miércoles, 28 de enero de 2015

CRISTINA: NO PODES ENGRUPIR A NADIE

La Presidenta, con problemas "de contexto": recupera la iniciativa pero su reforma de la ex SIDE no logra credibilidad Por Fernando Gutierrez Cristina Kirchner respondió al reclamo de los opositores para hablar en público tras la conmoción por la muerte de Nisman. Con su reconocida habilidad comunicacional, se presentó como víctima de la crisis política y trató de incorporar al "relato" su iniciativa para una nueva Agencia de Inteligencia Cristina Kirchner lo hizo de nuevo: retomó el protagonismo político y transmitió a su sector político la sensación de liderazgo, mediante un anuncio de alto impacto destinado a superar la crisis generada tras la muerte del fiscal Alberto Nisman. Con esa estrategia que es la marca registrada de su Gobierno, transformó una crisis generada por errores propios en una conspiración que la tiene a ella como víctima principal y subió la apuesta con una medida política a la que se le realizó el "packaging" de reforma estructural. Por lo pronto, el mensaje parece haber dado resultados: hoy el debate se ha corrido de la muerte de Nisman hacia la conveniencia o no de crear una nueva Agencia Federal de Inteligencia. Por otra parte, se dio satisfacción a las demandas -tanto de opositores como de kirchneristas- porque se volviera a escuchar la palabra presidencial. Y, salvo las expresiones de crítica en redes sociales y en los programas políticos, el discurso no generó una reacción en forma de marchas de repudio ni cacerolazos. Hasta los opositores y críticos acérrimos reconocieron su habilidad para manejar la comunicación. "La Presidenta, con su reconocida habilidad para el discurso, corre el eje de la discusión. Pero acá el centro sigue siendo el hecho gravísimo de la denuncia y de la muerte del fiscal", apuntó Julio Cobos luego del mensaje en cadena. "Debe aceptarse que es osada. Estaba en un arco por el asesinato de Nisman y contraataca con la disolución de su Secretaría de Inteligencia", señaló, por su parte, el influyente analista Jorge Asís. Y agregó que, con esta jugada, Cristina gana tiempo para retomar oxígeno político: "Retoma la iniciativa que inexplicablemente nadie le disputa". Hasta reconoce la habilidad de la puesta en escena para el mensaje televisado desde la residencia de Olivos: "El blanco repele las malas vibraciones. La silla de ruedas invoca a la compasión". Mientras tanto, los voceros del kirchnerismo "puro" reaccionaron con cierto alivio ante la constatación de que, una vez superado el golpe inicial, Cristina volvía a ser la de siempre. El diputado Julián Domínguez, que había quedado en una situación incómoda luego de haber hablado de "suicidio instigado" hace una semana, ayer tuvo un motivo para festejar."Cristina demuestra la firme convicción de seguir profundizando los cambios que vayan en la dirección de más democracia", aseguró. "En las encrucijadas históricas, Cristina Kirchner avanza construyendo lo nuevo y desplazando lo viejo. Disuelve la SIDE. Nadie se animó antes", escribía en su cuenta de Twitter el diputado Fernando "Chino" Navarro. Más entusiasta aun, la legisladora porteña Gabriela Cerruti decía: "¿Y todavía te preguntás por qué nos enamora? Porque tiene el coraje de disolver la SIDE y meternos en la Historia". Por su parte, el politólogo y encuestador Artemio López hasta se permitió ser irónico con la oposición, al considerar que con su anuncio, la Presidenta había dejado sin argumentos a los críticos: "Se acabó la SIDE. Y ahora? Sugerencia: de convocar ‘A tomar las calles' pasen a 'A tomar en las calles' ". Pero la opinión más esperada era la de uno de los grandes protagonistas de los últimos días, que se había llamado a un silencio mediático: Luis D'Elía. Luego de la cadena, el piquetero se sintió habilitado para retomar su habitual batallar contra los adversarios del "proyecto". D'Elía recordaba antiguas frases suyas que describían al multimedios Clarín como "una pistola en la cabeza de la democracia argentina", mientras sus seguidores le deseaban un feliz cumpleaños. Un problema de contexto Pero, claro, la reconocida habilidad de Cristina para manejar la escena y el discurso no logró disimular su principal problema. Para usar una expresión de moda en los últimos tiempos, su anuncio tuvo un problema "de contexto". La propia Presidenta definió la manera en que percibe la profunda crisis política en que está sumido el país tras la muerte del fiscal Nisman. La calificó como "una magnífica oportunidad" para realizar cambios estructurales. Y realizó una comparación extraña entre la disolución de la ex SIDE y otros hitos de su gobierno, como la estatización del sistema jubilatorio o la instauración de la Asignación Universal por Hijo. En definitiva, esa ha sido la gran habilidad de Cristina: ante una crisis generada por las políticas del propio Gobierno, culpa a terceros, se ubica en el lugar de víctima y propone una corrección con tono de gesta épica. Así, la crisis petrolera generada por la mala política energética dio lugar a la expropiación de YPF, que fue aprobada por un contundente 85% de la opinión pública. De la misma manera, durante la gestión kirchnerista el sistema ferroviario se transformó en una trampa mortal, además de haber generado la sospecha de corrupción en el manejo de los subsidios. Y ahora el Gobierno se jacta de la "recuperación" de la gestión y de la modernización de los vagones. Y, siempre en la misma tónica, el oscuro y costoso sistema de inteligencia del Estado que fue financiado, consentido y utilizado durante más de una década se transforma, de pronto, en un problema que la Presidenta viene a solucionar. La