sábado, 29 de agosto de 2020

PANORAMA- SENADO. DUHALDE

Panorama político nacional de los últimos siete días
Lo que pasó en el Senado
y lo que dijo Duhalde
El último jueves la Cámara de Senadores otorgó su media sanción a la ley que reforma los tribunales federales. El Senado tiene una clara hegemonía oficialista que sólo se pone en discusión en los casos en los que se requieren mayorías especiales, ya que su número no llega a los dos tercios.
La oposición no quiso participar activamente en modificaciones al proyecto del Ejecutivo, que sin embargo recibió retoques, producto, en parte, de las consultas que el cuerpo hizo a organizaciones profesionales y oenegés pero también de iniciativas del bloque oficialista. Una de ellas, sugerida por el senador Oscar Parrili (una cláusula que obligaba a los jueces a denunciar eventuales presiones de “poderes mediáticos”), fue retirada por el propio autor ante la resistencia pública y periodística que mereció, que hasta incluyó la elocuente objeción del presidente Fernández (“es ociosa”).
Los opositores se atrincheraron en el Senado tras el derecho al pataleo, apostando a que el oficialismo no conseguirá completar la sanción en la Cámara de Diputados como producto de que “la presión de la calle” impedirá que legisladores independientes condesciendan a incrementar los números insuficientes del Frente de Todos. Esa intención venía creciendo tras el llamado banderazo del 17 de agosto. Sus voceros políticos y periodísticos más entusiastas sostuvieron entonces que “la reforma nace muerta” y que ahora “la oposición le ganó la calle al peronismo”.
Montadas sobre esas expectativas, las fuerzas adversas al gobierno quisieron repetir una convocatoria análoga el día del debate en el Senado y hasta contaron para ello con la inédita cooperación de medios que actuaron como órganos oficiosos de la movilización y ofrecieron el detalle de todas las esquinas y horarios de la concentración en distintas ciudades y barrios. Ese despliegue organizativo no dio los frutos esperados: la marcha y el “abrazo al Congreso” tuvieron intensidad militante pero muy bajo número;se escucharon consignas más duras que el 17 de agosto pero se vió una extensión mucho más reducida. Es probable que los sectores más intransigentes de la oposición estén confundiendo sus deseos e intenciones con la realidad. ¿No hubiera sido más astuto conservar la imagen de aquella movilización que competir con ella en tan breve plazo?
La oposición moderada no había comprado la manifestación del 17 de agosto y con menos razón se iba a subir a la de esta semana. La figura más obvia del sector realista de la oposición es, sin duda, Horacio Rodríguez Larreta, que ha decidido acompañar al gobierno nacional en la lucha contra la pandemia y subrayar, en ese contexto, su voluntad de construir consensos por encima de las presiones de su propio campo que le reclaman que marque diferencias.
Esa política ha convertido a Larreta en el político que más ha crecido en los últimos meses, su imagen supera inclusive en alguna muestras la del Presidente (que ha perdido puntos con respecto a su momento más alto, pero conserva en la mayoría de los estudios un respaldo elevado) y, además, se ha proyectado más allá de su distrito, tanto al conurbano como al interior.
Con sutileza, Larreta se diferencia ventajosamente del Presidente sin tensar la relación. El viernes, desde un acto en Santa Fé con gobernadores de provincias, Fernández se ufanó de ser “el porteño más federal” y declaró que “Buenos Aires es una ciudad que nos llena de culpa por verla tan opulenta”. En el contexto de la grieta, muchos periodistas alentaron una réplica frontal del jefe de gobierno de la ciudad autónoma, algo que este esquivó con elegancia y eficacia: “No me quiero enganchar en discusiones que no sean constructivas; ahora si en la Capital nos ha ido bien, yo creo que lo que tenemos que buscar es nivelar para arriba. Si hay alguna diferencia, creo que hay que buscar que todos se desarrollen, que se consiga un desarrollo lo más equilibrado posible y eso necesita un consenso. Yo estoy para ayudar, en mi rol de jefe de Gobierno de la Ciudad”. Larreta le respondió a Fernández desde el sentido común pero también desde una idea clave del peronismo que forma parte del imaginario común de la política argentina: “nivelar para arriba”, la movilidad social ascendente.
La moderación de Larreta no aporta titulares escandalosos,pero quizás sea más rendidora como estrategia que la de los que apuestan al alboroto y la confrontación. Se trata de distinguirse en el marco de una construcción cooperativa, que permita gobernar al que gana y colaborar al que no ganó.
Ganar, perder. Hablamos de elecciones. Pero alguien dijo esta semana que no habrá elecciones al menos no el año que viene.
Su pasión por el ajedrez suele inducir a Eduardo Duhalde, también en sus movimientos políticos, a conjeturar escenarios anticipados y a calcular estrategias destinadas a neutralizar las amenazas que sospecha dos o tres jugadas más adelante. Los ajedrecistas -los mejores y también los regulares- incurren casi fatalmente en esa “hermosa monomanía”, como la consideró medio siglo atrás George Steiner en un artículo para The New Yorker (“Anuncia mate en seis porque la posición final victoriosa está de alguna forma ahí afuera en la gráfica e inexplicablemente clara visión de su mente; el mecanismo cerebral-nervioso da un verdadero salto adelante a un espacio subsiguiente”. Puede fallar. A veces la visión equivoca el escenario; a veces la estrategia pensada no funciona. Y a veces el salto adelante termina en una caída.
