jueves, 15 de agosto de 2013
LAS PASO
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8 Breves reflexiones sobre las PASO y lo que viene
Por Agustín Laje (*)
1. Estafa electoral. La inmensa cantidad de recursos públicos que insumieron las PASO no sirvieron siquiera para cumplir con los objetivos fundamentales de una elección primaria, lo que debería bastar como para poner en tela de juicio la utilidad del sistema y la honestidad de su aplicación concreta en nuestra maquinaria política-electoral.
Las PASO se han pensado como una instancia en la que la sociedad toma parte en la disputa interna de los partidos políticos. El fin es, a todas luces, cuestionable desde el inicio: ¿No debieran los propios partidos solucionar (y financiar) sus problemas internos sin obligar al ciudadano desafiliado a tomar parte de asuntos que, en la mayoría de las veces, desconoce por completo? Aún ignorando esta afrenta, es dable remarcar que las PASO no sirvieron siquiera para resolver las disputas intrapartidarias, puesto que la mayoría de los partidos políticos presentaron un solo candidato, haciendo de las primarias una suerte de riguroso sondeo gratuito, antes que un filtro de listas como se supone que debería ser.
2. ¿Democratización de la política?. No caben dudas de que el kirchnerismo es experto en el uso del lenguaje político y en la manipulación de la realidad. Tampoco quedan dudas de sus nulos escrúpulos. Y es digno de destaque, en este sentido, que Cristina Kirchner se haya atribuido un nuevo logro “nacional y popular” que, en los hechos, su partido despreció: la llamada “democratización de la política”, el nombre que el gobierno le ha dado al sistema de las PASO que, según nos dicen, “purifica” la democracia brindándonos otra instancia de elección. Pero ocurre que el kirchnerismo en ninguna provincia presentó más de una lista. Los candidatos oficialistas no fueron elegidos ni por la sociedad ni por los afiliados al Frente para la Victoria; antes al contrario, fueron escogidos unilateralmente por el dedo de Cristina.
3. Vencedores vencidos. No se entiende qué festeja el kirchnerismo. Haber perdido 4.300.000 votos en menos de dos años no debiera ser motivo de festejo para ninguna fuerza política integrada por individuos en sus cabales. Cristina dice alegrarse porque su partido continúa siendo primera minoría a nivel nacional, pero incurre con este argumento en un grave error para cualquier intento de análisis político serio, a saber, que la política no puede jamás observarse como una fotografía, sino que debe verse como una película. En otras palabras, la política no es un instante, sino un proceso. Así pues, la performance política no se mide aislada de las experiencias previas; al contrario, debe ser contrastada con resultados anteriores que pongan de manifiesto si existió avance o retroceso en el desempeño electoral en evaluación. Y si consideramos que en 2011 el kirchnerismo sacaba 54% de los votos, mientras que hoy saca el 24% (siendo esta la peor elección desde el 2003), la conclusión es inobjetable: los vencedores son en verdad vencidos.
4. 54% Q.E.P.D. La dimensión discursiva no se debe dejar de lado en un análisis sobre los corolarios de las PASO. En efecto, el populismo no es otra cosa que un “momento discursivo” según el propio Laclau. Y en este terreno también el kirchnerismo ha perdido su sanalotodo “54%”, guarismo que fuera repetido hasta el hartazgo para justificar hasta lo injustificable. Pero ahora ha quedado en claro que nada es para siempre, y que el kirchnerismo deberá prescindir de su “número de la suerte”, pues estamos asistiendo a su defunción.
5. Hegemonía. La derrota kirchnerista significó un tajo para la estabilidad política kirchnerista que, de repetirse un resultado similar en octubre, se transformará en una herida de muerte. No obstante ello, la hegemonía ideológica que supo cultivar el kirchnerismo, mucho más profunda y difícil de contemplar, se mantiene intacta. El izquierdismo, el estatismo y el paternalismo continúan configurando el perfil ideológico de la gran mayoría de los candidatos con posibilidades ciertas en octubre. Entender que la lucha última es contra las ideas que representa el kirchnerismo (y no sólo contra sus personeros), es lo que abrirá las puertas a una situación contrahegemónica no ya a nivel meramente político, sino ideológico y cultural que son, según el propio Antonio Gramsci, las dimensiones por excelencia de la hegemonía.
