sábado, 28 de agosto de 2010

LIBERTADES


EL REGIMEN AHOGA LAS LIBERTADES PUBLICAS

Por el Dr. Jorge R. Enríquez (*)

FIBERTEL

Luego de algunas semanas en las que cierta tranquilidad y el viento de cola internacional arrojaron un incremento de la imagen del presidente y su esposa en las encuestas, estos, acaso envalentonados con esa módica recuperación, volvieron a mostrar su verdadero rostro.

El viernes pasado el ministro Julio De Vido anunció que Fibertel ya no existía.

La Comisión Nacional de Comunicaciones descubrió, según parece, la semana pasada, que alguna adquisición accionaria ocurrida hace muchos años no había sido aprobada por algún organismo de control, pese a que se le había comunicado en tiempo y forma.

El argumento es tan burdo que parece propio de una película del neorrealismo italiano. Nos imaginamos a un funcionario público que detesta al dueño de un restaurante y lo cierra porque un cliente, diez años atrás, denunció que había una mosca en su sopa.

En nuestro caso, el dueño del restaurante se llama Grupo Clarín.

Cuando, durante más de un lustro, Clarín acompañó las políticas del gobierno, podía haber sapos y culebras en la sopa. Uno de los últimos actos de la presidencia de Néstor Kirchner fue la aprobación de la controvertida fusión entre Cablevisión y Multicanal.

Pero cuando Clarín comenzó a reflejar el verdadero estado de la opinión pública, pasó a ser el enemigo público Nº 1.

Lo que el Señor de Olivos calculó mal fue el pésimo impacto que tendría en la sociedad la medida contra Fibertel. La gente lo sintió como un ultraje. Los consumidores fueron los afectados, más allá de la lucha del gobierno contra los medios de comunicación.

Así, por ejemplo, cientos de miles de personas tendrán que cambiar sus direcciones de correo electrónico. Los Kirchner, que viven en una meta-realidad hecha de residencias lujosas, aviones, helicópteros y caudaloso personal de servicio, ignoran lo que esto representa para el hombre común.

Por lo demás, el acto administrativo por el que se instrumentó esta decisión es de una ilegalidad y arbitrariedad tan notorias que sólo jueces muy genuflexos o corruptos podrían avalarlo.

Confiemos en que intervengan jueces de los otros, pero confiemos también en que la sociedad no permita estos atropellos.

PAPEL PRENSA

Desde hace casi un año, es muy claro que el gobierno nacional quiere quedarse con Papel Prensa, con el objeto de controlar el papel para diarios y así condicionar la libertad de expresión.

La historia argentina registra un antecedente. Durante los primeros gobiernos de Perón, el Estado determinaba a su solo arbitrio a quiénes se les daba papel y a quiénes no, y cuánto en cada caso. Muchos diarios no subordinados al poder político fueron clausurados por la tristemente célebre comisión “Visca-Decker”; los pocos que quedaron, como La Nación, debieron contentarse con publicar ediciones de muy pocas páginas y un contenido que debía vérselas en figurillas para sortear la férrea censura.

Creíamos que esos tiempos habían quedado atrás. Sin embargo, los Kirchner siguen avanzando en la construcción del modelo santacruceño de una única voz, la del amo.

Montaron la tarde del pasado martes una de esas puestas en escena a las que son tan afectos, presionando a gobernadores, intendentes, sindicalistas y empresarios a representar el triste papel de aplaudidores oficiales, para anunciar un informe sobre Papel Prensa, pretendiendo involucrar a los dueños de Clarín y La Nación en maniobras delictivas, que incluyeron la tortura, para quedarse con el control de esa empresa.

La historia inventada no resiste el menor análisis. Jamás en todos estos años la viuda de Graiver, el financista de los Montoneros y propietario original de Papel Prensa, dijo lo que ahora dice o le hacen decir: que la transferencia accionaria de la empresa se haya obtenido por indebida presión y por apremios ilegales.

Por si hiciera falta, el doctor Gustavo Caravallo, ex Secretario Legal y Técnico de Perón, abogado de José Ber Gelbard y víctima él mismo de torturas por parte de la última dictadura militar, que fue testigo de los hechos y conversó repetidamente con Lidia Papaleo y su hermano, asegura que es una historia completamente falsa. Avalan esa verdad el hermano de Graiver, Isidoro y la propia hija de aquél.

Pero Caravallo dice algo más: “No hay democracia sin verdad” y agrega “que no se puede jugar con los derechos humanos”. Esta banalización de lo más sagrado es un procedimiento constante en el manual kirchnerista.

Lo único cierto es la pretensión oficial de apoderarse de Papel Prensa. Lo han mandado al licenciado Moreno a patotear a los directivos, en acciones que indigna que aún no hayan sido condenadas por la justicia; y ahora los quieren apretar con esta fábula que remite a las peores prácticas de los regímenes totalitarios.

El rumbo es claro y sólo no lo ven los epígonos de cierto progresismo latinoamericano que es en verdad la manifestación reaccionaria más evidente: la concentración del poder y la consecuente asfixia de las libertades públicas.

Pero no pasarán.

SUPER MOYANO

Cinco plantas de la empresa Siderar, de Techint, fueron bloqueadas por el Sindicato de Camioneros.

Como consecuencia, varios sectores industriales están al borde de la parálisis. Las automotrices, las autopartistas, los fabricantes de electrodomésticos y las metalúrgicas en general pueden quedarse sin el vital insumo de las chapas de acero.

La medida tiende a obtener mejoras para los choferes de las empresas transportistas contratadas por Siderar, que no tienen vinculación laboral con esta empresa.

Pero Moyano avanza. Pronto, todo trabajador será encuadrado como camionero, salvo que demuestre lo contrario.

Kirchner, pese a que hace constantes alardes de su autoridad, le teme.

Ahora, el próspero camionero asumió como presidente del PJ de la provincia de Buenos Aires.

¿Puede pensarse que el ministro de Trabajo va a actuar con imparcialidad en el conflicto?

Esta confusión de roles, que nos viene desde hace décadas, es muy nociva. Sindicalistas que son al mismo tiempo empresarios, dirigentes políticos y funcionarios son una anomalía a la que peligrosamente ya nos hemos acostumbrado y tendemos a considerar natural.

La identificación, además, de la central única de trabajadores con un partido político es profundamente antidemocrática.

El despegue de la Argentina luego de su larga decadencia pasa también por encarar estas cuestiones. Debemos ir a una república de ciudadanos y dejar atrás el frustrante país del corporativismo.

(*) Crónica y Análisis publica el presente artículo por gentileza de su autor el Dr. Jorge R. Enríquez - Abogado - Periodista y ex legislador porteño.

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