lunes, 5 de noviembre de 2018
POCO CONOCIDA: HISTORIA DE CRISTINA
NI A CLASE MEDIA
Porque su desprecio a la clase media fue concebida en el último asiento del bondi al final del recorrido.-
Cristina sería hija de don Eduardo Fernández, chófer de la línea 3 que une La Plata con City Bell, y la madre, Ofelia Judith Wilhelm, Fernández llega a la vida de Ofelia luego del nacimiento de Cristina, la Presidenta había sido inscripta entonces en el registro civil como Cristina Wilhem, hija de Ofelia y padre desconocido.
Luego nace Giselle, hermana menor, en 1955, hija sí de Ofelia y Eduardo, médica que ejerce hoy día en un hospital platense.
“Kirchner” en realidad, es Kirznert. Su madre era la chilena Miriam Ostoić , hija de inmigrantes centro europeos del mismo origen, que conoció al cartero que frecuentaba la casa de citas donde trabajaba en Río Gallegos, y de esa extraña unión nació Néstor.
Ofelia judith wilhelm judía por la ley
Cristina Wilhelm no es católica, es otra de las farsas a que los tienen acostumbrados los judíos al pueblo pueblo argentino. O mejor dicho los protojudios (o falsos cristianos) “Wilhelm” es familia judía inmigrante, la madre, Ofelia Judith Wilhelm es judía, ella misma es judía por la ley judia de vientre. …Ella es católica apostólica en la misma medida en que dice ser abogada recibida. “Kirchner” en realidad, es Kirznert…otro apellido judío, (de los miles que aparecen decidiendo por una tierra que no es la judía). Tal era el apellido de su abuelo, que fue modificado convenientemente para que supuestamente aparezca de origen suizo. Su madre era la chilena Miriam Ostoić , hija de inmigrantes centroeuropeos del mismo origen, que conoció al cartero que frecuentaba la casa de citas donde trabajaba en Río Gallegos, y de esa extraña unión nació Néstor
Hace rato que se menea el asunto de que la ex Presidenta no es abogada, que no habría terminado sus estudios. Las investigaciones sobre el caso llegan todas al mismo punto. Los registros de sus exámenes y el título original se encuentran en la Facultad de Derecho de la Universidad de La Plata, bajo llave. En el estudio de Río Gallegos que compartió con NK y Domingo Ortiz de Zárate, hoy día vocero de la minera Cerro Vanguardia en Santa Cruz, no sólo no exhibió el título sino que nunca firmó un escrito, nunca estuvo inscripta en el Colegio de Abogados de Santa Cruz ni de ninguna parte, luego, no tenía firma, de hecho no ejerció la profesión, cosa que se le nota y mucho, todos elementos que hacen sostener la inexistencia de su licencia para abogar.
Llega un informe que sorprende y mucho sobre el punto. Sorprende y tiene consecuencias jurídicas y políticas, de ser corroborado. Cristina no sería hija de don Eduardo Fernández, chofer de la línea 3 que une La Plata con City Bell, sino hija natural de una relación previa de su madre, Ofelia Wilhem, con un Suboficial Mayor de la Armada, que prestaba servicios en los astilleros de Río Santiago, en Ensenada, a 6 km de La Plata, astilleros fundados justamente en 1953, año del nacimiento de Cristina en Ringuelet, a 53 km de Buenos Aires. El dossier completo habría sido realizado por la embajada de los EEUU en Buenos Aires. Don Fernández llega a la vida de Ofelia luego del nacimiento de Cristina, la Presidenta había sido inscripta entonces en el registro civil como Cristina Wilhem, hija de Ofelia y padre desconocido. Luego nace Giselle, hermana menor, en 1955, hija sí de Ofelia y Eduardo, médica que ejerce hoy día en un hospital platense.
Sí, la presidenta es otra bastarda famosa de la historia argentina. Tal como Evita y el propio Perón. Fuerte la historia del peronismo. El legajo universitario de la Presidenta de los argentinos está entonces en una caja de seguridad de un banco platense. No sería mala pesquisa buscar el DNI de CWK, ya que el mismo se ha labrado en base a su partida de nacimiento. Luego, se corroboraría esta versión. El punto es que de ser cierta, todos los decretos y acuerdos internacionales firmados por la Presidente de la Nación son nulas, ya que su identidad ha sido falseada, tal el carácter de la falsedad material de los documentos públicos. Si ha usado un DNI falso, su conducta está tipificada en el Código Penal, en el Título XII, delitos contra la fe pública, art. 292. La pena no es excarcelable. Copia de su partida de nacimiento debe de haber en la iglesia en donde fue bautizada.
