jueves, 15 de enero de 2015

LA MUERTE DE LOS PARADIGMAS

por Jacinto Chiclana La muerte de los paradigmas Es triste, sí. Pero han muerto. En el enorme salón vacío de gentes y de sonidos, yacen los féretros. Alineados prolijamente en una larga hilera, a solo metro y medio de la pared, blanca y espectral, solo iluminada por la fría luz de algunas lámparas miserables. Y no hemos ido a velarlos. Los ataúdes, lejos de ser lujosos y de valiosas maderas adornadas con espectaculares filigranas, realizadas por impecables artistas de la ebanistería, son burdas cajas de maderas, cual ordinarios cajones de frutas, clavadas torpemente con baratos clavos de hierro, que no resistirán más de uno o dos meses las humedades de la tierra y así, cómplices de la sabia putrefacción, facilitarán con su herrumbre irremediable, el desmembramiento de los cajones y la invasión del tiempo, en el que "el polvo volverá al polvo", reafirmando el reinado milenario de la muerte. El primero de la lista, alberga en su interior el frío cuerpo del que en vida reconociéramos por sus iniciales HM. Yace allí con su cabeza destrozada y casi irreconocible. El segundo, aquel que identificáramos como VDS, igual de frío y de muerto, permanece desnudo y en contacto directo con las rústicas maderas de su ataúd. El que sigue, también frío y tieso, es aquel que nombráramos como SYA. El cuarto, solo conocido en su corta vida como R, es el que murió primero, arrastrando en su agonía a sus ya poco populares y ancianos compañeros. Siguen varios más. Nombrarlos uno por uno sería tedioso e interminable. Sólo baste decir que allí, en la gran sala mortuoria, vacía de gentes y sonidos, se encuentran también otra H, una S, una D y unos cuantos y cuantas. Otros y otras que por menos conocidos no hace falta nombrar, pero que han muerto igual, de manera violenta e irremediable. Todos y todas han sucumbido ante nuestro estupor primero, nuestra indiferencia luego y nuestra abulia después. Todos ellos han sido masacrados en el altar de los nuevos paradigmas que, de manera insistente e imparable han invadido más que nunca nuestras vidas en los últimos doce años y, cual hordas destructoras al mando de la diosa Corrupción, no solo han conquistado nuestras vidas, sino además, amenazan con proseguir la invasión destructora y doblegarnos definitivamente, bajo el yugo autoritario que mejor les faculta para conseguir sus fines. Si señores y señoras. Se los comunico: han muerto la Honestidad Moral, han masacrado la Vocación De Servicios, han dejado sin vida la Sencillez y la Aptitud, falleció de muerte violenta la Honradez, se pudre ya en su cajón la Humildad y su olor a podredumbre se mezcla con el que despide el cuerpo descompuesto de la ¡Determinación! Ni que hablar del último de los féretros, en el que ya se encuentra invadido por millones de gusanos, el cuerpo inerme, despreciable y devaluado de La Política. Los nuevos, los advenedizos, aquellos que mataron de mil formas a los viejos paradigmas, han contado con la complicidad imprescindible de la prostitución de la Justicia, la defección de La Verdad, el sentido acomodaticio de La Moral y la mirada estúpida de La Indiferencia. ¿La jefa de todos?. Ya se lo dije: La Corrupción. Claro que también actuaron como integrantes de la atroz Asociación Ilícita, El Olvido, La Parcialidad, La Ignorancia y El Prejuicio. En aras de esta invasión y aquellas muertes, lejos, muy lejos quedarán nombres de mortales como Hipólito Irigoyen, Lisandro De La Torre, Arturo Illia, Arturo Frondizi, Alfredo Palacios y otros pocos más. Lejos, muy lejos quedarán aquellos tiempos en el que los hombres y mujeres abrazaban la Política con el ansia de mejorar la vida de la gente. Hoy, el nuevo paradigma es abrazar la política para mejorar la vida del abrazador y sus parientes y amigos, sus compañeros y compañeras de ruta de la inmoral multiplicación de los peces, los panes, las prebendas y las riquezas de quienes medran con la estupidez de quienes los votan, para engañarlos, hipotecarles los oídos con sus estudiados discursos y negarles el futuro con sus sucios contubernios, sus robos a cara descubierta y su desprejuiciado y descarado ejercicio de la impunidad. Así es. Han muerto los viejos paradigmas. Y tal parece que esta vez es muy difícil que resuciten y