sin embargo, en este singular Macondo en que se ha convertido la Argentina, todo es imaginable y el mismo jueves Sabatinella se ocupó de probarlo con sus payasadas. La victoria política del Gobierno con la Ley de Medios no soluciona ninguno de los graves problemas que afectan a nuestro país de modo creciente: el primero ya es el narcotráfico y la violencia que trae aparejada; la inflación; la pobreza y la miseria, tan negadas; el deterioro de la educación y de la salud; la crispación de la ciudadanía, cuya agotada paciencia la lleva a quemar comisarías y autos; la pérdida de las reservas; la fiesta del blue; la fuga de empresas extranjeras y la caída del mercado laboral. Cualquiera de ellos daría para escribir un libro y esto, lamentablemente, es sólo una nota; tan pronto el vértigo y la náusea me lo permitan, volveré sobre ellos. Bs.As., 3 Nov 13 Enrique Guillermo Avogadro Abogado

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