Vaya uno a saber si estos asuntos, de la legalidad documental, son relevantes o un puro chismerío historiográfico. María Eva Ibarguren, bastarda de Duarte, firma en su libreta matrimonial como Eva Duarte, Perón, a su vez, firma como soltero cuando en realidad era viudo. Luego, ese matrimonio es nulo. Ella falsea su apellido y él su estado civil. Al no tener hijos, el tema de cierra y punto. Cristina, eso sí, falsea su identidad y su fe. Ya que si bien tiene nombre de cristiana, su nombre, justamente significa eso, su segundo nombre Elisabet, así, sin hache y sin zeta, “consagrada a Dios”, por lazos de sangre, es judía, ya que se madre lo es y su padre biológico, supuestamente católico, no es don Fernández, que, dicho sea de paso, tampoco las crió ni a ella y a su hermana. Igual, para el caso, CFK hace la secundaria en un colegio de monjas, los últimos tres años, en Ntra. Sra. de la Misericordia de La Plata, primero y segundo en el Comercial San Martín, hoy Polimodal 31 de la misma ciudad, cosa que no invalida la teoría sobre su falsa identidad, al contrario, la refuerza, ya que para una madre soltera de los 50, valiente sin duda y mucho doña Ofelia, una buena forma de echar un manto de piedad sobre el tema de la hija mayor, era darle una educación acorde a la fe del padrastro, padre biológico y moral de la hija menor. Las monjas de aquél entonces sin duda que a la niña la llamaron siempre por el apellido paterno, Fernández, esa era la forma de tapar los “pecados”.
Sí, es cierto, puro chismerío. El DNI de Cristina, 10.433.615, existe, nadie, obviamente, lo ha visto, lo mismo que su título de abogada. El punto, es que si está en el padrón por Fernández, estaríamos ante un DNI falso, porque no se habría confeccionado conforme su partida de nacimiento (esto es imposible). Ahí ya estamos en problemas porque sus votos, de 1973 a la fecha, también han sido falsos, ha ejercido sus derechos políticos de ciudadana en base a una falsa identidad. Y ahora ejerce la primera magistratura usurpando un nombre que no le pertenece. Los destinos del país de los argentinos están en manos de una impostora, sin ir más lejos. El pdf que circula por Internet con la constancia de la inscripción de CFK como monotributista ante la Afip con categoría III, con ingresos de $15.000 en el año 1994, NK era gobernador de Santa Cruz hacía tres años, no son constancia alguna, esa sucursal de la Afip en Río Gallegos jamás le pidió a la Presidenta su DNI para inscribirla, lo hizo como Cristina Elisabet Fernández y punto. O su DNI es trucho, de ser cierta la investigación de la embajada de EEUU en Buenos Aires, sobre su doble o falsa identidad.
La ex presidenta ha evitado siempre hablar de su familia y de su infancia. Pero hay una figura que ella ni siquiera menciona, y oculta en su álbum íntimo: su padre, Eduardo Fernández. Detrás de la historia simple de un chofer de colectivos se esconde una relación conflictiva entre padre e hija. Quienes conocen esa etapa de la vida de Cristina aseguran que sentía cierta vergüenza de sus progenitores. Por eso buscó reinventar su historia, obviando parte de su pasado.Por Paulina Maldonado-perfil-tna
“Cristina intenta negar su pasado. Quiere controlarlo todo. Si fuera por ella, su vida arrancaría a los 22 años.” Quienes la conocen en la intimidad, saben que a Cristina Fernández de Kirchner no la inquietan tanto los desafíos que enfrentará a partir de la próxima semana, cuando asuma la Presidencia de la Nación, como la posibilidad de que alguien consiga adentrase en ciertos capítulos de su historia.
Ella distribuye con cuentagotas los recuerdos de su niñez y adolescencia en Tolosa. Casi nunca va a La Plata. No se muestra más que lo mínimo y necesario con su madre, Ofelia Wilhelm, y su hermana menor, Giselle, a quienes les tiene prohibido hablar con los medios. Pero hay una figura clave en el rompecabezas familiar que ella parece querer mantener en el más secreto olvido: la de su padre, Eduardo Fernández. Hasta hoy sólo permitió que contaran que era un chofer de colectivos, devenido luego en accionista de una empresa de transportes, que falleció en 1982. Y no más. Tampoco nunca nadie había publicado una foto suya. ¿Por qué tanto hermetismo alrededor de la historia de un hombre común? ¿Qué es lo que motiva tanto misterio?
“Me encontré con Cristina hace un par de años en Luján. Emocionado me acerqué para contarle que mi viejo, mi cuñado y yo habíamos trabajado con su padre, que era una persona excelente. Ella ni se inmutó. No me dijo ni una palabra. Me sorprendió su frialdad, pensé que como a cualquiera de nosotros le iba a gustar que le recordaran al viejo”, cuenta el hijo de uno de los socios que trabajó con Fernández toda la vida.
