miércoles, 7 de marzo de 2018

UNIVERSIDAD PRESA

La mentira de la Universidad pública, libre y gratuita por Rogelio López Guillemain Las Universidades Nacionales de nuestro país son un monumento al despropósito y a la hipocresía, lo veamos por donde lo veamos. La Universidad gratuita es carísima. Las 56 Universidades públicas de argentina recibirán este año $95.000.000.000 (ya sé, cuesta leerlo, 95.000 millones) para ¿educar? a 1.600.000 alumnos. Eso quiere decir que cada alumno nos cuesta a los que pagamos impuestos $59.500 por año, cifra muy similar a la que pagan los estudiantes en la Universidad Católica. Sin dudas esto parece mucho más económico que estudiar en Cambridge, donde los extranjeros pagan $220.000 anuales, pero ¿es tan así? Yo creo que no. Si vamos a comprar un automóvil, ¿qué nos importa? ¿El precio de las partes, de las etapas de fabricación y de los descartes? ¿O el importe del vehículo en la concesionaria? Pues a mi parecer, debemos analizar el precio que nos cuesta el producto final, o sea el egresado. Y visto que sólo el 29% de los que ingresan en las Universidades Públicas egresan, los $59.000 que nos cuestan todos los estudiantes se transforman en $209.000 por cada graduado. Ojo, a este costo no le hemos sumado el del capital invertido en inmuebles ni su amortización. Dicho de otra manera, de cada $10 que nos sacan en impuestos para las universidades “gratuitas”, $7 se pierden en estudiantes que no se reciben. En el monto total son 70.000 millones de pesos por año tirados a la basura. Es cierto, no hago el mismo cálculo de eficiencia en la graduación universitaria (cantidad de egresados universitarios en un año determinado con la cantidad de estudiantes ingresados a dicho sistema educativo seis años antes) con Cambridge (que es de hasta el 90%), como hice con el mísero 29% de nuestras casas de estudios; no lo hago por el simple hecho, de que el costo de la universidad en Inglaterra (o una privada de Argentina) lo asume cada estudiante con su billetera, por lo que resulta irrelevante que alguien quiere tirar SU dinero. La Universidad libre es esclavista Una persona es libre cuando puede disponer de su vida, de su cuerpo, de su mente y de su propiedad; pero cuando se le extirpa parte de su propiedad para otorgarle un beneficio a otra persona, en ese momento se transforma en su esclavo. Si dividimos el costo de las Universidades entre todos los habitantes de la Argentina nos da un valor aproximado a los $2.250 por año. O sea, una familia integrada por el padre, la madre y 4 hijos; que vive en medio de la Puna o de las sierras de Córdoba o en la selva Misionera, gasta $13.500 por año para financiarle los estudios a alguien que no conoce (y que casi con seguridad está en mejor situación económica que ellos), dinero que dichos padres no podrán disponer para sus hijos. ¿Acaso esto no es esclavitud? Esa familia, que seguramente no tiene cloaca ni gas natural, con suerte posee agua corriente o electricidad; esa familia que debe recorrer kilómetros para llevar a sus hijos a la escuela o al médico, ¿por qué debería financiarle la carrera universitaria a otro? Esa familia que vive en un lugar recóndito de nuestra patria, sin internet, seguramente sin señal de teléfono, sin boleto estudiantil porque ningún colectivo llega allí; una de esas familias de las que, según las estadísticas, tan sólo 15 de cada 100 de sus hijos terminarán el secundario ¿es justo que esa familia le pague el estudio a un universitario? La Universidad tiene que ser un lugar de inclusión, en lo que se refiere a credo, raza o situación económica del alumno; pero también debe ser un lugar de exclusión, donde sus aulas queden vedadas para aquellos que no poseen la aptitud y la actitud para ser universitarios. El derecho universal para intentar ingresar a la universidad, no implica ni el ingreso ni la permanencia asegurada; hay que ganarse ese derecho a través del mérito. Existen muchos sistemas de financiación universitaria en el mundo para quienes no tiene los recursos necesarios, sistemas que funcionan y que podemos copiar; seamos más inteligentes, no seamos “tan vivos” queriendo descubrir la rueda. Por eso, cuando vuelvas a escuchar hablar de “la Universidad Pública, libre y gratuita”, recordá este artículo, recordá que esa gratuidad nos sale carísima y, sobre todo, recordá que no tiene nada de libre. Recordá que miles de argentinos, esclavizados con impuestos, pagan esa fiesta dialéctica a costa del futuro de sus hijos. La Universidad no es el Palacio de Versalles, los universitarios no son Luis XVI ni María Antonieta y definitivamente los contribuyentes no tienen por qué ser los vasallos que mantengan el privilegio de la aristocracia académica.

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