Esta semana Duhalde sintió la pulsión de transmitir con elocuencia una visión que tuvo sobre el año próximo: “"Es ridículo pensar que el año que viene va haber elecciones (...) tengo una convicción de que no va haber elecciones”.
Aunque dos días después de sus primeros dichos y tras insistir en ellos otras 24 horas, el ex presidente los atribuyó a su “miedo profundísimo a los golpes militares" y a un “desenganche de la realidad”, sus palabras no parecían
una opinión liviana, al menos en el sentido de que procuró fundamentarlas con varios argumentos, como quien anota desprolijamente los movimientos que en el tablero preceden al momento decisivo.
"Nadie puede ignorar que el militarismo se está poniendo de pie nuevamente en América Latina"- dijo, por ejemplo.
“Esto es un desastre y la gente se va a rebelar con todo esto”, señaló. "Se puede generar un peor clima al que se vayan todos, vamos a un escenario evidentemente peor que el 2001, ya que puede terminar en una especie de guerra civil".
“Por supuesto que Argentina puede tener un golpe”, agregó. “Argentina es la campeona de la dictaduras militares".
Las verdades de Duhalde
Es probable que se trate de un listado de impresiones sin ilación, de un razonamiento que salta taquigráficamente a sus conclusiones, es evidente que de la valoración social de los militares no se deduce una dictadura. Pero el arrepentamiento posterior de Duhalde (“Fue un comportamiento psicótico”, llegó a decir) seguramente reeducado por el unánime vade retro de sus pares políticos y de la cadena de valor del pensamiento correcto, no debería impedir que se oigan algunas verdades de sus discurso. Viene al caso una ironía de Michel Foucault: “Los unicos que dicen la verdad son los locos y los niños. Por eso a los locos se les encierra y a los niños se les educa”.
Es cierto, por empezar, que las instituciones militares han recuperado una imagen positiva en la sociedad. Es cierto que esa tendencia se verifica en todo el continente y tiene como contrapartida el deterioro de la confianza en la política y en las instituciones. Hace muy pocas semanas un estudio de Latinobarómetro que abarcó toda la región latinoamericana registró que la confianza en las instituciones militares es mayor a la que inspira cualquier otro poder del Estado. El promedio de confianza en los militares es del 44 por ciento, el del Poder Judicial, 24 por ciento, el del Poder Ejecutivo 22 por ciento, el Poder Legislativo, 21 por ciento y los partidos políticos,13 por ciento. Las palabras de Duhalde pueden interpretarse como una señal de alarma dirigida a alertar al conjunto de la corporación política.
También es cierto que, junto con la imagen en ascenso, también se observa un mayor protagonismo político de los militares en el continente, más allá de frnteras ideológicas: son columna vertebral del gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil y también del régimen que preside Nicolás Maduro en Venezuela así como del gobierno de Bolivia surgido del desplazamiento de Evo Morales. Dato interesante: la mayoría de los gobiernos democráticos del continente (y buena parte de las elites políticas) admitieron sin protestas la entronización del gobierno de la señora Añez en ese país, y hasta se negaron a considerar que la caída de Morales había sido fruto de un golpe que capitalizó los errores y desvíos políticos del caído.
En fin, también es cierto que la situación social es grave: lo vienen advirtiendo intendentes del conurbano tanto del oficialismo como de la oposición. Antes que Duhalde, Mario Ishi dijo dos meses atrás que la situación “a partir de agosto” podía volverse peor a la del 2001. Duhalde conversa seguido con intendentes del conurbano y recibe de ellos una radiografía inquietante.
Forma parte de esa radiografía la preocupación por la inseguridad y la constatación de que en los barrios populares se requiere la presencia de las fuerzas federales y se valora la acción de los militares que colaboran en la lucha contra la pandemia y en la alimentación de las barriadas pobres. Los observadores reportan que la simpatía tiende a ser mutua.
Coincidencias inusuales
Esta semana, declaraciones de un periodista sobre la participación militar en la guerra de Malvinas dispararon una reacción novedosa y, si se quiere, desacostumbrada: las tres fuerzas armadas (Ejercito, Marina, Fuerza Aérea) dieron a conocer comunicaciones simultáneas de repudio: "Profundo dolor y vergüenza por las expresiones agraviantes en un medio de comunicación social hacia nuestros VGM”(veteranos de guerra de Malvinas).­ escribió por ejemplo el jefe de la Armada, Contralmirante Julio Horacio Guardia. De su lado, el general Agustín Cejas, titular del Ejército, expresó: “Fue una guerra. Y nadie, sino los soldados que tuvieron un fusil en las manos frente a un enemigo, pueden interpretar y valorar las conductas, los miedos y los heroísmos. Honramos a nuestros héroes caídos y a los que regresaron, a todos los veteranos de guerra#SomosElEjército”. La Fuerza Aérea: “Honramos por siempre la memoria de nuestros héroes y Veteranos de Guerra de Malvinas”. Probablemente haya que remontarse al menos tres décadas para encontrar, una reacción coincidente de este tipo y ese hecho también muestra que las fuerzas han asimilado las últimas décadas de historia y comprenden por qué la opinión pública las ah revalorizado.
Los consensos y las coincidencias nacionales no son sólo cosa de las fuerzas políticas sino de todos los sectores del país.
Jorge Raventos

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