miércoles, 12 de febrero de 2014

EL EMPERADOR

Perspectivas Políticas - 12-Feb-14 - Política http://www.perspectivaspoliticas.info/el-futbol-tinelli-y-el-emperador-kicillof/ El fútbol, Tinelli y el emperador Kicillof por Gabriela Pousa Y nuevamente Cristina lo hizo aún cuando muy posiblemente no haya sido su idea. Lo cierto es que de la noche a la mañana, el tema obligado fue Marcelo Tinelli y los vericuetos de un negocio devenido “derecho”, el fútbol. De las penurias de Amado Boudou en Tribunales y de los chicos con hambre – que la jefe de Estado negó existan en Argentina -, se pasó a hablar de los relatores militantes, y la indignación de los millones que se van en el ‘circo sin pan’ del kirchnerismo. De algún modo, el gobierno volvió a marcar la agenda y aunque no parezca, escribió las portadas del domingo erigiendo protagonista al showman de la TV argentina. Y más favor que castigo le propinó. La Presidente creó un nuevo derecho humano: el gol. Triste, pero más triste aún son los millones de argentinos que con tal no de perderse un partido, le hacen el juego prendiendo el televisor para mirar un espectáculo que, a esta altura, saben es más político que deportivo. Esa contradicción ciudadana alimenta desde hace 10 años a esta gestión. Las quejas son infinitas, el “darse cuenta” es un hecho, no hay engañados creyendo que el fútbol es gratuito, pero no hay voluntad de hacérselo saber al gobierno rechazando una “dádiva” que no es tal. El Estado paternalista nos lleva a la cancha, y el hincha que tenemos dentro, vence al ser racional que sabe que todo eso no es más que una estafa. Así, gozosa y voluntariamente estafados, seguimos apañando los caprichos de la dama. En síntesis, lo que estamos observando es la consagración de la barbarie sino con nuestra anuencia, al menos con cierta complicidad. Simultáneamente, el aparato comunicacional oficial impone otro tema de primordial necesidad: la yerba Amanda. Atendiendo las premisas de la televisión pública parece ser una nueva desaparecida de la democracia. Ni a Julio Lopez, ni a María Cash se los buscó con el énfasis que los panelistas-voceros de la Casa de Gobierno se desvelan por su paradero… Si no fuera porque en medio de todo esto hay miles de ciudadanos pasando necesidades, y otro tanto buscando refugiarse en ansiolíticos, podría no tomarse demasiado en serio. En rigor, no lo es. Pero sucede, nos sucede más allá de querer verlo o no. La crisis se instaló más como incertidumbre que como situación. Desde el ministerio de Economía los remedios que se ofrecen son peores que la enfermedad. La perversión del despacho presidencial se topa en el Palacio de Hacienda con la ignorancia y la ineficiencia. No se escucha a quienes podrían aportar solución, pero tampoco hay sabiduría para recordar la historia que siempre fue una maestra superior. Las novedades son tan viejas como las recetas. Cuidar precios, amén de resultar una metodología paupérrima, ha sido desde tiempos inmemoriales la puerta de fracasos inobjetables. Después de la devaluación sufrida por la moneda durante el siglo III, en la Roma del año 301, el emperador Diocleciano sacó un edicto donde establecía precios máximos para más de 1300 productos, además de establecer el costo de mano de obra para su producción. Se fijaba, a su vez, la pena capital para especuladores a quienes, públicamente, se culpaba de la inflación comprándoselos con los bárbaros que amenazaban el imperio. La originalidad de La Cámpora es parte del relato, está claro. Los militantes del patio apenas si desarrollaron el arte de la pegatina ya que fallaron incluso en el uso de Google, el buscador más usado. Pero volvamos al edicto de la tetrarquia romana. Allí se prohibía que los mercaderes transportaran sus productos a otros mercados donde vender a precios más altos, y el costo del transporte no podría utilizarse como excusa para incrementar precios. Finalmente, establecía salarios fijos que en poco tiempo, perdieron poder adquisitivo debido a la distorsión sufrida en los precios y a los faltantes. El Edicto, sin eufemismos, fue un fracaso. No sólo no consiguió el objetivo: frenar la inflación (porque se siguió emitiendo moneda y devaluando) sino que terminó en forma sangrienta enfrentando adeptos y detractores. Pero se ve que Axel Kicillof y sus adláteres apenas si leyeron a Keynes, interpretándolo además con sus cegueras ideológicas características. Una sentencia de Oscar Wilde sintetizaría de modo insoslayable lo que, en definitiva, acontece ahora en Argentina pues “hasta los que son incapaces de aprender se han puesto a enseñar“. Y así nos va. Mientras, abierto el libro de pases, se conforma un Frente Para la Victoria bis, sumando al barón bonaerense, Raúl Othacehe e insistiendo en la denominación “Renovador”. En verdad, otro engendro del kirchnerismo “arrepentido” de sí mismo. En ese trance, no sería de extrañar que sea la mismísima Cristina la próxima en pasarse a las listas massistas. Al menos, para ello se trabaja en los pasillos de Comodoro Py. Sin la experiencia, sin el conocimiento y sobre todo sin la decencia, la salida de este estado de cosas resulta utopía. Lo que viene, en consecuencia, será más circo, más “tinellización”, y una persecución implacable de aquellas voces capaces de mostrar que el problema no es el tomate, ni la soja, ni la yerba mate, sino el kirchnerismo en toda su expresión: puro, light o renovador.

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