lunes, 25 de noviembre de 2013
DUDA
Me reservo el beneficio de la duda
By Juan Manuel Otero
Manes con CFK
En descontracturada e informal charla de café entre amigos, tiré sobre la mesa mis dudas acerca de la intervención quirúrgica a que fuera sometida la Presidente de la Nación. Aclaro, no digo que no haya sido operada, digo que tengo dudas.
Y paso a explicar los motivos de mis interrogantes. Viendo la filmación hogareña de la reentré de Cristina que, entre otras cosas, nos muestra que no en balde Florencia estudió cinematografía en Nueva York, no pude menos que sorprenderme al verla tan resplandeciente y con su frondosa cabellera meciéndose a cada movimiento de su cabeza. ¿Cómo? ¿No era que te rapan a cero las zonas a operar y aledañas? Una amiga que recibió idéntico diagnóstico durante el postoperatorio lucía una amplia zona craneana calva y su andar temblequeante durante más de tres meses le limitó severamente su capacidad ambulatoria. De inmediato se me refutó con el simple hecho de que hoy en día las pelucas son perfectas, ni se notan. Es cierto, pero siendo así me asalta la duda de que porqué no mostró, aunque sea un instante, un primer plano de la herida o cuando menos una fotografía tomada luego de la sutura. Son trofeos de guerra que ella lleva con estoicismo, recuerden el falso cáncer de tiroides cuya cicatriz dio orgullosa vuelta al mundo.
Y no es que opine, como muchos malintencionados, que ante el resultado de las elecciones había que armar un golpe de efecto que nos distrajera el tiempo suficiente para hacer olvidar la cruel derrota y cambiar el ángulo de la atención popular. Conmoción interna, tristeza generalizada, regreso con gloria. Nada de eso. Lo que también me hace dudar es la escenografía, los espontáneos militantes velando los trapos en las inmediaciones de la Fundación Favaloro, los partes médicos dados por voceros oficiales, nunca por un médico; me hacen dudar las versiones lanzadas y nunca aclaradas, ratificadas ni desmentidas acerca de la gravedad, resultado y consecuencias del tratamiento.
En fin, son dudas que cualquiera puede tener, no en vano la primer duda que el hombre se planteó sobre la tierra dio origen a la filosofía.
Y también me pregunto: ¿Por qué abandonaron el Hospital Austral de Pilar? Siendo que en enero de 2012 atendieron a Cristina por su tiroides y meses después también a Máximo por aquel problemita de artritis. En esos momentos sólo eran loas para la Institución.
¿Y ahora qué?
Un contertulio del feca me informa entonces que es porque en la Favaloro está el Dr. Manes, el preferido de Cristina. Y es en ese momento en que ya no tolero seguir la conversación.
¿Nada menos que el Dr. Facundo Manes?
Este médico ha sido elevado al paraninfo de la ciencia médica y mis dudas se tornan insoportables.
Todos sabemos que el Dr. Manes saltó a la fama (o como dice la milonga “El Conventillo”, colgó “su fotografía donde está la galería de los ases del choreo”) cuando su paciente la Sra. Natalia Kohan de Cohen, una lúcida octogenaria, reconocida artista plástica, exitosa empresaria y generosa multimillonaria, fue declarada insana en el año 2005 y, a raíz de esta medida, su fortuna -200 palos verdes- pasó a ser administrada por sus hijas, quienes, justamente, habían iniciado el correspondiente juicio de insania. Pues bien, la señora, que podía ser añosa pero no estúpida, atacó tal resolución y finalmente la Cámara de Apelaciones en 2007 declaró que doña Natalia NO PADECÍA DEMENCIA ALGUNA.
¿Y saben quién había suscripto el certificado médico, con membrete del Instituto Fleni, que aseguraba su incapacidad? Pues nada menos que el famosísimo neurólogo don Facundo Manes.
Instada la consecuente causa penal, el Instituto Fleni declaró no existir constancia alguna de la atención citada por Manes sobre doña Natalia.
Pero aquello no terminó ahí. Tiempo después se adjuntó a la causa un certificado indicando bipolaridad y demencia frontotemporal de la paciente. Lo firmaba esta vez la Dra. Griselda Russo, colega de Manes en el Fleni.
Ante estas “irregularidades” la imputación se orientó hacia ambos médicos y en la indagatoria la Dra. Russo reconoció no haber evaluado, ni conocido a la paciente en cuestión, pero sí emitido los certificados por pedido del Dr. Manes. Que buena amiga ¿No?
Y terminemos acá. El Dr. Manes ya no atiende más en el Fleni, nadie sabe cómo recaló en la Fundación Favaloro con estos antecedentes y menos aún cómo se convirtió en mediática estrella de la medicina, con el cráneo de nuestra Presidente en la palma de su mano.
Una última duda: Si el recordado Dr. Favaloro viviera ¿Admitiría en su Fundación al Dr. Manes?
Pagué el café y me fui con más dudas que antes.
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