6. Estrategia kirchnerista. ¿Qué hará el kirchnerismo para revertir este gran revés mal disimulado? Hete aquí la interrogante que probablemente se encuentre en mente de la mayoría de los analistas políticos. Lo lógico, opinan muchos, hubiera sido aceptar la derrota con humildad, comprender las demandas sociales y modificar el estilo político. Pero nada de eso sucederá en mi opinión. La última gran (y muy similar) derrota del kirchnerismo fue en el año 2009, y ningún cambio sobrevino a pesar de que Néstor, más inteligente para la estrategia política que su mujer, estaba con vida. Asimismo, otros indicios y primeras reacciones del espectro kirchneristas hablan en idéntico sentido: Cristina atacando a los medios por sus análisis electorales, La Cámpora afirmando que “no daremos ni un paso atrás” y Lorenzino aseverando que no hará ningún tipo de ajuste económico, son hechos que debieran bastar como para entender que la esencia del kirchnerismo es la ciega y autodestructiva intransigencia.
7. 2013 no es 2009. Muchos kirchneristas –empezando por la propia Cristina– se empeñan por establecer un paralelismo entre lo acaecido en las elecciones legislativas del 2009 y las de este año. Tiene lógica: en 2009 el Frente para la Victoria fue derrotado en las urnas, pero ello no fue óbice para una posterior recuperación que culminó en el sacrosanto 54% de 2011. Luego, el kirchnerismo quisiera ver la historia repetirse casi con exactitud. Pero ocurre que el 2013 no es el 2009.
Por empezar, hace 4 años el kirchnerismo obtenía el 31% de los votos a nivel nacional, una cifra que estos mismos desearían tener hoy en lugar del magro 26% rasguñado. Además de ello, la gran recuperación del gobierno por entonces vino de la mano de la recuperación económica del año 2010 que permitió el despliegue aún mayor de políticas clientelistas, algo que, en virtud de los indicadores económicos actuales, no se espera que ocurra nuevamente. Y, finalmente, lo más importante de todo es que en 2009 tanto Néstor como Cristina podían, conforme a la Constitución Nacional, postularse para la presidencia de la Nación. Muerto el primero y transitando el segundo mandato consecutivo de la segunda, la situación cambia de cabo a rabo si no se logra en el Congreso una mayoría necesaria como para reformar la Constitución. ¿Por qué? Pues porque la cohesión partidaria entrará en crisis cuando Cristina se convierta definitivamente en un “pato rengo”.
8. Fin de ciclo. Si ningún imponderable se presenta hasta octubre, creo que la derrota kirchnerista de las PASO se reeditará en las elecciones legislativas venideras. Si esto ocurre, Cristina verá derrumbarse sus pretensiones de perpetuidad, pues no podrá ajustar la Constitución Nacional a sus ambiciones personales e irá perdiendo progresivamente el liderazgo en su partido. Luego, los peronistas empezarán a saltar del barco en hundimiento como siempre hacen y, lamentablemente, muchos se reinventarán o reciclarán (el caso de Massa sería así el primero entre tantos otros que vendrán).
Lo importante, en todo caso, es que el fin de ciclo político termine siendo a mediano plazo un fin de ciclo ideológico. Pero tiempo al tiempo, y primero lo primero.
(*) En agosto publicará el libro “Cuando el relato es una farsa”, en coautoría con Nicolás Márquez.
agustin_laje@hotmail.com | www.agustinlaje.com.ar | @agustinlaje
La Prensa Popular | Edición 225 | Jueves 15 de Agosto de 2013
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1 comentario:
La reflexión, aún aquella movida por la leve pasionalidad liberal, es un ejercicio que requiere de consistencia lógica. Desde el momento en que lo que se pone en juego para elegir son imágenes y retórica publicitaria, sólo algunos iluministas entran al cuarto oscuro pensando en un partido político y piensan en las elecciones primarias como un sistema donde desprevenidos convidados de piedra deben ayudar a dirimir una disputa interna. Ingenua, barata en el costo y -valga el término- primaria visión. Y el resultado, si de utilitarismo al modo liberal hablamos, es un posicionamiento de fuerzas y de candidatos que ya produce consecuencias políticas, movimientos y la renegociación de un entramado que es la sustancia de la hegemonía. Esta última entendida como dinámica política y no como una foto en sepia de Gramsci.
El argumento de los números electorales como linealmente plebiscitarios de una gestión es falaz desde el momento que la decisión del voto es una construcción de mayorías donde una visión crítica retrospectiva y prospectiva del Gobierno no está en los primeros lugares de los factores de decisión. Una sola prueba: apenas uno de las encuestadoras de referencia se animó a pronosticar el despegue de Massa. La opinión pública fue alimentada con la visión del “cabeza a cabeza”. El probabilismo es una herramienta de doble filo: aproxima realidades, pero jamás puede demostrar la verdad o falsedad de una afirmación. Y menos puede usarse como piedra para escupir una lápida de “Final de Ciclo”, esa -si-verdadera construcción discursiva. Fetiche de cada lunes post resaca de fiesta de tristes globos amarillos.
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