lunes, 22 de julio de 2013

VALE TODO

La Nueva Provincia - 21-Jul-13 - Opinión http://www.lanueva.com/edicion_impresa/nota/21/07/2013/d7l016.html CRÓNICAS DE LA REPÚBLICA Vale todo por Eugenio Paillet Si se repasan los acontecimientos políticos de los últimos días que han involucrado al oficialismo, se verá que es difícil no coincidir con una mirada que campea incluso en algunos sectores desencantados del cristi-kirchnerismo, y ni qué decir en el peronismo disidente o en todo el arco opositor, casi sin fisuras. Desde la derecha tradicional, que en clásica voltereta electoral ahora quiere aportar pruebas para condenar al general Milani, hasta algún militante de La Cámpora que ha preferido guardar en el fondo del ropero la remera que le habían mandado utilizar hace apenas semanas para declamar la soberanía hidrocarburífera. Esa mirada descubre casi sin dobleces a un gobierno que, si está dispuesto a ir por todo, como pareciera a medida que la desesperación por la falta de horizontes más allá de 2015 que le marcan todas las encuestas y el sentido común de una sociedad mayoritariamente ganada por el hartazgo, hará lo que se tenga que hacer sin detenerse en detalles. Un gobierno que a estas alturas ha perdido todos los escrúpulos, la mínima capacidad de sonrojarse, y que hace gala de una fenomenal doble moral a la hora de decidir de acuerdo a su conveniencia si hay desaparecidos buenos y malos, generales "del proceso" o generales de la democracia, aunque en este caso uno en especial no resista un archivo, o si echar a Repsol de YPF era un gesto de "soberanía" y asociarse con la norteamericana Chevron es apenas "un negocio a fifty-fifty", como dice ahora sin que se le mueva un músculo de la cara el inefable Axel Kicillof. La escandalosa protección judicial y policial que desde el más alto sillón del poder se ordenó ofrecer a Ricardo Jaime para que se mantuviera seis días prófugo a la espera del fallo que daban por seguro lo beneficiaria con la eximición de prisión, es otro de los hitos de estos días alocados que le toca vivir al gobierno. Del mismo modo que lo fue el viaje armado de apuro a Colombia merced a un trabajoso hueco que le hizo en su agenda el presidente Santos, que le permitió a ella no estar en el acto de recordación de un nuevo aniversario del atentado contra la AMIA, porque no estaba dispuesta a escuchar lo que la comunidad judía tenia para decirle de su vergonzoso acuerdo con el régimen iraní. Mientras todo eso ocurre, el gobierno intenta acomodar como sea una campaña electoral que no arrancó bien en las encuestas y que hasta habría comenzado a generar algunas dudas sobre la conveniencia o no de mostrar a Cristina Fernández en los primeros planos de los actos, en especial en la provincia de Buenos Aires. Veamos esto último. El dato lo conocen muy pocos funcionarios del gobierno, y se pretende mantenerlo en ese nivel de secretismo. Pero se filtró algún comentario que sostiene que hay una razón, y muy fuerte, para que la presidenta le ordenara a Daniel Scioli que se pegue sin descanso a la ignota figura de Martin Insaurralde durante sus recorridas por el territorio bonaerense. La presidenta, en esa estrategia, debería guardar un prudente segundo plano, y aparecer en ocasiones especiales. Pero nunca poner la cara lisa y llanamente en toda la campaña, como era la idea original que se manejó cuando, ante la falta de otros aspirantes, el derrape sin remedio de Alicia Kirchner y la negativa del gobernador a ser candidato testimonial, se resolvió lanzar al intendente de Lomas de Zamora para oponer en el ruedo un perfil parecido, al menos desde ciertos aspectos de la gestión, al de Sergio Massa. Esos observadores consumados de encuestas que habitan en los laboratorios kirchneristas habrían detectado que la presencia de Cristina en la provincia recibe el apoyo incondicional de los sectores propios, pero genera rechazos en el resto del peronismo, y en amplias franjas de la clase media, desde sectores bajos hasta los más acomodados. El registro no obedece tanto a los cordones del Gran Buenos Aires, donde el nivel de clientelismo que llevan adelante Alicia Kirchner y Julio de Vido es altísimo, y donde habita el "voto duro" del oficialismo, sino en el interior provincial. Nadie dice, ni mucho menos, que la presidenta pueda convertirse en "piantavotos" en la provincia. Ella mantiene un alto nivel de aceptación en materia de imagen, cercana al 50 por ciento. Pero al mismo tiempo los analistas reparan en que Scioli mide mucho mejor que ella, y tiene un valor agregado que han arrojado algunos estudios: el habitante bonaerense le otorga al gobernador un plus de consideración, aunque tal vez nunca lo votaría, porque lo considera una víctima de la presidenta y del gobierno central. No es ficción: se repite el escenario de julio de 2012, cuando la presidenta se vio obligada a dar marcha atrás y ordenar que se enviaran a la provincia los fondos que había negado para pagar el medio aguinaldo, avisada por las encuestas, y