viernes, 3 de agosto de 2018

LA SUERTE DE JONES HUALA

La suerte de Jones Huala Aunque el anacrónico líder mapuche no calificaba, la Justicia le otorgó el inmerecido beneficio de la prisión domiciliaria. 1 de agosto de 2018 Facundo Jones Huala es un argentino afortunado. Si viviese en los países que toma como modelo, fuesen Cuba, Nicaragua, Venezuela o aun en el Estado Plurinacional de Bolivia, los desmanes provocados por su organización Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) hubieran sido reprimidos con toda la fuerza del garrote socialista. En la República Bolivariana de Venezuela, la disidencia es perseguida por el Servicio Bolivariano de Inteligencia, que no tiene los modales de la Gendarmería argentina. La Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen que responde al colla Evo Morales, utiliza bastones y gases lacrimógenos para disuadir a quienes protestan, aunque sean indígenas, sin tantas contemplaciones. Facundo Jones Huala es un marxista afortunado. Si hubiera proclamado la autonomía del pueblo mapuche en China, tierra de su mentor Mao Tse-tung, quizás hubiera terminado como los 90.000 muertos del Tíbet, cuando fue anexado por el gobierno de Pekín y el Dalai Lama, exiliado. Años después, la Revolución Cultural, que tampoco compartía valores occidentales, como Jones Huala, destruyó monasterios tibetanos sin culpa alguna. Facundo Jones Huala es un mapuche afortunado. Si hubiera reclamado derechos preexistentes sobre Salinas Grandes al moluche Juan Calfucurá, cuando este llegó de Chile, hubiera sufrido las leyes ancestrales de su pueblo ( admapu), que no incluían los derechos y las garantías que él ahora invoca. Más bien, una ejecución sumaria y ejemplar, como ocurrió con los caciques Rondeao y Melín, asesinados en Masallé cuando Piedra Azul ocupó las salinas y sometió a los pueblos originarios de nuestras pampas. Tampoco el cacique Lautaro aplicó el debido proceso legal al desafortunado Pedro de Valdivia, aquella triste Navidad de 1553, cuando, según se cuenta, lo torturó durante tres días antes de matarlo. Facundo Jones Huala es un hombre afortunado, porque vive en la República Argentina, donde todavía hay tribunales de Justicia Legítima, como la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal, cuyos integrantes Alejandro Slokar y Ángela Ledesma resolvieron autorizar su prisión domiciliaria, mientras la Corte Suprema de Justicia analiza su extradición a Chile, ya dispuesta por múltiples delitos en aquel país. Slokar y Ledesma, de consuno con el fiscal Javier de Luca, mostraron su simpatía política por el anacrónico revolucionario, aun cuando no calificaba para ese beneficio según las normas procesales; el cambio de la prisión al domicilio fue solicitado por el fiscal en forma extemporánea y soslayando que la República Argentina será responsable ante el gobierno de Chile si el lonko se evadiese de su casa. Todo ello fue claramente expuesto por el camarista Enrique Riggi, en su voto en disidencia, escrito conforme a la ley y sin parcialidad ideológica. Facundo Jones Huala es un violento afortunado, porque pudo atacar a estancieros y productores, provocar incendios, robar ganado, tomar tierras, dañar propiedades, destruir cultivos, volcar camiones y lesionar personas sin que ningún propietario, agricultor, ganadero o conductor pudiese responder a esa violencia con otra violencia, como en tiempos ancestrales: en la Argentina rige el Estado de Derecho y no está permitido hacer justicia por mano propia, como lo hizo y pregona el agitador patagónico. Facundo Jones Huala es un ciudadano afortunado, porque la Constitución nacional, en su artículo 75, inciso 17, reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos, ordenando "garantizar la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano". Tiene suerte, porque esas garantías le "dan letra" para colocarse por encima de la norma fundamental, invadiendo tierras que tradicionalmente no ocupa, sin esperar la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano. Para