que volvamos a tenerlos entre nosotros, simples testigos inermes y silenciosos de este criollo "Game of Thrones", desatado para ver quién es el que continúa machacando hasta convertir en pulpa sangrienta, las cabezas de los viejos paradigmas. Si algún atisbo de esperanza pudiera ser rescatado de toda esta angustiosa situación en la que aun velamos a los viejos paradigmas, cae fulminado cada vez que a alguien se le ocurre preguntarle a algunos de los nuevos candidatos que será elegido para que nos siga engañando, como arreglaría tal o cual cuestión. Todos, casi sin excepción, se embarcan en vacías explicaciones verborrágicas, dando repetidas vueltas sobre si mismos, como perro que no se decide sobre cual baldosa de la vereda va a depositar su excremento. Da vueltas y vueltas, abusando de sus muletillas expendedoras de tiempo, mientras piensa alguna frase agradable y compradora y de que manera nos va a enroscar la ponzoñosa víbora de su mentira. Nunca una respuesta sencilla. Nunca una explicación clara sobre algo. ¿Cómo haría usted, si fuera elegido Presidente, para evitar que vuelva a morir otro niño de desnutrición en la Argentina? ¿No es fácil la respuesta? En lugar de zapatear durante veinte minutos sobre la dichosa "inclusión social" o la tan mentada "igualdad de oportunidades" y otras mentiras por el estilo, ¿por qué no ejecutar un plan nacional al que volcar todo el dinero que se malgasta en taradeces y negociados como "fulbito para todos y todas", programas y películas que nadie mira, miles de millones de pesos en propagandas inmorales, desplegadas en rutas nacionales, canales de TV, radios y diarios? Un programa que sea manejado en forma colectiva por una Comisión integrada por la totalidad de los referentes políticos de la oposición y del oficialismo, a partes iguales y con el control y auditoría de varias y probadas ONG especializadas. Con un axioma rígido e inamovible: ¡cortarles las manos (es un decir que reemplazaría a un mínimo de cinco años de cárcel efectiva) a aquellos que metan o pretendan meter las manos en la lata! Construir, con el diez por ciento de la tracalada de guita que imprimen y se afanan, sendos hospitales en aquellos lugares de mayor crisis nutricional, pero dotarlos de buenos médicos, que firmen contratos de prestación de servicios por un período de por lo menos cinco años, con muy buenos sueldos y premios en efectivo al finalizar los períodos de prestación. Educar a los indígenas, con buenos maestros y buenas escuelas. Emplear a sus padres asegurándoles sueldos dignos en lugar de contratar ñoquis al por mayor. Construirles viviendas dignas en las que no los acechen las vinchucas; proveerles de agua potable y alimentos en condiciones, hasta que incorporen la cultura del trabajo y el progreso. ¿Qué me va a preguntar? ¿De dónde se puede sacar la guita? Es fácil, ¡qué Vaca Muerta ni en terapia intensiva! Vendan todos los Audi y coches de alta gama que integran las flotas de tantos miles de funcionarios y dirigentes, bájeles los sueldos, de 80 lucas a lo que gana un maestro, claro que después que les suba el sueldo a los maestros y se asegure su capacidad e idoneidad para desarrollar tan digna tarea. Termine con los famosos tickets aéreos, termine con la tracalada de asesores, amanuenses, abridores de puertas y valets de ocasión. Termine con los puestos públicos otorgados a "queridas", "queridos", "amantes", "parientes", "ex amantes con propensión al parloteo" y otras yerbas. Acabe de una buena vez con flotas aéreas caras, de costosos e innecesarios vuelos para llevar el chal olvidado o la última revista Caras y el suplemento dominical del diario. Termine con subsidios inventados para alimentar vivos y que van a parar al bolsillo de los empresarios ídem, a medias con los numerosos funcionarios que se los otorgan y supuestamente quienes deberían controlar sus usos. Termine con líneas aéreas que pierden en un día el equivalente a cien médicos desplegados en la zona del Chaco profundo o cien casas dignas para los sin techo de cualquier lugar. Termine con sus negocios y con hacer la vista gorda ante el negocio de los que usted acomoda. Acabe de una buena vez con los compromisos sucios y espurios, a cambio de apoyos o caudales de votos. ¡Deje de aliarse con impresentables que exhiben un largo y tortuoso trajinar por la política, cambiando de cama como de calzones! Sería tan sencillo... por lo pronto deje de querer convencernos de que nadie sufre hambre en la Argentina... todos sabemos que eso es una mentira. Claro que para eso habría que ser verdaderamente revolucionario... no de "parole" claro, un revolucionario en serio. Casi un fuera de serie diría yo... Y habría que mirarse en espejos reales y auténticos... no mirar para el lado de los espejos de parque de diversiones de Venezuela o de Cuba... mirar mejor para el lado de Noruega, Finlandia, Dinamarca, Holanda, Suecia, etc. Mande gente de su partido y facilítele el acceso a la oposición para que vayan a esos países para averiguar cual es el secreto; cuál es el método y cómo llegaron allí. Quizás no sea tan misterioso como creemos. Averigüe porqué por esas latitudes los funcionarios viajan en tranvía o en bicicleta y si a alguno se le ocurriera utilizar el avión sanitario de la localidad para irse de vacaciones, lo haría una sola vez y luego tendría unos, digamos diez años, para arrepentirse en una celda, de una cárcel típica de aquellos países, con todo limpio e impecable, ¿vio? Cama, lavabo, retrete, mesa y silla de acero inoxidable del mejor, pero lejos y detrás de una reja por una larga temporada, saludablemente apartado de la sociedad a la que pretendió engañar. Preséntese como intachable e incorruptible. Pero séalo realmente. No la filme de honesto. Sea honesto. Deje de dar vueltas sobre la baldosa, hablando mucho sin hacer nada. Elija su lugar. Explique qué hará y qué no hará. Con quién se juntaría y con quién no. Qué investigaría y hasta dónde llegaría o hasta dónde dejaría que llegue la justicia libremente, sea quien sea el objeto de investigación. Cuéntenos todo. Sin tapujos ni adornos. Sin disfrazar nada. Convénzanos de que su único compromiso es con la sociedad que puede llegar a votarlo. Si usted verdaderamente se siente motivado por los viejos paradigmas y valen algo la honestidad, la moral, el ejemplo, la entrega, el coraje, la determinación para cumplir con lo que promete, no tenga miedo. Esta sociedad, harta de ser engañada y jugar el papel de convidado de piedra en esta fiesta en la que jugamos contra la perinola cargada, en esta ordalía corrupta de desprotección y engaño y esta exacerbación de la incultura, seguramente lo o la apoyará. No le tema a la amenaza de oscuras corporaciones, viejas o nuevas. Lárguese. Diga lo que tenga que decir. Denuncie, prometa investigar, sea todo lo duro o dura que será necesario ser, para desbrozar esta maraña de podredumbre fermentada. No se ande con vueltas. No busque a cada rato la frase hecha o el discurso vano y vacío. Al pan, pan y al vino, vino. Si tiene los dientes torcidos, déjelos así. No se arregle ni el trasero ni se coloque prótesis mamarias. Prohíba que le arreglen sus fotos con Photoshop. Salga como es. Porque el software puede arreglar todo, menos el alma. Deje de lado las fotografías estilo Carlitos Gardel en Cuesta Abajo, con la cabecita algo torcida y una sonrisa de oreja a oreja. Sea natural, no necesitamos ni un artista de cine ni un santo. Queremos alguien que no solo no nos joda, sino que arregle este quilombo que lleva bastante más de una década. Queremos que en el puerto vuelvan los barcos argentinos, que nuestros granos alimenten al mundo, que nuestras carnes vuelvan a ser las mejores, que nuestros vinos conquisten las mesas del planeta, que nuestro rompehielos vuelva a ser quien abastece a nuestras bases antárticas, que nuestros trenes funcionen, aunque no sean balas, que nuestros chicos vuelvan a ganar las Olimpíadas de Matemáticas y que volvamos a ser ejemplos en educación. Que volvamos a tener una de las mejores policías del planeta... en fin, ¿le parece mucho lo que queremos? Para hacerla corta, queremos un señor o una señora, que se acerque despacito a cada cajón en los que yacen nuestros viejos pero buenos paradigmas y que, mezclando algo de magia con alguna fecunda maniobra de resucitación, vuelva a la vida los viejos valores, que se sintetizan en aquellos poquísimos políticos que se fueron dejando un país mejor que el que encontraron. Y ellos, con igual o menos guita que la que tenían cuando llegaron.

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