sábado, 13 de diciembre de 2014

PANORAMA

Panorama político nacional de los últimos siete días Los procesos de Boudou y la advertencia de Francisco El juicio oral al que deberá someterse el vicepresidente Amado Boudou en una de las causas que lo tienen como procesado (la menos importante, si se quiere), no sólo aumenta la presión para que el funcionario abandone siquiera temporalmente su cargo, sino que opera sobre el gobierno en su conjunto en su terca pulseada con la Justicia. Hace años que el oficialismo procura controlar el Poder Judicial, objetivo tras el cual puso en marcha diferentes operaciones de distinta envergadura. La última fue la aprobación sumaria, sin participación ni debate suficiente, del Código Procesal Penal que, entre otras cosas, traslada atribuciones de los jueces federales al ministerio fiscal, un resorte que el gobierno controla casi sin trabas a través de la Procuradora Alejandra Gils Carbó, militante declarada de la causa K. A través del manejo de los fiscales y la reasignación de las causas el oficialismo procuraría eludir el avance de los jueces sobre sus funcionarios, en temas que en general están vinculados al incumplimiento de obligaciones, el uso irregular de fondos públicos, el abuso de atribuciones, el pago de sobreprecios y otras figuras que suelen simplificarse bajo el rótulo genérico de corrupción. Justicia ciega Las investigaciones judiciales afectan a un número creciente de ministros y secretarios de estado y, con la causa que investiga el manejo de los hoteles de la familia presidencial, han alcanzado el vértice del Poder Ejecutivo. El kirchnerismo atribuye esa situación judicial a un plan destinado a dañar a la Presidente (“una operación destituyente”). El hecho objetivo parece ser otro: los pasos dudosos de los gobiernos empiezan a ser investigados cuando estos pierden poder. El oficialismo no quiere transmitir esta impresión porque teme que la constatación agrave el fenómeno y que desde bastante antes del cambio de presidente, los actores sociales privilegien la interlocución con alguno de los sucesores más probables (o con todos ellos) por sobre la palabra de la Casa Rosada. Para impedir ese prematuro deslizamiento la Presidente y su entorno se esfuerzan por demostrar (y hasta sobreactuar) su poder y su capacidad de daño. La victimización y la alusión a operaciones dañinas forman parte de su repertorio de confrontación, que no se agota en palabras, por otra parte. Muchas veces hasta la palabra y las frases del Papa son objeto de manipulación, de transformaciones sesgadas. Hace meses, por caso, que su recomendación de “cuidar a Cristina” viene siendo interpretada como una advertencia dirigida a la oposición. El tiempo, sin embargo, va aclarando la latitud de su significado. El “cuidar” a la Presidente hoy bien puede comprenderse, por ejemplo, como un mensaje a funcionarios fuertemente afectados por investigaciones judiciales que descargan el costo político de sus conductas sobre el centro del poder. Boudou sólo es el más notorio, pero no el único. El Papa y el photoshop En la entrevista que concedió días atrás a la corresponsal de La Nación en Roma, Francisco devaluó con piadosa ironía la actitud de los políticos que pretenden usarlo: recordó que alguno hasta llegó a retocar una fotografía para sugerir que había sido recibido en audiencia privada. Para cortar por lo sano, Francisco ha decidido no conceder entrevistas a políticos argentinos mientras esté en curso la competencia electoral que concluye en octubre del año próximo. De los tres candidatos presidenciales que las encuestas destacan, el único que no se reunió hasta ahora con el Pontífice es Sergio Massa que, a primera vista, aparecería como principal damnificado por esa decisión. Sin embargo, conviene mirar por un instante a otro personaje. ¿Hará alguna excepción el Papa con la señora de Kirchner? Ella se distingue de dirigentes y candidatos por su investidura, que hasta ahora le ha abierto con facilidad las puertas vaticanas. La señora no revista entre los candidatos a la presidencia (la Constitución se lo impide), pero su entorno quiere a toda costa que su nombre figure en la boleta del oficialismo, por el candoroso deseo de blindarla con inmunidades y también porque pretenden que su apellido simbolice en las urnas la sobrevivencia del “modelo”. Es muy probable que, si termina consumando la sugerencia que se atribuye a sus mosqueteros y decide finalmente ser candidata, deba resignarse a no tener encuentros privados con el Pontífice hasta que haya dejado la Presidencia (o, al menos, hasta que se haya superado la encrucijada del cuarto oscuro). Se trataría de un costo considerable para ella. “Sería un error” Como para evitar malentendidos, en la amplia entrevista que otorgó, Francisco extiende el sentido de sus advertencias. Dice textualmente: “La Argentina tiene que llegar al término del mandato en paz. Una ruptura del sistema democrático, de la Constitución, en este momento sería un error. Todos tienen que colaborar en eso y elegir luego las nuevas autoridades”. Francisco usa el lenguaje con economía y precisión. Advierte contra la tentación de romper el sistema de la Constitución. ¿A quién le habla? ¿Se observan acaso actitudes temerarias de ese carácter en una oposición que más bien es criticada por su cautelosa espera de los tiempos electorales y que muchos consideran extremadamente pasiva? Es muy probable que la alerta papal aluda en este caso a los sectores del poder que rozan los bordes de la Constitución, procuran forzar sus límites para estirar lo que tiene una fecha de vencimiento (el mandato), para prorrogar o ensanchar sus inmunidades y prerrogativas, para perforar la independencia de otros poderes e incrementar los desequilibrios entre Ejecutivo y Judicial. Se advierte en el aviso de Bergoglio una exhortación a que ese tipo de tentaciones sean contenidas. Para el gobierno –según afirma el Jefe de Gabinete, Jorge Capitanich- “las palabras del Papa deben ser siempre bien interpretadas (…) la gobernabilidad de un país tiene que ver con el ejercicio del liderazgo y el ejercicio de liderazgo es absolutamente indubitable por parte de Cristina Kirchner”. Es legítimo interpretar la palabra del Papa; no lo es pasarle el Photoshop para darle un empleo faccioso. Francisco habla con su propia voz: “Hay que terminar en paz y elegir las nuevas autoridades”, dice. Hay que llegar al buen final: algo termina; se elige algo nuevo. “Todos tienen que colaborar en eso”. Jorge Raventos

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