domingo, 3 de agosto de 2014
SEGUIRÁ DAÑANDO
Faltan 494 días, ¿saben el daño que todavía puede hacerle al país?
"(...) Imagínenla: Una especie de adlater fashion del Che Ernesto Guevara en el Siglo XXI, pero que en vez de bajar de la Sierra Maestra para hacer la Revolución, lo hace desde un Audi A-8, luciendo cartera Louis Vuitton, reloj Rolex Platino, en “su lugar en el mundo” patagónico, construido en tierras fiscales compradas a precio vil en una turbia negociación. Sin duda, un excelente modelo de lo que es, hoy, el populismo y la izquierda latinoamericana. (...)"
por CLAUDIO M. CHIARUTTINI
CIUDAD DE BUENOS AIRES (Sin Saco y Sin Corbata). Y 13 años más tarde, gran parte de la clase política, sindicalistas, banqueros y empresarios aplaudió una nueva declaración de incumplimiento del pago de una deuda del Estado argentino. Poco importa si en la breve historia argentina, el país dejó de pagar sus deudas 6, 7 u 8 veces, la celebración que ofreció el kirchnerismo + los cómplices del peronismo dominado + el resto de la clase dirigente cooptada, confirma que no se ha aprendido nada sobre las consecuencias sociales que suelen tener este tipo de rupturas con el mundo financiero internacional.
Respondiendo al más puro ADN kirchnerista, Cristina Fernández tergiversó los datos a su antojo y asignó culpas y responsabilidades como si ninguna le cupiera a su persona, pese a ser la “Presidente de la Nación de los 40 millones de argentinos”, tal como le gusta decir a los locutores oficiales; y de haber sido votada por 54% de los ciudadanos que serán afectados por esa declaración irresponsable de default.
“Y el mundo sigue andando”, dijo Cristina Fernández haciendo uso y abuso de la negación de la realidad y decidió fortalecer el escuálido relato del Gobierno creando una nueva maniobra conspirativa mundial en la cual el juez Thomas Griesa; el Special Master Daniel Pollack; los holdouts; el agente pagador de la Argentina, el BONY (Bank of New York Mellon); la Suprema Corte de los Estados Unidos; y el mismísimo Barak Obama, intentan hundirnos “porque nos hemos vuelvo, de nuevo, un país viable”. Días antes, Carlos Zannini, mano derecha de la Presidenta, había afirmado, sin sonrojarse, que el motivo por el que querían hundirnos era para quitarnos el petróleo (¿Vaca Muerta?) y el agua (¿el Acuífero Guaraní?). Para que se entere Zannini: la Argentina carece de recursos suficientes propios para explotar Vaca Muerta y el único socio inversor que consiguió hasta ahora es Chevron, una empresa estadounidense. Acerca del reservorio de agua potable ni siquiera vale la pena extenderse porque, entre otras cuestiones, si sus reservas estuvieran comprobadas según las expectativas de muchos, también es de Paraguay y Brasil...
¿Cuántas veces en la historia del populismo argentino (y latinoamericano) hemos escuchado esta diatriba menor sobre conspiraciones internacionales para apoderarse de la Argentina o de los países de la región? Desde que Rosa de Luxemburgo realizó su caracterización del imperialismo, y su relación con la periferia, la izquierda populista, local y regional, han recurrido a ese modelo, al mismo conjunto de excusas, para explicar sus errores garrafales en política internacional, en sus programas económicos equivocados o para excusar el fracaso de las medidas tomadas.
Pero lo grave son las consecuencias de lo que está por venir. Pasan las horas y el “efecto derrame” de la declaración de default se comienzan a sentir. Por ejemplo, provincias, empresas y bancos han comenzado a perder sus calificaciones ganadas con esfuerzo propio, con lo cual, se les corta el escaso crédito internacional que ya venían peleando. Hay un riesgo cierto, aunque limitado, de que se junten 25% de los holdin y reclamen que se aplique la Clausula de Aceleración, que implica reclamar el pago, en efectivo, de los bonos que tienen en mano. Y una manifestación de este tipo puede gatillar la “Cláusula de Cross Default” para el resto de los holdin.