por sus desesperados asesores, de que estaba convirtiendo al gobernador en una víctima de su látigo, mientras ella perdía en promedio diez puntos de imagen. Que Scioli haya aceptado el mandado con riesgo visible de su propio futuro político es harina de otro costal. Pero esas son las razones, y ese el malhumor que provocaría la habitual soberbia presidencial que aconsejarían ahora no exponerla tanto. No hay indicios que permitan conocer que la presidente haya bramado ante semejante cuadro que le fue expuesto. Aunque se observa a diario que su estilo es hacer gala subida a los palcos de un país de maravillas que parece existir sólo en su propia fantasía y en la de su corte de aplaudidores. En todo caso el relato debe preservarse a ultranza, y la procesión va por dentro. Es el sentimiento que anida en algunos integrantes del espacio frente a aquellos casos planteados y que jalonaron una serie de tropiezos notables que podrían tener su correlato en las encuestas de los próximos días. Como queda dicho, hay en el gobierno quienes con sordina expresan su consternación por la defensa contra viento y marea que se ordenó ejercer para sostener a Milani al frente del Ejército. O la protección del máximo símbolo de la corrupción kirchnerista de estos diez años como Jaime. Y peor todavía el polémico acuerdo con Chevron para relanzar YPF, que no es para la empresa norteamericana otra cosa que un negocio casi obligado: decidió invertir aquí las ganancias que no puede remesar al exterior por las trabas del gobierno al que ahora se asocia. "Estamos quemando las naves demasiado rápido y todavía falta mucho tiempo para octubre", se lamentó un hombre que no ha roto el todo lanzas con el espacio al que pertenece desde los primeros meses de 2003. Dicen en las covachas del poder que las operaciones en la Justicia para salvar a Jaime tuvieron al menos un curioso derrotero. De arranque, furiosa, Cristina Fernández protestó por la decisión del exsecretario de Transporte de no entregarse ante el pedido de captura que le dictó el juez Bonadío. Fue en una reunión el martes pasado por la noche, cuando ella habría exclamado, según los confidentes: "¡Que se entregue de una vez, nos está matando!", en aparente alusión a la opinión generalizada por esas horas de que a Jaime la policía no lo encontraba porque tenía orden "de arriba" de no encontrarlo. Esa versión mutó en otra totalmente opuesta apenas un puñado de horas después. Fue la que se dejó correr acerca de que había temor de una foto con el exfuncionario esposado, lo que podría incrementar su aparentemente velada amenaza de días atrás directa a un celular del ministerio de Planificación, sobre su disposición a "hablar" si era llevado tras las rejas. Allí se habrían activado los mecanismos hacia el interior de la Justicia que una vez más ejerció el operador kirchnerista en Tribunales, Javier Fernández, que disparó enseguida la previsible decisión de dos camaristas cercanos al gobierno como Eduardo Freiler y Jorge Ballesteros para otorgarle la eximición de prisión. En el medio, hubo también algún mea culpa de pasillo por la desembozada exposición mediática de estos días del abogado defensor de Jaime, Andrés Marutian, que entre otros personajes en el pasado supo ser defensor de acusados menemistas y del general Roberto Viola. "No nos puede caer todo igual", fue en este caso la amarga queja del confidente. Todo se mezcla con las preocupaciones por "la foto" que podría entregar en primera instancia las PASO del 11 de agosto, con fuerte influencia según todos los observadores en lo que ocurra después en el verdadero e inexorable examen para los planes a perpetuidad del cristinismo puro que serán las legislativas del 27 de octubre. ¿Cuánto influirán en el humor social escándalos como el de Milani, Jaime o la asociación con la petrolera norteamericana? ¿O el blanqueo de dólares sin importar de donde venga, y hasta la penosa peregrinación de jóvenes en búsqueda infructuosa de reales para ir a ver al Papa Francisco a Río de Janeiro, ante la inconmovible negativa de Ricardo Echegaray y Guillermo Moreno? ¿Cuánto, en suma, la decisión de la presidenta de esconder a partir de ahora, mediante decreto, la declaración jurada de los funcionarios de la vista pública y de las investigaciones periodísticas? Pregunta con respuesta abierta que probablemente tendrá su cierre en la primera de aquellas paradas electorales. Suele reconocerse en el oficialismo que pocas cosas provocan en la presidenta un arranque de furia como el que sobreviene a la lectura de los análisis que vaticinan un final de ciclo. Y que por esa misma razón, o en esa línea, pueden leerse las últimas decisiones, como las comentadas, a contramano de cualquier prudencia política, destinadas a salirse con la suya y a desmentir en los hechos a esos profetas del fracaso y de la mala onda. A ir por todo sin importar nada, ni siquiera que algunas banderas queden manchadas de barro en el camino.

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