domingo, 27 de julio de 2008

USTED GARPÓ LA FIESTA

La fiesta de la Pinguinita
Varios ambientes de la residencia presidencial se adaptaron al estilo “Las mil y una noches”: almohadones bordados, plumas, y alfombras y manteles con deidades budistas cubrieron sillones, se usaron como tapices y hasta decoraron una cama con dosel convertida así en un “aposento real”.

Por Juan Cruz Sanz
La hija menor del matrimonio Kirchner reunió a una veintena de amigos para celebrar sus 18 años. Después de una comida informal –sándwiches de carne y papas fritas– y pasada la medianoche, un grupo más grande de chicos y chicas se sumó al festejo con barra de tragos y DJ. Varios ambientes de la residencia presidencial se adaptaron al estilo “Las mil y una noches”: almohadones bordados, plumas, y alfombras y manteles con deidades budistas cubrieron sillones, se usaron como tapices y hasta decoraron una cama con dosel convertida así en un “aposento real”.

Sobre un camastro “tuneado” y en contraste con el amarillo de fondo, la menor de los K con medias negras, menos aniñada y con la figura mucho más estilizada. Adelgazó diez kilos y se cuida en las comidas.

Ha recorrido un largo camino, la muchacha, y ya no es esa nena de 13 años asombrada con las luces de la Capital. Florencia, la hija menor del Néstor y Cristina Kirchner, cumplió 18 años el 6 de julio y lo festejó con todo el estilo y glamour que –digna hija de su madre– ya son su marca registrada.

El sábado 5 fue la vigilia para el día del cumpleaños. Florencia quería que fuese una noche especial y no dejó librado al azar ningún detalle de la ambientación, inspirada en “Las mil y una noches”, aunque con elementos decorativos más bien hindúes. En pocas horas, uno de los principales quinchos de la quinta presidencial de Olivos –donde ya había celebrado su fiesta de 15– quedó listo para la gran fiesta.

La noche arrancó, primero, con una cena especial para la agasajada y su grupo más íntimo de amigos y amigas, es decir, su círculo áulico: unas veinte personas aproximadamente, compañeros de su colegio y también de otros de zona Norte, como el San Marcos y el San Andrés. Estos la sorprendieron con regalos, rosas, globos y carteles con mensajes de cariño.

Carne y papas fritas fue el menú elegido como previa a la fiesta, algo menos frugal de lo que acostumbra la menor de los K desde que su silueta perdió unos diez kilos.

El lugar para recibir al resto de los invitados fue uno de los espacios que el ex presidente Eduardo Duhalde reacondicionó en 2002 para recibir a los gobernadores provinciales durante su gestión. Antes de la llegada del resto de los invitados, la “princesa K” posó para las fotos y recorrió uno por uno los espacios que fueron decorados con un estilo hindú. Pasada la 1 de la mañana se acondicionó una barra libre de tragos y alcohol, junto con un set de disc jockey. Florencia tuvo su propio boliche en el que fue la estrella principal.

Nació en 1990, en los albores de lo que sus padres no han dudado en calificar como una década infame. Al ritmo del uno a uno, Florencia creció a la par de sus carreras políticas. Entonces, papá Néstor era intendente de Río Gallegos y mamá Cristina defendía los intereses del peronismo desde la Cámara de Diputados de la provincia de Santa Cruz. Su hija menor prácticamente se crió con padres part time: primero Cuca y después Maquena –casi integrantes de la familia Kirchner– fueron las encargadas de custodiar el crecimiento de la más chiquita de la familia. Su nueva niñera está más acorde con su nuevo look: rubia y atractiva, la baby-sitter es además psicóloga, y escucha paciente los dramas adolescentes de la hija presidencial.

No tuvo problemas para hacer nuevos amigos en Buenos Aires: cayó bien en el grupo del Instituto La Salle de Florida. En enero de 2006 fue su explosión y, junto con el calor del verano, se apoderó de la noche pinamarense. Un ritual que repitió todos los años. Ahí Flor desembarcó de lleno en la adolescencia.

Empezó a cuidar su look consultando revistas de moda internacionales –la “biblia” de todas las mujeres fashion, es decir, la edición norteamericana de Vogue y también Harper’s Bazaar y Nylon, con propuestas más avant-garde–, y se sumó a su madre en la obsesión estética. Por el mismo tiempo en el que la actual Presidenta hacía rollers por la quinta de Olivos, la nena se puso a dieta y consiguió perder más de diez kilos. La arena de “Pinamareli” –como ella le dice– fue otra vez el lugar elegido para mostrar su nueva figura: dejó que la fotografiaran con una bikini vintage de Class Life. En un ataque teen, su mamá se había comprado la misma.

Su cambio estético ya había llamado la atención en el traspaso de mando presidencial, en diciembre del año pasado: a pesar del calor, Florencia se presentó con medias negras imitando los adelantos europeos de Dolce & Gabbana. Su look lo completaron zapatos Chanel, una cartera Fendi y un generoso delineado negro para sus ojos “de huevo duro”, como suele quejarse ante amigas de confianza. Un complejo que no aquejaba a la nena de Santa Cruz cuando en la asunción de su padre, en 2003, jugaba ella también con el bastón de mando entre las manos.

Está terminando tercero del Polimodal con orientación en Comunicación, Arte y Diseño. Los fines de semana se “desenchufa” en la pista de baile: sus boliches preferidos son Ryu en San Miguel, que eligió el año pasado para su cumpleaños, y Rumi en Capital.

Se divierte con su amigo “Sebas” Campoy y reparte abrazos a la platea masculina, pero el corazón de la pequeña Kirchner todavía no tiene dueño. Sin ataduras sentimentales, bailó con sus invitados hasta el amanecer. Aprovechando la mayoría de edad, se surtió de la barra de tragos y se movió al ritmo de Miranda!, No Doubt y Blondie.

Sus padres, todavía inmersos en la campaña por los votos para la fracasada ley de retenciones, no fueron parte del convite. Fiel a su estilo rebelde, Florencia quiso una fiesta sólo para teens. Lejos quedaron las discusiones que habían suscitado sus sucesivos fotolog: como cualquier adolescente, subía fotos que se sacaba en la escuela, en la quinta de Olivos y hasta en un vagón de subte de la línea D. Lo que no consiguieron los retos paternos llegó con la tecnología: los fotolog se volvieron cosa del pasado y ella –se sabe– siempre acompaña las últimas tendencias. Hace rato sacó un usuario en Facebook, donde puede elegir quiénes posan los ojos en su intimidad. Desde allí, se sumó a la tarea de juntar un millón de firmas para apoyar la ley de radiodifusión que apoyan sus padres. Con este nuevo cumpleaños, se ha convertido en ciudadana y será un voto más para los Kirchner en las próximas elecciones.

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