fórmula sigue vigente. Pero hay un problema: el contexto ya no ayuda. Cambió demasiado y la conmoción por la muerte de Nisman es un hecho que parece haber cruzado una línea sin retorno. En definitiva, está en tela de juicio la credibilidad. Porque en otro momento, la iniciativa de disolver la ex SIDE habría generado una masiva aceptación, pero en este contexto es percibido como una medida oportunista. "Doce años de gobierno y ahora pide reformar la SIDE. Tragicómico", afirma la diputada Laura Alonso, una de las personas cercanas al fallecido Nisman. El analista Asís argumenta: "Disolver la SIDE hubiera sido una idea interesante en 2003. O en 2007. Culpar en 2015 a Jaime hasta de la etapa lazarista es gracioso". Por su parte, la diputada Patricia Bullrich criticó con dureza: "Se viene una SIDE propia. Una SIDE de La Cámpora. El tema tiene que seguir siendo Nisman y los atentados". Casi todas las argumentaciones de los opositores están en esa tónica y hunden el dedo en la llaga de las contradicciones exhibidas durante el mensaje presidencial. Entre las más importantes, destacan: • La procuradora Alejandra Gils Carbó se transformará en la autoridad para decidir, libre de todo control del Poder Judicial, a quién se le puede pinchar los teléfonos. • La cruzada depuradora de "los servicios" no alcanza a la inteligencia militar que sigue bajo la órbita del general César Milani. • No queda claro si la nueva Agencia Federal de Inteligencia funcionará con fondos reservados en un régimen similar a la ex SIDE. Ni se generan garantías de que no pueda funcionar como un brazo político del Poder Ejecutivo. • No hubo el menor atisbo de autocrítica respecto de la responsabilidad que le cupo al Gobierno en la forma en que funcionó hasta ahora la ex SIDE. No se da explicaciones sobre cómo los espías estuvieron al servicio de actividades ajenas a la seguridad nacional, como la escucha a dirigentes políticos. Iniciativa recuperada Pero, por lo pronto, Cristina logró un cometido político de importancia: la denuncia de Nisman, la propia muerte del fiscal y las irregularidades en la investigación policial parecen haber pasado a un segundo plano. Ahora, la reforma en el servicio de inteligencia está en el centro del debate. En definitiva, hay un antes y un después de su anuncio. Antes había una imagen de una Presidenta deprimida, nerviosa, abrumada por la situación generada tras la muerte de Nisman. En consecuencia, era fuerte la demanda porque dirigiera un mensaje al país en vez de publicar textos en las redes sociales. "La gente está sintiendo su ausencia, hay una orfandad por parte del Gobierno, que necesita que la Presidenta se exprese más allá de una carta de Facebook", apuntaba ayer, antes de la cadena televisada, Mariel Fornoni, directora de la consultora Management & Fit. Fornoni había medido cómo desde la muerte de Nisman la imagen del Gobierno había recibido un duro golpe. Un contundente 70% de la opinión pública no creía en la hipótesis del suicidio y, por otra parte, manifestaba su descreimiento sobre que se pudiera llegar a esclarecer los motivos de la muerte del fiscal. Otros analistas iban más lejos, como el politólogo Sergio Berensztein, quien percibía el riesgo de que se generaran "episodios de ingobernabilidad en la Argentina" si no se exhibía, por parte de la Presidenta, una reacción. Este influyente analista hasta había afirmado que dentro del propio oficialismo había una sensación de impotencia por la forma en que se estaban desarrollando los hechos. "La Presidenta está todavía conmocionada por los acontecimientos, no encuentra un hilo discursivo ni un camino político para encontrarle salida a este laberinto", afirmaba el analista. Y, curiosamente, Cristina recurrió a la misma imagen, la del laberinto, para describir la forma en que ella pensaba superar la situación. Claro que no fue, como Berensztein había sugerido, mediante un diálogo con la oposición para manejar la transición hasta el cambio de gobierno, sino con una ratificación del estilo discursivo del kirchnerismo, el que polariza el ámbito político entre las fuerzas del cambio y las retardatarias. Ultimo round para el relato La que se está librando en estos días es, tal vez, la última batalla del "relato". El argumento no ha cambiado: hay una conspiración que, con tal de dar marcha atrás con las reformas del proyecto nacional y popular, hará cualquier cosa. Esta saña desestabilizadora puede llegar al extremo de "tirarle un muerto" a Cristina, de la misma forma que Mariano Ferreira era "un muerto" para Néstor Kirchner. Una forma curiosa de evaluar las muertes, dado que para el kirchnerismo, Kosteki y Santillán no fueron "muertos que le tiraron a Duhalde" sino, por el contrario, fueron responsabilidad del ex presidente y el motivo del acortamiento de su mandato. Pero si algo en lo que Cristina no está dispuesta a ceder es en la interpretación de la historia, la lejana y la reciente. Para la Presidenta, si hoy no hay nadie indagado, procesado ni preso por el atentado de la AMIA fue porque el Poder Judicial declaró inconstitucional el memorándum de entendimiento con Irán. Si Nisman está muerto es por culpa de "servicios" fuera de control, y por la sospechosa conducta de Diego Lagomarsino. Y todo, naturalmente, aderezado por la conspiración mediática. El problema de la Presidenta es que en su discurso, a veces, se interpone la incómoda realidad. Sin ir más lejos, ayer no todos sus seguidores pudieron reconfortarse con su actualización del relato: a la hora de la cadena nacional, había zonas de Buenos Aires nuevamente afectados por los cortes de luz.

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