lunes, 29 de enero de 2018

POPULISMO

Anuncia el fin del populismo, pero se prepara para negociar por Sergio Crivelli En Europa Mauricio Macri aseguró que el país salió de un ciclo populista y entró en uno reformista sin crisis. Pero se prepara para negociar el ajuste con el peronismo menos beligerante. La historia es circular. Otra vez a un presidente argentino es bien recibido en el exterior, mientras en casa se le acumulan los problemas y las críticas. En Moscú, Davos y París el mensaje de Mauricio Macri fue de un optimismo que la realidad desautoriza. Anunció un importante cambio de ciclo histórico que es más una expresión de deseos que un hecho verificable. Algo así como la contracara de una reciente profecía rencorosa de Eugenio Zaffaroni acerca de un apocalipsis económico más o menos inminente que se llevará al gobierno de Cambiemos antes de cumplir su mandato constitucional. Ante los empresarios a los que intentaba convencer de que inviertan en el país Macri aseguró que el ciclo populista había concluido y que sin mediar una crisis estaba en marcha una etapa de reformas para que el país despegue económicamente de una vez por todas. Pero ni sus interlocutores más desprevenidos pueden creer eso: hace apenas un mes las calles de Buenos Aires ardieron con una violenta protesta que estuvo a centímetros de convertirse en tragedia. Una protesta incitada por dirigentes del "antiguo régimen" que no está en extinción ni mucho menos y que en cualquier nueva oportunidad pueden precipitar una verdadera crisis. Es probable que Macri tampoco crea completamente en el optimismo de sus propias declaraciones y la derrota de un populismo que ya dura más de 70 años. Por eso resolvió no convocar a sesiones extraordinarias del Congreso y, según trascendió, tampoco va mandar proyectos controversiales en el período ordinario. Con ambas decisiones busca preservar al peronismo "racional" que lo ayudó a legislar hasta ahora. La furia "K" desgasta no sólo al oficialismo sino también a los peronistas en el poder que están obligados a negociar por razones de caja. La estrategia, por lo tanto, parece haber pasado de la pulseada con los que están del otro lado de la grieta a esquivar en lo posible los escenarios de confrontación. Lo que se privilegia es la gobernabilidad. Así de complejo sigue siendo el panorama. De este cambio, muy recomendado por el senador Miguel Pichetto, los únicos beneficiarios son los gobernadores y los colaboracionistas en general. Sin batallas parlamentarias, los jefes provinciales no quedarán desautorizados por los legisladores que los desobedecen e insisten en votar contra el gobierno. Además, recibirán más de lo que recibían. En realidad, la furia "K" termina beneficiando involuntariamente a sus adversarios internos. Algo semejante ocurre con los sindicalistas. Ya hay dos campos claros. Los que eluden cualquier choque con la Casa Rosada y los investigados por la Justicia, presos o en vía de estarlo. En este último grupo se encuentran los Moyano (Hugo y Pablo) que denuncian una persecución política con el mismo libreto de los funcionarios K actualmente tras las rejas. Frente a un cuadro que se está enrareciendo el gobierno ha resuelto no presionar a los "accesibles". Parece haber dejado atrás la exigencia de un techo del 15% para los aumentos salariales y del fin de la cláusula gatillo. Tampoco quiere "estresar" los vínculos con los dirigentes gremiales propensos al diálogo. La idea de bajar un cambio resulta la adecuada. El macrismo ganó holgadamente las elecciones hace apenas tres meses, pero tiene pendiente un fuerte ajuste que provocará turbulencias. Los números son inquietantes. En 2016 el déficit fiscal fue del 5,9% del PBI. El primario fue del 4,3% y el pago de intereses del 1,6%. En 2017 el déficit total fue récord, 6.1%, a pesar de que el déficit primario se bajó a 3,9%. Lo que se disparó fue el pago de intereses, 2,2%. En resumen, por no cortar como debía el gasto primario el gobierno tomó deuda y terminó aumentando el déficit por el costo de los intereses, que ya representan un tercio del déficit total. Para frenar este proceso de deterioro de las cuentas pública debe "ordenar" el gasto a corto plazo. ¿Cómo aumentar la velocidad de ajuste sin abandonar un gradualismo de innegable rédito electoral? Esa es la pregunta que debe responder el gobierno en 2018. Quiere evitar los escenarios de confrontación, pero la cuenta regresiva no se detiene y el populismo está dispuesto a dar batalla, …aunque el presidente lo considere agotado.

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