miércoles, 7 de agosto de 2013

TRES COSAS

Tres cosas a la vez por Vicente Massot La foto robada al Papa Francisco por la presidente y su candidato a primer diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, no dejó de ser una de esas típicas avivadas criollas a las cuales los Kirchner han sido afectos desde siempre. Llevarlo a Insaurralde en la comitiva oficial, aparecerse delante del Sumo Pontífice como si tal cosa —secundado, claro, por su escudero bonaerense— y dejar que las cámaras de todos los medios presentes hiciesen el resto, fue una jugada ingeniosa, sin duda. Orquestada la apuesta en medio de la campaña que se desarrolla a ritmo vertiginoso, y obligada Cristina Fernández por la necesidad de dotar de chapa al actual intendente de Lomas de Zamora, dio una muestra cabal de que está dispuesta a echar mano a cualquier medio a su alcance para hacerlo conocido a quien necesita, casi con desesperación, que la gente lo reconozca y lo visualice para poder descontar las ventajas que todavía le lleva Sergio Massa. Más allá del resultado que pueda haber tenido la decisión de arrastrarlo a Insaurralde a Brasil y meterlo de cabeza en una foto que no estaba pensada para él, lo cierto es que el porcentaje de desconocimiento que inicialmente lo aquejaba de manera gravísima, en parte se ha revertido. Todavía hay 30 % de personas que no saben quién es —lo cual resulta un porcentaje altísimo— pero si se piensa que, cuando fue elegido para reemplazar a una desahuciada Alicia Kichner, más de la mitad de la población en condiciones de votar no lo conocía, los responsables de timonear la campaña del FPV parecen haber hecho bien sus deberes. Ha estallado en los últimos días —como era de prever, dicho sea de paso— una guerra de encuestas sin cuartel. No es la primera vez que sucede y seguramente en octubre, conforme se acerque el día de los comicios, la misma recrudecerá corregida y aumentada en atención a cuanto se halla sometido a disputa. También se han renovado, para variar, las insinuaciones o —lisa y llanamente— las acusaciones enderezadas contra el aparato oficial respecto de un posible fraude. En cuanto a los relevamientos hechos hasta hoy, la divisoria de aguas entre los especialistas en la materia es tal que, como en tantas otras ocasiones, la conclusión a la cual se llega es una: o algunos de los encuestadores de renombre se equivocan de manera grosera o, malgrado sus eventuales títulos y capacidad, se convierten en ideólogos pagos por una determinada bandería. No parece razonable que exista una dispersión de casi 9 puntos entre las muestras de los adictos al kirchnerismo —que hablan de un virtual empate técnico— y los independientes —Hugo Haime, Eduardo Fidanza, Jorge Giacobbe, Carlos Fara y Management & Fit— que muestran ventajas claras del intendente de Tigre sobre su principal competidor. Como a esta altura todo cuanto pueda decirse sobre el particular no va a cambiar la situación, lo mejor es confiar en aquellos que, en comicios pasados, acertaron en sus sondeos. Las encuestas le resultan más útiles a los analistas que a los votantes y si, en determinadas circunstancias, se convierten en verdaderos quebraderos de cabeza para quienes intentamos interpretar la realidad política, para el hombre de la calle son apenas un divertimento. Por lo tanto, no hay que dar por el pito más de los que pito vale, como reza el sabio refrán de origen español. Tampoco el fantasma del fraude tiene envergadura como para preocupar. No nos cansaremos de repetir que la única forma de volcar urnas, trampear a destajo y violentar la voluntad popular —para utilizar un giro grandilocuente, de esos que le encantan a los políticos— es factible de llevar a cabo en tanto y en cuanto los opositores carezcan de fiscales. Como carece de sentido suponer siquiera que Massa, De Narváez y Stolbizer se encuentren huérfanos de fiscales, el fraude probablemente no pasará de ser insignificante. Nada, pues, que le quite el sueño a los nombrados. Las elecciones que se llevaran a cabo el próximo domingo no han suscitado demasiado interés en la ciudadanía en razón de que son todavía legión los que no terminan de entender qué se vota y, en definitiva, para qué sirven. Lo cual no supone, ni mucho menos, que el ausentismo sea mayúsculo o cosa parecida. El carácter obligatorio que tienen las PASO y las posibles sanciones que acarrearía el hecho de no cumplir con ese deber cívico, aseguran la concurrencia masiva de la gente a sufragar por sus candidatos. El 11 habrá un censo que determinará, mejor que las encuestas y los análisis qué pasará en octubre. Las PASO son una suerte de prueba de tanques llenos, para utilizar un lenguaje que los adictos de la Fórmula 1 internacional entenderán a la perfección. Los candidatos medirán fuerzas y dirimirán supremacías con consecuencias importantes que, sin embargo, no tendrán en lo inmediato peso institucional. Dicho de otra manera: quienes ganen no tendrán asegurado un puesto de diputado o senador pero, al mismo tiempo, podrán prepararse para el día de la jura porque difícilmente dentro de dos meses y medio los resultados sean muy distintos a los del domingo venidero. Salvo, claro, en el principal distrito electoral del país. En la provincia de Buenos Aires es probable que haya modificaciones de no poca envergadura entre los guarismos que se conocerán el lunes 12 de este mes y los del lunes 28 de octubre. ¿Por qué? Por una razón sencilla: el fenómeno del voto útil. Si Sergio Massa ganase el domingo con relativa comodidad —digamos por 5 ó más puntos— la eventual fuga de votantes de Francisco De Narváez hacia las tiendas de campaña de Sergio Massa podría no resultar significativa. Esto en virtud de que los partidarios de aquél no se sentirían aguijoneados por la inquietud de que Massa pudiese perder. En cambio, si las diferencias entre el intendente de Tigre y el de Lomas de Zamora se achicasen considerablemente —como vocean en estos momentos los partidarios del FPV— entonces sí el escenario sería distinto y cobraría vigencia el llamado voto útil: una porción considerable de quienes hubiesen respaldado a De Narváez el domingo podrían considerar seriamente la posibilidad de cambiar su decisión y apoyar a Massa en octubre. No porque coincidan plenamente con él sino para ponerle un freno definitivo a la hegemonía kirchnerista. Vistas desde un ángulo diferente al convencional, las PASO serán tres cosas a la vez: 1) un censo por la dimensión de la muestra; 2) una pulseada homérica entre Massa y el kirchnerismo, y 3) una pelea aparte entre Massa y De Narváez. Con los resultados en la mano será posible sacar conclusiones de cara a octubre.

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