lunes, 10 de marzo de 2014
BIEN MAL
Qué bien estábamos cuando estábamos mal… – Por Nicolás Márquez
10 100
Por Nicolás Márquez (*)
Dentro de la habitual incorrección política que con orgullo militante sostenemos desde estas líneas semanales, hasta hoy nunca nos hemos ocupado de reflexionar ni indagar un poco sobre los demonizados años 90´, aquella década que, al igual que la de los años 70´, los propagandistas rentados de la delincuencia kirchnerista se encargaron de distorsionar y reescribir en sus permanente relatos historietísticos.
Al momento de asumir la presidencia que el desertor Raúl Alfonsín le adelantó a Carlos Menem en 1989 antes de huir, la Argentina padecía la hiperinflación más alta de la historia mundial (sólo detrás de la acontecida en Alemania en 1923). El país (o lo que quedaba de él) estaba en cesación de pagos. Las reservas del Banco Central apenas eran de 38 millones de dólares. La televisión empezaba a las 17 hs para reprimir el consumo eléctrico en medio de “apagones” programados. Los vetustos teléfonos (que eran estatales) eran otorgados a los particulares 20 años después de que éstos los solicitaran. Los supermercados y comercios eran saqueados por tribus hambrientas. YPF (en manos del Estado) era la única petrolera del mundo que daba pérdida. A excepción del oficialista Canal 9 (que dirigía Alejandro Romay), el resto de los canales eran del Estado y por ende contralados por el oficialismo. La propaganda estatal contenía una inequívoca reminiscencia gramsciana y la reescritura de la guerra antisubversiva ya había sido lanzada por la parcializada CONADEP y el juicio ilegal a la Junta Militar.
Con esa tenebrosa herencia y con una soja a 60 dólares la tonelada (hoy supera los 500 U$S) más el petróleo a 8 dólares el barril (hoy supera los 100 US$), un curioso personaje disfrazado de Facundo Quiroga y oriundo de la Provincia de La Rioja se hacía cargo de la presidencia de la Nación.
Efectivamente, fue en ese contexto y desalentador panorama, cuando el estigmatizado Carlos Menem, contrariando la genética de su partido que siempre ha pretendido “combatir el capital”, intentó atraerlo y seducirlo. En vez de denostar a los Estados Unidos, forjó una política de cooperación y amistad con el gran país del norte. En lugar de pretender controlar la prensa, privatizó canales y radios promoviendo un clima de libertad de expresión como jamás se conoció en la Argentina. Se desreguló la legislación laboral, contrariando las normativas fascistas tomadas de la “Carta del Lavoro” en los años 40´. Se intentó implementar una política universitaria que impusiera excelencia y arancelamientos, contrariando el igualitarismo demagógico de la reforma de 1918. Se le quitó poder a la delincuencia sindical (desoyendo el desmesurado poder que años atrás le había otorgado Juan Perón). Se estabilizó la moneda (en 1995 Argentina alcanzaba inflación cero y le quitaba el primer puesto a Japón). Se recuperó el crédito a tasas muy inferiores a las actuales. Se incrementó en un 1000% la reserva monetaria (en 1999 era de casi 40 mil millones de dólares). Se privatizaron los servicios públicos y por ende se redujo ostensiblemente la corrupción y la burocracia mejorando la prestación de servicios. La inversión en infraestructura fue tan acaudalada y positiva, que hoy el kirchnerismo sigue utilizando aquella (que hace 15 años no posee mantenimiento alguno). A pesar de haber padecido Menem cinco años de prisión durante el Proceso de Reorganización Nacional, demostrando grandeza y muy lejos de rencores personales, indultó a los militares que habían sido encarcelados por el demagogo de Alfonsín en 1985 (también Menem indultó a terroristas montoneros como Firmenich y Bonasso a fin de pacificar los espíritus). Se abrazó con el Almirante Rojas (emblema de la Revolución Libertadora de 1955) y en sentido contrario también repatrió los restos de Juan Manuel de Rosas, intentando así superar distintas antinomias de nuestra trajinada historia nacional.
También es necesario decir que por entonces hubo abundante corrupción (reducida a la nada comparada con la que se vivió en la década kirchnerista). El gasto público siguió siendo importante (sobre todo durante el segundo mandato de Menem 1995-99). La exitosa ley de convertibilidad que estabilizó el signo monetario ya había cumplido su ciclo en 1994 (y su función necesariamente transitoria) y desafortunadamente se permaneció en ella con rigidez y dogmatismo, en vez de dar paso a un sistema cambiario de flotación libre y reducir el gasto público (esto hubiese evitado la desocupación y el endeudamiento). Pero lo más sórdido de aquel gobierno, fue la reforma constitucional de 1994, la cual estuvo plagada de modificaciones socialistas y colectivistas imprimidas a instancias de los devaneos ideológicos de Raúl Alfonsín en el “Pacto de Olivos”.
Como no suscribimos el ideario peronista (sino que estamos en las antípodas), no nos interesa en absoluto efectuar una apología de la década del 90´ni reivindicar a un Presidente que supo ser también un desfachatado, un irrespetuoso del decoro, un farandulero y también, muy probablemente, se haya quedado con algún papel indebido. En efecto, para reivindicarlo, no estamos ni queremos estar nosotros. Ya se encargaron de idolatrarlo en tiempo y forma Néstor y Cristina Kirchner, cuando lo acogieron amorosamente en Santa Cruz en 1995 y lo proclamaron “el mejor Presidente de la historia Argentina”.
Finalmente y a modo de balance, estamos dispuestos a aceptar como válida la afirmación que nos dice que Carlos Menem fue un mal Presidente, pero aparejadamente sostenemos que fue el mejor Presidente que tuvo la Argentina desde 1983 a la fecha, o en su defecto, ha sido el menos malo, según se aprecie.
Ultimo libro de Nicolás “Cuando el relato es una farsa, la respuesta a la mentira kirchnerista”, en coautoría con Agustín Laje. Disponible en Yenny, Cúspide, El Ateneo y las principales librerías del país
Twitter: @nickymarquez1
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario