sábado, 5 de julio de 2014

PANORAMA

Panorama político nacional de los últimos siete días Entre la faringitis y el bochorno Si una inesperada (pero oportuna) faringolaringitis no lo hubiera impedido, a mediados de la última semana la señora de Kirchner habría viajado a Paraguay. Pocas veces se recibe una enfermedad como una bendición. Es probable, no obstante, que esta vez muchos la hayan considerado un incidente providencial, pues la ocasional dolencia evitó que Amado Boudou ejerciera, como reemplazante, la Presidencia de la República. En diez días la señora de Kirchner deberá viajar a Brasil para asistir a una reunión del grupo Brics (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica). ¿Deberá ausentarse para eludir el bochorno que esta vez la faringolaringitis sofocó ? En la atmósfera cargada que generan la recesión económica y las dudas y zigzagueos del gobierno en torno a las negociaciones con los holdouts, el caso Boudou (su procesamiento por la operación para apropiarse de la imprenta Ciccone y los que se avecinan, derivados de causas aún más delicadas) empieza a difundir sus efectos deletéreos en todo el espectro oficialista. Hace tiempo que al vice se le encomiendan sólo misiones menores y de menguada figuración pública. Su reciente viaje protocolar a Cuba y Panamá forma parte de ese programa. Pero aún así, el espectáculo que se vio obligado a dar en esos países, gambeteando a periodistas y requiriendo protección a los anfitriones para no tener que afrontar preguntas de la prensa referidas a sus desventuras judiciales evidencia que ya ni siquiera esa agenda subalterna sirve para disimularlo. El gobierno necesita sumirlo en el ostracismo para ahorrarse al menos algunos costos. En términos políticos Boudou se ha transformado en un holograma. Si bien uno de propiedades contaminantes. Los reclamos opositores de juicio político al vice y las sugerencias de que renuncie o pida licencia obligaron esta semana a los bloques oficialistas de diputados y senadores a donarle sangre a Boudou para ahorrarle la circunstancia del juicio político. En la mayoría de los casos no fue un tributario voluntario. La decisión de la señora de Kirchner de sostener a toda costa al vice que ella eligió en soledad no es acompañada plácidamente por el peronismo que se mantiene en la coalición de gobierno: la reticencia cunde y es tan elocuente como los silencios, aunque todavía prevalezca una obediencia obligada. Lo significativo son las brechas que se abren en esa disciplina. José Pampuro es vicepresidente del Banco de la Provincia que gobierna Daniel Scioli y fue presidente provisional de la Cámara Alta bajo los mandatos de Néstor Kirchner y de su viuda. Transparentando simultáneamente la opinión reprimida de sus ex compañeros del Congreso y estados de ánimo que el gobernador bonaerense prefiere por ahora callar, Pampuro distribuyó un comunicado en el que califica de “perjudicial y hasta dañino” que Boudou presida cualquier sesión del Senado. Es otra evidencia de que la estructura oficialista se está destartalando. Senadores peronistas de alta vara adelantaron a la Casa Rosada que no defenderán a Boudou si se precipita un nuevo procesamiento (algo que todo el mundo, hasta el propio vice, da por descontado). En este asunto, como en otros, el gobierno de la señora de Kirchner se encuentra a la defensiva y sólo atina a hacer tiempo. Los elementos de legitimación del kirchnerismo-cristinismo han ido cediendo progresivamente. En la construcción del sistema político K, Néstor Kirchner era al mismo tiempo el arquitecto y viga fundamental. Su muerte determinó que la distribución de fuerzas de la coalición en la que se sostenía empezara a desequilibrarse irremisiblemente, pese al esfuerzo de sus albaceas y herederos por reemplazar su presencia con su iconografía (proyectada al firmamento de los mitos fundadores). Pero las leyes físicas no se neutralizan con retórica. Hoy la efigie misma está gravemente erosionada. La muerte de Néstor Kirchner, además de afectar el ingenioso artefacto de continuismo conyugal concebido por el matrimonio (un sistema de reelección virtual que no requería reforma de la Constitución), privó al “modelo” de su arquitecto, contador y organizador. Y uno de sus pilares, el llamado relato, empezó a agrietarse velozmente: al escándalo Bonafini-Schoklender y la evidencia del uso cínicamente crematístico de los argumentos de derechos humanos se sumó primero la denuncia sobre bolsos negros destinados a pesar millonadas en billetes de 500 euros para fletarlos al sur y atesorarlos en alguna bóveda familiar, y ahora las causas que afronta como imputado o como procesado el vicepresidente Boudou. Estos elementos están pesando fuertemente sobre la situación. Esa reescritura horada los argumentos de legitimidad que invoca el oficialismo, aleja a legiones de votantes y hace vacilar inclusive a algunos de sus cuadros y propaladores. No sólo eso: estimula, además, a sectores que pretenden transformar la decadencia del modelo K en una debacle del peronismo como un todo y que procuran que las esquirlas de los escándalos alcancen a todos los candidatos ligados a ese signo político. Es natural que esa suma de circunstancias presione en el sentido de un progresivo aislamiento del gobierno y de las mochilas que éste arrastra. Esa paulatina pérdida de apoyos y fervores tiene también otros motivos. La fuerza de la realidad ha conducido al gobierno a rectificar el rumbo, particularmente en relación con los temas energéticos (designación de Galluccio en YPF, pago indemnizatorio a Repsol, contrato con Chevron) y con los que hacen a una reinserción en los mercados financieros (pago de pleitos ante el CIADI, arreglo con el Club de París, admisión de que es preciso arreglar con los holdouts). Esos cambios, pragmáticos y realistas, erosionan la plataforma de sus apoyos más ideológicos mientras la cobertura a Boudou indispone a la Presidente con la mayor parte del peronismo. A poco más de 500 días del fin del mandato mantener atada la estabilidad de su gobierno y la armonía remanente en los restos de su coalición al sostén político de un vicepresidente acosado por los juicios no parece una decisión saludable. No es improbable que también en este aspecto la realidad termine imponiendo sus condiciones. Jorge Raventos

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