el detenido domiciliario, algunos artículos valen y otros no. Como un partido de truco entre huinkas y mapuches: el artículo 75 mata al 17. Y así, la propiedad privada se desbarata. Facundo Jones Huala es una antigualla afortunada, porque las nuevas generaciones no conocieron en carne propia los movimientos revolucionarios exportados por Fidel Castro desde Cuba. Ni recuerdan que invocar la violencia para derrumbar un "orden injusto" fue el móvil ético del terrorismo fratricida que condujo a la represión y contribuyó al fin de la democracia y a la dictadura que la sucedió. Tiene buena estrella, porque cuando sostiene que "la violencia de arriba engendra la violencia de abajo", parece decir palabras nuevas, cuando fueron pronunciadas ad nauseam por Ernesto "Che" Guevara y por el expresidente Juan Domingo Perón, en su exilio madrileño, cuando aún alentaba el accionar de Montoneros. Facundo Jones Huala es un político afortunado, porque su campaña fue potenciada por el kirchnerismo, que utilizó en su provecho la sobria dignidad de los pueblos originarios para combatir a la "civilización" representada por Colón, la generación del 80 y su proyecto liberal, cosmopolita y modernizador. Y por elevación, al Occidente contemporáneo y anglohablante, con democracias que comparten valores esenciales y que fundan su prosperidad en economías integradas al mundo mal que le pese al Brexit y a Donald Trump. Facundo Jones Huala es un histrión afortunado, porque cuando más necesita cobertura mediática para evitar la extradición, Florencia Kirchner y Tristán Bauer estrenan El camino de Santiago, un documental sobre la muerte del artesano Santiago Maldonado, falseando los hechos para engarzar ese desdichado suceso con la apología del combatiente de vincha y poncho. Y convertirlo en símbolo de luchas de liberación que permitieron a la guionista acumular 4,6 millones de dólares en cajas de seguridad bancarias. Facundo Jones Huala es un "antipatria" afortunado, porque su negativa a sentirse argentino no parece ofender a sus seguidores, no obstante que pretende privar a la Nación de fuentes de riqueza que todos querrían por igual. Bien claro lo expresó el barbado lenguaraz: "Aspiramos al control territorial, expulsando los latifundios y a las transnacionales. No vamos a permitir que se instalen mineras, petroleras e hidroeléctricas en nuestro territorio. Los recursos naturales son para nosotros y para quienes los quieran disfrutar, controlados por nosotros". Como efecto secundario, los pocos tehuelches de Rincón de los Sauces y Auca Mahuida (Neuquén) reivindican una presencia ancestral en las tierras donde se ubican los yacimientos de Vaca Muerta, dificultando su explotación. Como ya lo hemos sostenido: todos somos pueblos originarios y como tales, debemos estar orgullosos de nuestro pasado y de compartir un destino común. Las pocas comunidades que aún conservan intactos sus linajes, merecen amor y cuidado, como parte del pueblo argentino. Sus culturas deben ser integradas y respetadas. Pero nunca utilizadas por activistas, politicastros y picapleitos para juntar votos o engrosar sus billeteras. Cuando se expandió la cultura occidental desde Jujuy hasta Tierra del Fuego, se sembraron las semillas de un valor esencial que no existía en América y que floreció cuando la República extendió su soberanía sobre todo el territorio nacional: el respeto por la dignidad individual, heredado de Atenas, consolidado en el Renacimiento y plasmado en la concepción moderna de los derechos humanos. La civilización que rechaza el " lonko de Cushamen" no es superior a la suya por los descubrimientos científicos o los logros tecnológicos, sino en un solo aspecto: el reconocimiento de que cada persona es un fin en sí misma y no un medio sumiso a la potestad de un cacique. El afortunado Jones Huala no puede abusar de esa fortaleza y esa debilidad de nuestra moral colectiva y de nuestros principios constitucionales.

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