BOUCHARD, SÁENZ PEÑA, GUILLOT Y GARGULLIO -LAS CUATRO GESTAS-.
En esta actualidad Argentina, pletórica de mediocridad y vulgaridad hasta lo infinito, considero de oportunidad, recordarle
a muchos y poner en conocimiento de las mayorías, este puñado de viñetas que, cuanto menos, al re inscribirlas en una poco
conocida historia no oficial, tal vez insufle aunque más no sea, a una estrecha minoría, munirse de alguna esperanza, por muy
peregrina que ésta, pudiese ser.
Hipólito Bouchard, no fue nativo de nuestro suelo, sino de la paradisíaca Saint Tropez -Francia-, pero su indómita bravura y azarosa trayectoria empero, nos otorgó y muy excepcionalmente, de un instante de gloria.
Instituido con una patente de Corso por el gobierno nacional, al comando de la fragata La Argentina, tomó por asalto a la entonces capital Californiana de Monterrey, izó nuestra Enseña Patria e incendió la ciudad y sus adyacencias.
Su arrojo con poco más de dos centenares de improvisados Infantes de Marina, acreditó no solo su expertis naval y gallardía.
Sino que además, en los anales historiográficos, silenciados tanto por el reino de España, como por parte de los norteamericanos, fue la primera y única vez que, salvo la británica en la guerra de 1812, una bandera extranjera ondeó victoriosa en territorio de EE UU.,
Roque Sáenz Peña, dentro del reducido cociente intelectual de los Argentinos es recordado apenas, por haberle dado rango de Ley al sufragio obligatorio -tan desafortunado a la luz de lo que implicó y aún implica-.
Sin embargo, algo muy por encima de acceder a la presión yrigoyenista de 1912, y mucho antes de ello, fue protagonista de una auténtica hazaña personal, cuando voluntariamente se enroló en el ejército del Perú, cuando la guerra del Pacífico.
Alcanzó el grado de Capitán por su valentía en combate contra los chilenos, con más, haber sido condecorado por ello y herido de cierta gravedad en batalla.
Algunos de sus detractores, han reseñado que la sinrazón que lo guió, fue producto de cierto instinto suicida, por haber sentido un amor fuera de toda proporción racional de una bella mujer, quien, al parecer era su medio hermana.
Pese a haber indagado en su tortuosa decisión, no he dado con los registros de su cuasi fatal contrariedad, pero sea lo que fuese, nada me desobliga a rendirle un cálido homenaje a un Compatriota con Mayúsculas.
La tercera de estas breves gacetillas, es mi deseo ofrendarla a alguien que no abrazó la carrera de las armas, pero que fue, sin lugar a dudas, el único y excluyente emblema de la caballerosidad de un hombre, muy conteste de lo que para él, fue sin dudas, una cuestión de moral.
Entre finales de 1939 y mediados de 1940, un escándalo de proporciones, se desató a raíz de la compra con algo de sobre precio de un predio en el que se erigiría en Colegio Militar en la actual localidad de Palomar.
Los Conservadores, en la voz de Vicente Solano Lima, encendieron todo un vendaval en el recinto de un Congreso que, en comparación al actual, gozaba de cierto prestigio e institucionalidad.
Las acusaciones al gobierno de Roberto Ortíz, -un Presidente, casi mortalmente enfermo en virtud a una diabetes que lo tenía postrado con una progresiva ceguera fueron notable e injustificadamente inclementes.
De dicha pesquisa, dos nombre sobresalían por encima de otros coludidos; el del Comandante del Ejército, un general apellidado Márquez y el de un Diputado.
El militar, quien en esencia no se había quedado ni con un centavo, salvo unos carretones de materiales para refaccionar una casa quinta de su propiedad en la bonaerense Pilar, renunció de inmediato.
Pero, lo del Legislador tuvo los ribetes de una tragedia, tan inédita como envuelta de glorificación.
Víctor Juan Guillot, miembro informante de la Comisión de Economía de la Casa de los Comunes, al parecer, validó que la irrisoria suma de veinte mil pesos, fuera percibida por una señorita de apellido López, merced a un cheque al portador en la Casa Matriz del Banco Español, en el microcentro Porteño.
Después de un tiempo, se supo que esta desdichada, resultó ser la manceba del malogrado Diputado, al que además lo unían dos hijos extramatrimoniales.
El impacto en la conciencia y el honor de ese memorable sujeto fue de una magnitud tal que, en la madrugada de agosto 23 de 1940, se suicidó en su bufete de Abogado.
Siempre conjeturé la hipótesis que si, -por tomar un tramo-, desde 1983 hasta nuestros días, sus colegas -por denominarlos con una vergonzante sinonimia- a los que sentaron sus reales en ambas cámaras del Parlamento-, hubieran imitado el estoicismo del pobre de Guillot, la pira funeraria chocaría contra el Domo del Capitolio.
En junio 17 de 1955, un demencial bombardeo de la Aviación Naval, sacudió a la Plaza de Mayo y sus adyacencias.
¿Las víctimas?, todas civiles, se estiman por encima del millar; pero lo más luctuoso fue que, cuatro omnibuses con algo más de doscientos angelitos menores a los diez años y que, con gran entusiasmo y alegría eran conducidos con sus Maestras a una programada visita al Zoológico de Palermo, también fueron incinerados por esas bombas asesinas.
El propósito de ultimar a Perón, quien, con gran esmero se escondió como una alimaña, en los sótanos del Ministerio del Interior fue un estrepitoso fracaso.
Sin embargo, en la absoluta soledad y congoja, el Comandante de la Aviación de Marina -Contraalmirante Benjamín Gargiulo-, cuando se anotició sobre la cantidad de inmolados y entre ellos, esos pequeñitos, se disparó en su sien derecha en su despacho de la Base Naval en Punta Indio.
Estoy casi seguro que estos tan recónditos como aislados episodios, no son conocidos popularmente, y es por ello que, entiendo oportuno, como lo señalé más arriba, refrescarle la memoria a quienes brumosamente todavía los recuerdan, pero fundamentalmente, para poner en conocimiento a los más ignorantes que, infortunadamente en dosis menos que pediátricas, hubieron otros Argentinos con claros destellos de fulgurancia propia.
Y es por eso, lo de...
BOUCHARD, SÁENZ PEÑA, GUILLOT Y GARGIULO -LAS CUATRO GESTAS-.
Cordialmente Carlos Belgrano.-
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