El “tarta”. El padre de la presidenta electa tiene la historia común de un hombre común. Hijo de inmigrantes españoles, ni bien terminó la primaria empezó a trabajar. Con la ayuda de sus padres, Pascasio y Amparo, compró la mitad de un colectivo del Expreso City Bell, la antigua línea 3 que unía esa localidad con La Plata, y se convirtió en el chofer del interno 10.
Las fotos lo muestran como un hombre blanco, pecoso, de una gran contextura física. Sin embargo, el rasgo que mejor lo definía y que más lo apesadumbraba era su tartamudez. Su compañeros de la línea lo llamaban “el Colorado” Fernández, pero cuando querían hacerlo enojar le decían “Co-co”, cargándolo por su hablar entrecortado.
Las jornadas laborales en aquella época eran intensas. Los conductores cobraban por vuelta y debían cumplir turnos de hasta 14 horas por día, una semana durante el día y a la siguiente por la noche. “Al Colorado no lo asustaba trabajar, era un laburante. Aunque también es cierto que de joven le gustaba salir de noche y tenía éxito con las mujeres. Eso sí, era súper responsable, siempre llegaba a horario y si había salido, ni se notaba”, recuerda uno de los empleados, que al igual que los mecánicos, choferes, y varios hijos de los primeros socios acepta compartir sus recuerdos con la condición de mantener su nombre en reserva.
Fernández fue uno de los 23 socios que dieron inicio a la compañía, y su crecimiento en la empresa se dio a la par de los demás. Durante muchos años trabajó como chofer, hasta que llegó a ser dueño de tres colectivos y, una vez formada la cooperativa, cobraba el monto correspondiente a su cuota parte.
A mediados de 1970 la comisión directiva del Expreso, integrada por Miguel y Pinamonte Valente, Francisco Di Girolamo y Carmelo Alico, entre otros, lo eligió jefe de personal, cargo que ocupó hasta su muerte, el 26 de abril de 1982. Un par de años antes los médicos le habían diagnosticado un cáncer de pulmón. Era un gran fumador, consumía más de un paquete de Jockey largos por día y cuando se enfermó tuvo que empezar a faltar al trabajo, algo que no había hecho en más de 30 años de carrera.
Después de su muerte su mujer se hizo cargo de su participación en la empresa, hasta su quiebra en diciembre de 2004. Pero nada fue lo mismo. “Ofelia era brava y no compartía los criterios del Colorado. Los socios nunca le perdonaron que no hubiera dejado pasar a algunos ex compañeros al velatorio de Fernández”, asegura uno de sus ex compañeros.
Quienes compartieron con él largas horas en las primeras terminales con talleres propios que la empresa tuvo atrás del Hospital Español en la calle 8, lo recuerdan como un hombre de carácter fuerte e irritable. “No era maleducado, de decir malas palabras, pero sí calentón. Cuando se enojaba podía gritar en el medio de la calle, o agarrarse a trompadas con alguno en el trabajo.”
De eso no se habla. “Era una casa extraña. Nunca había un clima distendido. Excepto Giselle, que vivía alejada de todo eso gracias a su inocencia, Ofelia, Eduardo y Cristina eran más que independientes. El que vivieran todos bajo el mismo techo parecía una mera circunstancia”, comentan quienes compartieron la vida de los Fernández-Wilhelm, puertas adentro de su casa de la calle 522 bis, en Tolosa.
Los pocos testigos que conocieron su vida familiar y laboral aseguran que había dos Fernández. Uno era el personaje divertido, que se hacía querer entre sus compañeros y socios colectiveros. Pero esa imagen se rompía adentro de su casa, cuando aparecía el hombre distante, que parecía más un visitante especial que un padre de familia. Por su trabajo estaba muy poco tiempo en la casa. Se iba a la mañana temprano y volvía justo para cenar. Cuando la familia comía en la cocina, no había demasiado diálogo. El silencio se disimulaba con la televisión, que siempre estaba prendida.
“Cristina tenía una relación distante con el padre. Ella y Ofelia prácticamente lo ignoraban, y todos aceptaban eso. La única que lo recibía con un abrazo era Giselle. Con ella Eduardo era más afectuoso, aunque no demasiado demostrativo”, comenta un amigo de la familia.
Muchos describen un hogar manejado por la figura avasallante de Ofelia. Pero pocos explican las circunstancias especiales que hicieron que las cosas se dieran de esa manera. Ofelia quedó embarazada de Cristina cuando estaba de novia con Fernández. Eso resultaba un escándalo para la época, que no se resolvió hasta que la pareja formalizó su situación, recién cuando su hija cumplió cinco años.
