jueves, 24 de julio de 2008

ATISBO

UN ATISBO DE INCONSTITUCIONALIDAD



Por Rafael Eduardo Micheletti



Como todos sabemos, el vicepresidente Cobos, ante el empate ocurrido en la votación del Senado sobre el sistema de retenciones móviles a las exportaciones agropecuarias, un tanto tenso y con una impronta de nerviosismo que le hacía a uno recordar el momento histórico que la Argentina estaba atravesando, dijo que su voto no era positivo, permitiendo que vuelva la alegría y la tranquilidad a la gente del campo, que se había visto obligada a frenar su producción y a movilizarse ante la incertidumbre y oscuridad que asomaban en su horizonte como consecuencia de esa bendita resolución ministerial, la famosa 125.



La Corte Suprema le anticipó o dio a entender a la presidenta que ese mecanismo tan discrecional y confiscatorio no podía dejar de ser declarado anticonstitucional, a lo que se sumó una tremenda movilización del pueblo argentino en apoyo a las reivindicaciones del sector agropecuario, con dos marchas de alrededor de 300 mil personas en muy poco tiempo, una en Rosario y otra en Capital Federal.



El Ejecutivo, por lo tanto, no tuvo más remedio que apostar por su mayoría legislativa automática, conformada por esos desconocidos legisladores que supieron arreglárselas para anotar su nombre en una lista sábana, la que los condujo hacia esa banca en la que muchos de ellos simulan trabajar mientras al mismo tiempo renuncian a sus facultades y a las responsabilidades por las que juraron ante nuestra Constitución Nacional, otorgándole un poder absoluto y discrecional a su líder partidaria.



Esa mayoría automática cobarde e irresponsable que supo violar el artículo 29 de nuestra Carta Magna con tanta asiduidad, abrogándose el pomposo título de “infames traidores a la patria”, esta vez falló, y si desde el oficialismo no habían recurrido a ella con anterioridad para legitimar de alguna manera las retenciones móviles, como lo hicieron tantas veces, fue porque sabían que el abuso y el perjuicio evidente para las provincias y los productores que emanaban de esa resolución hacían que ni siquiera su mayoría legislativa tradicionalmente automática fuese suficiente para convalidar dicha medida.



En este marco, a pesar de las amenazas, y según algunos siguiendo el reclamo de sus propios hijos, que le pedían que votara a conciencia, Cobos reflotó hasta cierto punto la institucionalidad y legalidad que tanto habían ido retrocediendo durante los últimos cinco años en nuestro país, a medida que los Kirchner acumulaban poder de manera excesiva y arbitraria.



El hecho de que haya salido tan pareja una votación sobre un tema tan elemental, como la importancia de que los impuestos no puedan ser ilimitada y discrecionalmente establecidos por un poder omnímodo con una capacidad de extorsión e impunidad pocas veces vistas en nuestra historia, lo que genera incertidumbre, desinversión y corrupción sistemáticas, no es algo para alegrarse.Pero sí es positivo que el pueblo se haya movilizado sin pensar en su bolsillo, que haya sabido anticiparse a los problemas, que hayamos reconocido la importancia de la división de poderes y la institucionalidad para el desarrollo social y económico sustentable.



Sin embargo, la alegría no debe transformarse en conformismo, y no debemos olvidar que todo poder que aspira a ser absoluto tiende a replegarse para atacar de nuevo cuando las aguas estén más calmas.



No se trata de desconfiar irracionalmente, sino simplemente de mantener el compromiso y la prudencia en una lucha que sólo terminará cuando ya no haya pobres en nuestro país, porque estamos en condiciones de lograrlo y eso es lo más trágico de todo esto.



Es cierto. Tuvimos que pasar por la vergüenza de tener que escuchar a uno de nuestros representantes, como lo es el senador ultrakirchnerista Picheto, justificar y defender la total sumisión de los legisladores a la voluntad del Ejecutivo, y todo esto en nombre del parlamentarismo, que es una de las variantes del sistema de división de poderes, y sin tener en cuenta el pequeño detalle de que según nuestra Constitución somos un país presidencialista.



Sería bueno recordarle a Picheto, aunque parezca increíble tener que hacerlo en pleno siglo XXI, que el sistema parlamentario, al igual que el presidencialista, en cuanto variantes de un mismo mecanismo que es la división de poderes, busca el sometimiento del gobernante a la ley, y no de la ley al gobernante, mediante la independencia judicial y la autonomía legislativa, que tanto han sido atacadas por el gobierno que él defiende y por el cual trabaja.



A pesar de todo, los argentinos nos quedamos hasta las cinco de la mañana siguiendo un debate legislativo, comprendiendo la importancia del asunto y palpando las ventajas que la desconcentración del poder produce en materia de representatividad e imparcialidad de las reglas de juego.



Y eso se lo tenemos que agradecer a la gente valiente que en nuestro país se dedica a trabajar nuestras llanuras día tras día, llueve o truene, luchando ferozmente contra la naturaleza y contra los obstáculos que surgen de un Estado parasitario e ineficiente como el que tenemos.
FTE CRÓNICA Y ANALÍSIS

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