lunes, 3 de septiembre de 2018

MACRI SURFISTA

Atrás A Mauricio Macri le llegó el turno de surfear su crisis Escrito por Sergio Berensztein Todos los Gobierno las enfrentan y ninguno las puede evitar. Casa Rosada prefirió dar la sensación de normalidad en vez de hacer todo lo posible para despejar las dudas. Rumores, desmentidas, desgastes, reuniones interminables, funcionarios que entran y salen, caras largas, peleas postergadas que explotan en el momento menos oportuno. Así son las crisis de los gobiernos: todos las enfrentan, ninguno las puede evitar. Tienen una dinámica caótica: los actores políticos y la propia ciudadanía son presas de una enorme incertidumbre. Pueden tener consecuencias distributivas muy profundas cuando, como ocurre en esta oportunidad, no sólo se trata de una crisis de gobierno, sino que explota la famosa bomba económica que Mauricio Macri y su equipo buscaron por casi 30 meses desactivar. Las crisis pueden ser pasajeras, solamente episodios puntuales. O pueden ser sistemáticas, reflejo de fallas de funcionamiento más profundas y difíciles de resolver. También existen crisis estructurales con puntos de tensión puntuales, pues aparecen hechos o consecuencias que son imposibles de evitar. Y hay finalmente crisis terminales, situaciones que escalan sin que nadie pueda frenarlas, donde se licúa la influencia de los factores de poder que sostenían un modelo de gobernabilidad. Hay gobiernos para los cuales las crisis son (o fueron)muy inusuales. Pero en el momento que ocurren predomina la situación de que “se cae el mundo”. Por ejemplo, toda la administración de Barack Obama estuvo caracterizada por una relativa serenidad. No hubo un solo escándalo de corrupción. Nada pasaba que no estuviera previsto, anunciado y estudiado. Hubo circunstancias muy dolorosas (como los repetidos atentados con armas en las escuelas), o casos de violencia racial. Pero el gobierno demócrata lograba encaminar la situación, a pesar de haber perdido, al final, el control del Congreso y muchos Estados (provincias)clave. Sin embargo, en medio de la gran crisis económica desatada en octubre del 2008 (a meses de que asumiera),cuando era necesario tomar medidas extremas para salvar a la principal economía del mundo y un Obama inexperto estaba dando sus primeros pasos, muchos dudaban de su capacidad para manejar tamaña crisis. “No comprende lo que está pasando”,dijo uno de sus principales asesores. Poco tiempo después, los Estados Unidos iniciarían un ciclo de crecimiento que aún perdura. Durante la tormenta es difícil saber cuándo las cosas comienzan a mejorar. Otros gobiernos se manejan de escándalo en escándalo, se acostumbran a vivir en una suerte de caos permanente. Es el caso de Donald Trump, que se siente cómodo cuando los demás no saben o entienden qué está pasando. Puede navegar esas situaciones extremas con total normalidad. Algo parecido tuvimos en Italia durante los gobiernos de Berlusconi, e incluso rasgos similares tuvo la Argentina durante los años de Carlos Menem. ¿En qué clase de crisis estamos? Todo comenzó a finales de abril con una fuerte crisis cambiaria, pero pronto se profundizó para convertirse en una crisis de confianza y credibilidad en el conjunto del gobierno. En gran medida, esto fue el resultado de una administración que se negaba a admitir que en efecto estaba en medio de una crisis muy grave. “Es sólo un escalón menos de confianza”,repetían desde el gobierno, aferrándose aún a la idea del gradualismo, las buenas ondas y de que solos y sin hacer grandes cambios iban a poder revertir rápidamente la situación. En cuatro meses la crisis se profundizó significativamente, con una fuerte pérdida del valor del peso que pasó de 18 a casi 40 pesos por dólar. El riesgo argentino se elevó a niveles incluso superiores a los del final del gobierno de CFK, con la Argentina aún en default y la incertidumbre electoral. Hubo que llegar a este límite para que el Ejecutivo advirtiera en efecto que la situación era realmente grave. El error de diagnóstico fue notable y pone de manifiesto la inexperiencia y la superficialidad con la que la administración manejó hasta ahora la crisis. Lo más notable para un gobierno tan atento al humor de la sociedad es que la mayoría de los argentinos analizan esta crisis en el espejo de la del 2001. Aunque se trata de casos totalmente diferentes es normal que haya la referencia natural sea el último episodio traumático que quedará como un mojón en nuestra historia. Por ejemplo, el miedo al corralito, a que se contagien los bancos o se imponga el cepo (que fue verdad una medida de CFKa partir de 2012, en su segundo gobierno), aparecen como escenarios posibles, aunque en rigor de verdad son, al menos por ahora, de bajísima probabilidad. Frente a este cuadro de situación en la opinión pública, el gobierno prefirió dar la sensación de normalidad en vez de hacer todo lo posible para despejar las dudas y llevar algo de tranquilidad, a pesar de los problemas. Crisis como las de estos días eran muy comunes en los años ’70 y ’80, hasta el Plan de Convertibilidad.La sociedad estaba más acostumbrada a su dinámica y consecuencias. Luego tuvimos la gran crisis de 2001, muchísimo más grave y trascendente, que se convirtió en una suerte de prisma con el que miramos otros episodios de inestabilidad macroeconómica. Pero por una cuestión demográfica, solamente una minoría de argentinos recuerda las viejas crisis cambiarias de la Argentina pre convertibilidad. En estas horas se están definiendo cambios de políticas, de método de gobierno y también de funcionarios. Ojalá que den resultado y podamos superar esta situación tan dolorosa. Pero es vital que mejore significativamente la comunicación del gobierno para que la sociedad entienda dónde está parada, qué puede pasar y de qué manera seguirá trastocada nuestra vida cotidiana. Sergio Berensztein

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