domingo, 11 de marzo de 2018

SI ERA SCIOLI..............

Scioli presidente - La Argentina contrafáctica por Omar López Mato Al presidente Scioli le costó llegar a la sesión inaugural del Congreso porque una multitud de Barios de Pie copaba la plaza de los dos Congresos bloqueando las calles de acceso. Los dirigentes se quejaban de los exiguos planes sociales y la imposibilidad de llegar a fin de mes con lo que recibían. Nada nuevo en la Argentina K. En un momento Scioli estuvo tentado a arribar al Congreso en helicóptero, pero la sola mención creó a su alrededor una epidemia de sonrisas suspicaces. No, mejor dejar el helicóptero en el hangar y colmarse de paciencia, que en los últimos 2 años había aprendido a usar en dosis aptas para paquidermos. Afuera del recinto tronaban los bombos y adentro… también, matizado por los coros que clamaban la presencia de Cristina. A Scioli se le congeló la sonrisa. Hacía dos semanas que la señora no le atendía los llamados, mientras disfrutaba de unas merecidas vacaciones en su lugar en el mundo. Por los medios se enteró de unas grabaciones donde la ex presidenta lo trataba con desprecio, puniendo en duda su inteligencia, y haciendo alusión al tamaño de sus genitales… Prefirió hacerse el distraído, una de las cosas que mejor sabía hacer. El presidente trató de dar comienzo dos veces a su discurso, pero los bombos y las invocaciones a la ex presidenta no lo dejaron comenzar. Zannini levantó su mano para calmar a la tribuna y al minuto todos estaban en silencio. La verdad es que hubiese sido lo mismo hablar bajo el ruido ensordecedor de los compañeros porque no tenía mucho qué decir que no fueran los dibujos de las estadísticas oficiales. Podía exhibir (gracias a la magia de Moreno) un 8 % de inflación anual, mientras las paritarias con los sindicatos no bajaban del 60 % y aun así no quisieron dar comienzo a las clases en la fecha indicada. El gordo Baradel le hacía el juego a Cristina. No era el único. Moyano continuaba chicaneando los fletes con sus muchachos que habían logrado duplicar los convenios de camioneros, convirtiendo el trayecto desde Salta al puerto de Buenos Aires en uno de los más caros del mundo (si lo medíamos en dólares oficiales a $ 12, ya que el blue se había disparado a 55 pesos y nada parecía frenarlo). Era más fácil llegar en barco a Shangai que en camión a Jujuy, a pesar que el caballo Suarez recaudaba guita a lo loco coaccionando a los trabajadores del puerto. La industria estaba casi paralizada y la fuga de divisas había llegado a extremos insospechados. El yuyo ya no rendía como cuando estaba a U$S 600 ¡Qué tiempos aquellos! Así, hasta Scioli podía ser un prócer con tanta recaudación. Nadie ponía un mango en el país, salvo los narcos que se habían adueñado de Rosario, y algunos barrios del Gran Buenos Aires donde la guerra de pandillas dejaba una docena de muertos por semana. ¿Qué podían hacer si los narcos habían comprado a la policía? Un agente ni loco ponía el lomo por la plata que les pagaban y menos aun cuando corrían el riesgo de ir preso por un sumario administrativo. En el sur del país unos pibes vestidos de indios que reivindicaban la lucha de los mapuches querían crear un Estado independiente, siguiendo a un tal Jones Huala, reclamado por el gobierno de Chile debido a las causas abiertas por desmanes y violencia. Como la gendarmería no quería entrar en su territorio, los mapuches gobernaban esa zona del país con impunidad. Habían creado un Estado paralelo que cobraba protección a los estancieros y era una autopista para la introducción de drogas y contrabando. Antes de empezar el discurso, el presidente miró a la audiencia. Allí estaba Máximo con algunos kilos de más, sacándose fotos con los muchachos de la Cámpora, felices con los puestos que él les había concedido. Estos muchachos no se conformaban con poco y hacían laburar las máquinas de Ciccone día y noche para alegría de Boudou. Ya habíamos llegado a la luna caminando sobre billetes argentinos; ahora la meta era Marte. ¿El límite? ¡El infinito y más allá! A su derecha Pichetto escuchaba atentamente, mientras Bossio hablaba por teléfono. Más atrás estaba el núcleo duro de la oposición, con Lilita a la cabeza, denunciando los manejos de Hotesur, las rutas inconclusas de Báez (que seguía acumulando propiedades), los casinos y petroleras de López, que siempre buscaba nuevas formas de inversión con la anuencia de Etchegaray. Es claro, si no pagas impuestos siempre sos un fenómeno en los negocios. Lilita podía seguir acumulando denuncias que los jueces del Poder Judicial continuarían ocultándolas bajo la alfombra. El presidente podía darse el lujo de adueñarse del barrio que rodeaba a La Ñata, hacer estacionamientos en terrenos de un colegio y nada iba a pasar porque la mayoría de los jueces estaban adoctrinados y a los pocos loquitos de siempre era mejor darles un buen tirón donde todos sabemos, para que se enteren quién manda. Así eran las cosas. Era lo que le tocaba. Él había querido ser presidente y ahora se veía obligado a pagarle las facturas a Cristina. Entre las muchas recibidas, la que más le preocupaba era la del tema de las jubilaciones que con toda mala leche habían sembrado en caso de una victoria del PRO… pero Mauricio no fue presidente por un insignificante 2 % y ahora le tocaba a él poner la cara sobre el ajuste en los índices de actualización. La economía tambaleaba por falta de inversiones externas y las tasas locas por no arreglar con los hold outs. Cada día las cosas se ponían más difíciles y para colmo se ventilaba su affaire con una joven modelo que había dejado embarazada. Todo deterioraba su imagen a niveles subzero. Pero él se lo bancaba, como se había bancado tantas cosas en su vida, haciendo honor a su fama de felpudo. Ahora le tocaba el papel de jarrón presidencial manejado por los KK y su banda. Sin embargo, a él no le importaba mucho mientras siguiese sumando millones en su cuenta y soñando en pasar su retiro en la espléndida casa de Cerdeña. ¡Qué lindo sería irse del país a gozar de su merecido descanso lejos de las disputas locales! Pero ahora debía dar la cara y a tal fin se puso su mejor careta de piedra. Aclaró la garganta y comenzó su discurso. “Damos comienzo a otro año legislativo con la misma fe, la misma esperanza que nos empuja siempre para adelante”. La audiencia irrumpió en aplausos, tronaron los bombos y los cantos por Cristina y el excelentísimo presidente de la Nación, ¿el licenciado? Daniel Scioli contemplando a la audiencia que se mostraba exuberante, pudo percibir tras algunos bostezos contenidos unas indisimuladas sonrisas socarronas… Omar López Mato Médico y escritor

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