En pocas palabras, estamos en camino de una caída de las calificadas “exitosas” refinanciaciones de deuda realizadas en 2005 y 2010, lo que abriría la puerta a un nuevo default “pleno”, que obligaría a renegociar la inmensa deuda externa que hoy tiene la Argentina.
Pero la duda que flota en el mercado financiero es la siguiente: ¿no estará buscando Cristina Fernández y su Gabinete una declaración de default “pleno” y lanzar una nueva renegociación de pasivos? Según esta visión -mucho alcohol etílico en la previa- el Ejecutivo Nacional, tal como lo hizo Néstor Kirchner, podría conseguir nuevamente una quita de 50%, 60% o 70%, y dejar los números más bajos, en términos de PBI, que cuando el santacruceño negoció con los acreedores externos. Entonces, la acción irresponsable de Cristina tendría un rango de planificada defensa de la soberanía nacional.
Para el mundo de fantasías en el que viven muchos kirchneristas, sería la 2da. oportunidad que la Argentina “empomaría” a los acreedores externos que creyeron en el país, no se cumpliría con el fallo de Thomas Griesa, lo que implica que los llamados “fondos buitres” sería derrotados, por 1ra. vez en la historia; y, en el camino, se daría un golpe a la estructura financiera internacional, lo que colocaría a Cristina Fernández en el lugar que Ella ha imaginado que merece en la historia de la izquierda mundial.
Imagínenla: Una especie de adlater fashion del Che Ernesto Guevara en el Siglo XXI, pero que en vez de bajar de la Sierra Maestra para hacer la Revolución, lo hace desde un Audi A-8, luciendo cartera Louis Vuitton, reloj Rolex Platino, en “su lugar en el mundo” patagónico, construido en tierras fiscales compradas a precio vil en una turbia negociación. Sin duda, un excelente modelo de lo que es, hoy, el populismo y la izquierda latinoamericana.
Hay que entender que el kirchnerismo cree que ha ganado la “batalla cultural”, por eso en medio de este desastre mantiene 30% de intención de voto, y encara, en la decadencia del su paso por el poder, una “batalla internacional” por dejar una huella en la historia mundial. Ya lo intentó con los derechos humanos, con estatizaciones como las de los recursos que administraban las AFJP, Aerolíneas Argentinas y las acciones de Repsol en YPF; con presentaciones en las Naciones Unidas, el G20, el G77 + China, los BRICS, la Unasur, el Celac, la Organización de Estados Americanos y decenas de foros internacionales.
Sólo hay que leer los discursos de Cristina Fernández en esos ámbitos para entender el rol que se autoadjudicó el matrimonio Kirchner en el diseño de la política internacional post Guerra Fría y el espacio que cree el mundo K que ocupa la Argentina en ese nuevo escenario mundial. En realidad, pocas veces el país ha sido tan sobreestimado como con el kirchnerismo.
Pero, tal como Néstor Kirchner le enseñó a Cristina Fernández, la política exterior no concede votos y todo lo externo debe ser usado para construir política interna. Por eso, la Presidente de la Nación usa la crisis con los holdout y la declaración de default para inyectarle corticoides y anabólicos a un “modelo kirchnerista” que se encuentra deshilachado, escuálido, vetusto, carente de credibilidad.
Según todas las encuestas, incluso las más conservadoras, la imagen presidencial ha subido hasta 12 puntos en los últimos 2 meses. Es cierto, sigue debajo del 40%, pero es el mayor crecimiento que muestra desde 2010. El patrioterismo y la defensa de la soberanía sobreactuada sigue “pagando bien”, tal como lo sabemos desde el Gobierno de Leopoldo Fortunato Galtieri para acá, pasando por la “Consulta Popular” de Ricardo Alfonsín sobre el fallo vaticano acerca de la soberanía en el estrecho del Beagle, el “estamos en el 1er. Mundo” de Carlos Saúl Menem; y la solución de todos los conflictos limítrofes con Chile que llevó adelante Néstor Kirchner, tratando de imitar al “innombrable” de Julio Argentino Roca.
