viernes, 12 de diciembre de 2014

UN FINAL MENEMISTA

Un final menemista Recesión, descontrol fiscal, atraso cambiario y endeudamiento, para dejar otra herencia envenenada Por Sergio Serrichio "Si remamos 2014, podemos remar 2015. Eso sí, ni hablar de otra devaluación; la que hicimos casi nos lleva puestos. Tampoco, de corregir el atraso de las tarifas: sería hacer el trabajo sucio al próximo gobierno. Por ende, tampoco podemos mejorar de verdad las cuentas públicas; tendremos que seguir dibujándolas. Olvidémonos también de bajar de verdad la inflación. La medición que inventé para tapar las groserías de Moreno puede tirar un año más. De la inflación que reconocemos sigamos culpando a los medios y a los monopolios. Hasta aquí, nada nuevo, doctora. Pero lamento informarle que tampoco podemos seguir con el "desendeudamiento". Mejor dicho, sigamos con el verso pero endeudémonos todo lo que podamos, al costo que sea. Si no, nos quedamos sin reservas y se nos viene el dólar encima. Total, la cuenta queda para el que sigue. Yo me encargo de todo eso, mientras Usted, que lo hace tan bien, se ocupa de la estrategia de la impunidad. Le confieso que a ésa yo la veía de afuera, pero ahora que me imputaron por abuso de autoridad y negociaciones incompatibles con la función pública la entiendo mejor. Estamos en el mismo barco, Presidenta. Si mi apellido hasta comienza con K". El largo e imaginario párrafo resume lo que, de hecho, está llevando a cabo el ministro de Economía, Axel Kicillof, con la aquiescencia de Cristina Fernández de Kirchner (CFK). Lo más novedoso es la decisión de endeudarse nuevamente, tras la comprobación de que ni el neodefault (por la saga de los fondos buitre) impide que el Gobierno emita nuevos bonos. A tasas altísimas eso sí, pero con vencimiento en 2024. Quizás no sea una buena operación para el país pero por ahí alcanza para zafar un año más. Cuando, a partir de 1998, el gobierno de Menem afrontó circunstancias parecidas, aplicó la misma receta: endeudamiento, maquillaje, pagadiós. Una herencia envenenada que hasta podría servir para alfombrar la operación retorno. Allí donde Menem vendió el resto que quedaba de YPF a Repsol y contó los ingresos como "corrientes", el de CFK hace la licitación de la telefonía móvil 4G y embolsa más de 2.000 millones. Allí donde Menem recurrió a montos extraordinarios de crédito del Banco Mundial y el BID, CFK recurre a préstamos un poco más modestos de esos mismos organismos, pero los refuerza con el "canje de monedas" con China y una línea especial del Banco de Francia. Allí donde el equipo de Roque Fernández empapeló el mercado internacional con bonos argentinos que ofrecían intereses muy superiores a los italianos, portugueses y griegos, cuyos rendimientos se habían desplomado tras la entrada en vigencia del euro, Axel Kicillof sale ahora a ofrecer bonos a tasas que más que duplicarán las que pagan países como Bolivia y Paraguay y sólo pueden compararse con las que paga la Venezuela de Nicolás Maduro. Acosada por un juez que hurga en apenas una de las inverosímiles fuentes del enriquecimiento de la familia presidencial, la presidenta no tiene vocación ni margen para hacer política del bien común. Bonadío investiga el caso de Hotesur, pero hasta ahora ningún juez preguntó seriamente a los Kirchner cómo hicieron para que el Banco de Santa Cruz, que ellos mismos habían transferido a los Eskenazi, a quienes luego colocaron como socios forzados de Repsol en YPF, les pagara intereses en dólares entre dos y tres veces más altos que los que pagaba cualquier otro banco. Tampoco le preguntaron cómo fue que Panatel, la empresa del grupo JCR, un gran contratista de obra pública, les pagara un alquiler inverosímil por Los Sauces, otro hotel de la familia presidencial. Ni cómo fue que ganaron dos millones de dólares vendiendo al grupo chileno Cencosud, que no puso allí ningún ladrillo, los terrenos calafateños que habían adquirido a precio vil en una piñata corrupta organizada por un intendente kirchnerista. De esas cuestiones se ocupa CFK Kicillof, mientras tanto, anunció un canje de 3.000 millones de dólares mediante la emisión de un bono con vencimiento en 2024, que aliviaría los vencimientos de 2015 (cualquier parecido con el megacanje de 2001 es pura coincidencia) por el que pagará casi 10% anual en dólares, un rendimiento extraordinario en un mundo de dólar en alza y liquidez aún desbordante (recién en la segunda mitad de 2015 la Fed empezaría a subir las tasas de interés, coinciden los analistas). Aunque se parezca demasiado al final del menemismo (retraso cambiario, pérdida de competitividad, endeudamiento, déficit fiscal desbordado), el plan de Axel es tal vez la estrategia menos arriesgada. Intentar otra devaluación sería mostrar la soga en casa del ahorcado. Ajustar las tarifas para achicar la cuenta de subsidios (este año, casi 100.000 millones de pesos sólo en electricidad y gas) sería un golpe inflacionario y empiojaría aún más el clima social. El gran riesgo a evitar es una megadevaluación empujada por el ahora domado blue. Un problema es que los dólares comerciales cada vez escasean más. Este año, las exportaciones argentinas serán 10.000 millones de dólares inferiores a las de 2011. Pasaron de ser 0,48% de las exportaciones mundiales en 2010 a 0,37% en 2014, una pérdida relativa de casi 20%, calculó Marcelo Elizondo, ex director de la Fundación Export-Ar. Suena abstracto pero tiene efectos muy concretos en las economías regionales, deprimidas por la falta de competitividad de sus productos en el mercado mundial. Por eso tanto control. Y ahora, endeudamiento. Tal el plan aguante de Axel, copia fiel del final menemista. Al fin y al cabo, el propio Néstor Kirchner dijo una vez que Menem había sido el mejor presidente argentino de la historia.

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