Ese era un tema tabú en la casa. Pero aunque todos intentaban evitarlo, estaba siempre presente. “Ofelia jamás pudo olvidar la soledad de esos primeros años con su hija. Cristina jamás pudo superar la sensación de que su nacimiento no había sido programado”, relata un familiar que pide el anonimato.
Tal vez por eso Carlos Wilhelm, el abuelo materno de Cristina, fue la figura masculina de mayor peso en su infancia y juventud. El también mantenía una distancia feroz con su yerno. Entre ellos el pasado pesaba. Cuentan que el padre de Ofelia vivía en una construcción en el fondo de la casa de Tolosa, con una de sus hijas. Durante el día él se la pasaba en la vivienda principal, con Cristina. Pero se iba ni bien llegaba Eduardo, no quería ni cruzárselo.
Pero más allá de los hechos del pasado, a Ofelia y Eduardo tampoco los unía demasiado el presente que vivían. A él nunca le interesó demasiado el fútbol ni la política. Era antiperonista acérrimo y festejó cuando derrocaron a Perón. Ella siempre fue fanática de Gimnasia y Esgrima de La Plata y una reconocida militante peronista y “evitista”.
“Más que discusiones, entre ellos reinaba una indiferencia total. Jamás los vi saludarse con un beso, ni hacer planes juntos. Sé que a Cristina la relación de sus padres la marcó mucho. Ella padecía todo esto, por eso estaba tanto tiempo fuera de su casa”, recuerda uno de sus íntimos.
“Mi hermano era un señor. Siempre vivió orgulloso de sus hijas, y se preocupó para que nunca les faltara nada”, explica a PERFIL Sara Fernández, hermana de Eduardo y tía de Cristina.
—¿Por qué ella habla tan poco de su padre?
—Se dice lo que se quiere decir... Generalmente cuando un matrimonio se separa, los hijos escuchan una de las campanas, la de la madre.
—¿Ofelia y su hermano estaban separados?
—Formalmente no.
Reina Cristina. “Cristina renegaba de su familia. A veces siento que le daban vergüenza. Le molestaba el barrio humilde donde vivían, la casa adornada con flores de plástico y animalitos de porcelana... La incomodaba el fanatismo de su madre por el fútbol, y la simpleza de su padre colectivero. Por eso a partir de la adolescencia comenzó a construirse a sí misma, e intentó despegarse de su pasado”, comenta un íntimo amigo, que arriesga otra hipótesis para explicar por qué la presidenta electa intenta olvidar sus años platenses.
Los que respaldan esta sospecha, suman pruebas. Cristina no mostraba a su familia. Nunca festejó un cumpleaños con amigos en su casa, ni tampoco visitaba a sus parientes paternos. Como botón de muestra cuentan una anécdota. Un 31 de diciembre, pasó con unos amigos por la casa de sus tíos, una parada obligada antes de seguir con sus planes. Cuando llegaron estaban todos en musculosa, brindando con la damajuana arriba de la mesa. Quienes la acompañaban en ese momento recuerdan que Cristina se puso colorada, y después del beso de rigor, dijo que tenía que irse. Huyó.
“No le gustaba hablar de su padre porque era colectivero, pero en cambio con Cafferata hacía ostentación. Tengo grabado en la memoria cuando corregía a los profesores y les pedía que la llamaran Fernández Wilhelm al tomar lista”, comentó su compañera Graciela Balassini a la periodista Olga Wornat, autora de la biografía autorizada de CFK.
Lo cierto es que cuando a los 16 años Cristina se puso de novia con el rugbier Raúl Cafferata, empezó a codearse con un estrato social hasta entonces desconocido para ella. Pocos meses antes, la mayor de los Fernández daba otro paso clave: dejaba atrás las aulas del popular Comercial San Martín para formar parte del alumnado del Colegio de la Misericordia, donde cursó los tres últimos años del secundario.
Algunos amigos todavía recuerdan lo que le costó convencer a Fernández padre para que se hiciera socio del exclusivo Jockey Club de La Plata. Sólo si él era aceptado, su mujer e hijas podían ingresar como invitadas. “Eduardo no quería, le parecía una tilingada. Finalmente accedió, pero jamás pisó el club.”
Esas preocupaciones de juventud parecen haber quedado atrás. Sin embargo, cuando su marido Néstor Kirchner le coloque el lunes 10 la banda presidencial, el pasado de esa chica de La Plata, que paseaba en el asiento de adelante del colectivo de papá, inevitablemente seguirá estando presente.
Daniel Scioli: apellido adaptado del apellido hebreo Scholl, su verdadero apellido. Pocos saben que este nativo de Villa Crespo es nieto del gran rabino de Roma y practicante de la religión del abuelo.
http://www.youtube.com/watch?v=I-r4eQoV7LM&feature=youtu.be
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario