sábado, 14 de julio de 2018

CARADURA

CARADURA Malú Kikuchi (13/7/2018) De acuerdo al diccionario, caradura significa, descarado, atrevido, sinvergüenza. La palabra es perfecta para definir al personaje. El miércoles 22/2/2012, a las 8,33 a.m., el tren Nº 3772 de la línea Sarmiento, chocó contra el andén provocando la muerte de 51 personas, más un bebé en gestación y 703 heridos: “la tragedia del Once”. La concesión del Sarmiento la tenía adjudicada la TBA, de los hermanos Cirigliano y estaba fuertemente subsidiada por el estado nacional. Dos meses después de la peor tragedia ferroviaria del país, seguía el subsidio. El maquinista, Marcos Córdoba, que sostuvo que llegando a la estación del Once los frenos no funcionaron, fue condenado a tres años y tres meses de prisión. Lo que implica que no es excarcelable. Los secretarios de transporte, Ricardo Jaime y luego Juan Pablo Schiavi, hoy están presos por esta tragedia. Pero por encima de ellos y de la Comisión Nacional de la Regulación del Transporte, estaba Julio De Vido. El arquitecto Julio De Vido, compañero desde hacía años de Néstor Kirchner, apenas este último asumió como presidente, nombró a su amigo Julio, al frente del poderoso ministerio de Planificación Federal. Hay un muy recomendable libro de Diego Cabot y Francisco Olivera, *“Hablen con Julio”, eterna frase de Néstor Kirchner ante cualquier propuesta que pudiera sugerir un negocio o negociado en puerta. El miércoles 11/7, desde la cárcel de Marcos Paz, en video conferencia, Julio De Vido, imputado en la tragedia de Once, leyó su declaración en la cual responsabilizaba a Jaime, a Schiavi y a Córdoba, del accidente. Aclaró que: “toda mi vida trabajé para que estos episodios no ocurran”, negando cualquier tipo de responsabilidad en el accidente. Argumentó que él no había contratado a Córdoba y que no sabía si este, sabía frenar. Que él, De Vido, no sabía cómo se frenaba un tren. Que a los secretarios de transporte el no los había nombrado, que se los había nombrado por decreto presidencial y que no podían pretender que él revisase los trenes. Y que la Comisión Nacional de la Regulación del Transporte era también responsable, que el único que no lo era, era él. Es cierto que no nombró ni a Córdoba, ni a los secretarios del transporte, ni a la CNRT. Es verdad. También es verdad que el padre del chico que aprovecha la siesta del progenitor para sacarle las llaves del auto y manejarlo y de paso chocar contra todo lo que encuentra en su camino, no le dio las llaves, ni el auto. Pero ante la ley, es el responsable por los daños causados por su hijo. El ministro del área, le haga gracia o no, era el responsable de lo que sucedía en el área del transporte. El mismo se desdice al aclarar que toda su vida trabajó para que estos episodios no ocurrieran. Y este ocurrió cuando él era el responsable máximo y último del tema. Ahora resulta que no era responsable del transporte, que pertenecía a su ministerio. Que después de decir públicamente que Julio López, secretario de obras públicas de su ministerio, era su mano derecha, declaró que desconocía lo que hacía. Esto fue después del revoleo de los bolsos. En resumen, o es un caradura fenomenal o hay que juzgarlo por mal desempeño de sus funciones, un ministro que no sabía lo que pasaba en su ministerio, ni los negociados que se hacían, ni porqué se hacían. Suponiendo que de verdad era, es, tan inepto como para ignorar lo que hacían sus subalternos, aún así, es muy difícil creer que pasaron por su costado manadas de elefantes, todo el tiempo y nunca las vio. En ese caso habría que recomendarle, además de un excelente oftalmólogo, un bastón para ciegos. Debe jugar en la cárcel al Don Pirulero, “¿yo señor? no señor, pues entonces, ¿quién la tiene?” Se vislumbran ideas sobre quienes la tienen, lo importante ahora es averiguar dónde la tienen. Y de una vez por todas, que vuelva al pueblo al que le robaron. Porque el caradurismo de De Vido es compartido por varios miembros del poder judicial, especialistas en mirar hacia otro lado. *”Hablen con Julio”, Sudamericana, abril 2011.

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