Por eso Cristina Fernández aprovecha este marco para intentar relanzar su gestión y subir el tema del default a la tapa de los diarios (ella todavía es analógica), creando discusiones ficticias, tal como la creación de una pseudo “Justicia del Consumidor” o el anuncio, un mes antes de la fecha correspondiente, del paupérrimo aumento para jubilados; y se fortalecen políticas que la Casa Rosada considera exitosas, tales como los cambios a la Ley de Abastecimientos para contener la suba de precios; o se consolidan alianzas políticas (la refinanciación de pasivos para 13 gobernadores dóciles y el castigo para 4 díscolos).
También aprovecha la Presidente de la Nación para “crear” una nueva “estrella” en el firmamento kirchnerista: el ministro de Economia, Axel Kicillof, quien tiene casi asegurado el cargo de Jefe de Gabinete y está siendo medido hasta como precandidato presidencial (pese a tener 60% de imagen negativa). Es más, muchos, lo ven como el “verdadero” heredero del pensamiento de Néstor Kichner, pero, sobre todo, de Cristina Fernández.
La contracara del “estrellato” de Axel Kicillf es
> la incontenible decadencia del Jefe de Gabinete, Jorge Milton Capitanich;
> la irremediable decadencia del Presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega;
> el descrédito que ha sumado Jorge Brito en el Gobierno y entre los bancos: y
> la inutilidad manifiesta que ha mostrado el establishment para acercar ideas o propuestas de políticas públicas para un Gobierno que no sólo los ignora y los usa, sino también, se da el lujo de lanzarles leyes para ver cómo los limita en sus capacidad operativas.
Pero con entronizar la figura de Axel Kicillof y “airear”, de nuevo, el Gabinete, no alcanza. Por eso el Gobierno se prepara para relanzar sus viejas batallas épicas contra el Grupo Clarín; avanzará en otro empellón contra el Poder Judicial (ya se habla de desempolvar en el Congreso los nuevos textos de los códigos Penal y Civil y Comercial Unificados, junto con un nuevo Código de Procedimientos y una nueva Ley del Servicio Penitenciario Federal) y se volverá a la opción “billetera o garrote”.
De esta forma, Cristina Fernández quiere usar la épica para lanzar un nuevo “movimiento de restauración” del kirchnerismo, con la idea de recuperar votantes perdidos y capacidad política, consolidando su imagen positiva, para llegar a Diciembre de 2015 imponiendo condiciones, algo que parece casi imposible en medio de un default y las restricciones externas que podría generar un refinanciación de todos los pasivos externos argentinos.
Pero es el Gran Salto Adelante, que el ex maoista Zannini parece haber acordado con Cristina.
Hasta fines de 2015, las amortizaciones de las deudas nacional y provinciales demandarán poco más de US$20.000 millones, pero hoy, la Argentina tiene cerrado el acceso al crédito internacional, salvo que se crea en un default corto, que es real el swap de China, que los nuevos bancos de la Unasur o de BRICS “salvarán las papas” o que, en 2015, habrá una supercosecha con precios internacionales en alza que puedan cambiar algo.
En este 2014, los meses de gran liquidación de divisas por parte del campo han pasado. Los meses que vienen son de más restricción cambiaria, algo que puede ser peor si se extiende el default, ya sea en gravedad o en duración. Y, para peor, el Banco Central pudo “atrapar” muy poco de esos dólares que ingresaron. ¿Qué hará que esto cambie? ¿Nacionalizar el comercio exterior…. ¿Será el próximo paso?
Hay que entender que el default de 2014 no es el mismo del default de 2001 por muchas condiciones, pero respecto de hace 13 años, hoy tenemos 4 veces más inflación, los precios de materias primas, cereales y oleaginosas han pasado su mejor momento, la capacidad ociosa es relativamente baja (por falta de inversión), el peso no es competitivo y la infraestructura está muy debilitada.
En 1 año estaremos votando en las PASO. 2 meses más tarde, votaremos los candidatos presidenciales. 40 días después, habrá recambio presidencial. Hoy ya son menos de 500 días. Sin embargo, en ese lapso, Cristina Fernández todavía le puede hacer mucho más daño a la Argentina del que le hizo hasta ahora. Y eso es lo más grave que vamos a vivir.
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