lunes, 17 de marzo de 2014
MOSAICO
La sociedad de mosaico a la que nos dirigen estas funcionales marionetas,
¿es la que queremos construir con nuestro esfuerzo?.
En la Argentina la sociología aplicada resalta desde hace algo más de tres décadas que no se ha logrado alcanzar la integración de las partes con el todo, ya que no existe una integración de fines. Esto último implica que los mismos no son válidos para los miembros de la sociedad. Este fenómeno, fácilmente observable a través de mediciones psicosociométricas, se traduce en la inexistencia de un proyecto sugestivo de vida en común con la ausencia de valores compartidos u objetivos por los que “valga la pena luchar”.
De lo expuesto, se advierte la cristalización de un clima cultural que, basado en corrientes filosóficas que caracterizan a la denominada posmodernidad, está ejerciendo influencias en las creencias y actitudes en el estrato de los adolescentes y en ciertos sectores de nuestras clases medias urbanas.
Dicho “clima de ideas” se basa en valores hedonistas, respeto por las diferencias de cualquier naturaleza, culto de la liberación personal y a la expresión libre.
La palabra autonomía ha pasado a tener hoy un nuevo significado. Esto se traduce en el rechazo por las reglas sociales uniformes y la lógica imperante en la actividad política, económica, moral e incluso escolar.
En definitiva, hay un repudio hacia la etapa que autores europeos definieron como de la edad democrática autoritaria, que se caracterizó por alojar las formas de preferencias y expresiones singulares, eliminando las particularidades idiosincrásicas, lingüísticas y étnicas.
El individualismo exacerbado que irrumpe hoy en nuestra sociedad, está caracterizado por una paleta infinita de placeres, interpretando a la cultura como una estructura permisiva identificada con la pulsión del momento.
Así, la democracia individualista, opuesta a la totalitaria, supone el derecho de cada uno a la cultura de su elección y no el acceso de todos a la cultura.
La nueva etapa está definida por la voluntad de autonomía y de particularización de los grupos e individuos que reivindican así su propia identidad.
Estos microgrupos, que en la sociedad moderna se hallaban subordinados a los grandes agrupamientos que definían a la sociedad (iglesia, agrupaciones políticas, sindicatos, etc.), pasan hoy a un primer plano frente a la crisis de las organizaciones mayores y generan una compleja red de grupos secundarios.
De esta manera, está desapareciendo la imagen rigorista de la libertad y se apuntala el libre despliegue de la personalidad íntima, la legislación del placer y la modelación de las instituciones en base a las aspiraciones de los individuos.
Esta democracia de mosaico está provocando un fenómeno psicosocial que, en poco tiempo más (por no decir ahora mismo), constituirá un gran desafío para los partidos políticos: el consenso masivo resultará cada vez más difícil de conseguir.
La democracia está alcanzado el punto de bifurcación: o salta a un nivel superior, o se desintegrará.
En azul y blanco HUGO CESAR RENES
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