miércoles, 26 de agosto de 2009

LOS MEDIOS Y EL RELATO


Río Negro - 26-Ago-09 - Opinión

Afirmó una vez Juan Domingo Perón: "Cuando tenía toda la prensa a mi favor perdí el poder, y lo recuperé cuando tuve toda la prensa en contra". Como aprendió el fundador del movimiento que desde hace más de sesenta años domina la cultura política nacional, convertir los medios en voceros oficialistas sólo sirve para desprestigiarlos y también al gobierno responsable de avasallarlos pero, a pesar de la veneración que los Kirchner dicen sentir por Perón, están convencidos de que el rol de la prensa -mejor dicho, del grupo Clarín- es tan decisivo en la Argentina actual que no tienen más alternativa que la de ponerla de rodillas, de ahí la guerra santa que han declarado contra "el monopolio". La postura adoptada por las dos personas más poderosas del país es preocupante por muchos motivos. Además de reflejar el desprecio que sienten la presidenta de la República y su marido por la libertad de expresión, un pilar insustituible del orden democrático, es un síntoma de su obsesión malsana por las apariencias. Parecería que Cristina, impresionada por los escritos de ciertos pensadores europeos, cree que en última instancia lo único que realmente importa es el "relato" y que todo, comenzando con la verdad, debería subordinarse a él.

Las consecuencias prácticas de la adhesión de la presidenta a una teoría nada nueva que a través de los siglos ha atraído a miles de dirigentes de mentalidad autoritaria han sido nefastas. Puesto que aparte de un puñado de intelectuales que comparten su rencor virtualmente nadie toma en serio el relato heroico que Cristina ha inventado, se ha aislado tanto del resto del país que pocos días transcurren sin que cometa otro error garrafal. No sólo ha sido cuestión de las estadísticas fantasiosas difundidas por el Indec con el propósito de hacer más persuasivo su extravagante relato económico, sino también de su negativa terca a reconocer la existencia de un sinfín de problemas, entre ellos los supuestos por el aumento constante de la pobreza, los perjuicios ocasionados al país por su relación con el mandatario venezolano Hugo Chávez y los efectos concretos del boicot financiero internacional. Asimismo, la manía de la pareja gobernante por ampliar las divisiones que agrietan todas las organizaciones políticas, sus esfuerzos por manipular la Justicia, el empleo discrecional de los recursos del Estado, su falta de interés en la eficiencia administrativa, su noción de que "el capitalismo de los amigos" es una modalidad progresista y así largamente por el estilo han tenido consecuencias muy graves que nos costará mucho superar.

Es posible que los Kirchner ganen su batalla contra el grupo Clarín no sólo al privarlo de goles "secuestrados" sino también al conseguir la aprobación antes del próximo 10 de diciembre de una nueva ley de radiodifusión que lo perjudique, pero se trataría de un triunfo hueco. Incluso si en un intento por defender sus intereses económicos los directivos del "monopolio" optaran por convertirlo en una usina de buenas noticias kirchneristas equiparable con el Indec intervenido, las ventajas políticas que lograrían serían escasas. Si amplios sectores ciudadanos dieran por descontado que medios de difusión importantes se habrían puesto al servicio del gobierno, reaccionarían creyendo en la veracidad de hasta los rumores más desopilantes acerca de las presuntas fechorías oficiales. Es por eso que, como señaló Perón, los esfuerzos gubernamentales por subordinar los medios a su "proyecto" suelen resultar contraproducentes. Por negativo que haya sido el impacto en la opinión pública de la información brindada por los medios sobre asuntos como el aumento explosivo del patrimonio de los Kirchner, para la pareja sería decididamente peor que la mayoría supusiera que la prensa -intimidada o comprada, daría igual- la ayuda a tapar detalles todavía más escandalosos. En efecto, sería difícil concebir un mejor modo de apurar el fin del poder kirchnerista que el supuesto por el amordazamiento de un grupo mediático como el de Clarín, ya que sólo serviría para que una proporción mayor de la población del país se convenciera de que el gobierno estaba en manos de personas que temen tanto a la verdad que irían a cualquier extremo para ocultarla.

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