lunes, 14 de enero de 2013

ATAQUE DE FURIA

Fuente: La Nueva Provincia (Bahía Blanca) José Manuel de la Sota fue, entre todos, el que mejor la vio venir. Por eso el gobernador de Córdoba le reclamó a la presidenta que deje el látigo a un lado y les pague a los gobernadores lo que les debe, en vez de andar sacudiéndolos por cadena nacional como supuestos culpables de la inflación y de la suba de impuestos. Es que ciertamente la presidenta arrancó el año hecha una furia. Se desgastó innecesariamente en una pelea por carta con el actor Ricardo Darín, que apenas cometió el pecado de hacer la pregunta que se hacen muchísimos argentinos: cómo Cristina Fernández y su difunto esposo amasaron una enorme fortuna en los últimos diez años siendo empleados del Estado. En la misma bolsa metió a Daniel Scioli, al que obligó, desde la más pura ironía, a blanquear que tiene un depósito por doscientos mil dólares. La verdad, aunque la jugada le provocó al gobernador una tirria tremenda, cerca de él juzgaban a la vez el paso de ella casi un pelotazo en contra: si después de quince años de actuar en política, el gobernador reconoce ese monto en divisa norteamericana, parecen casi monedas al lado de los que declara su jefa, que además fue investigada y sobreseída en tiempo récord por el juez mas sospechado del país, como es Norberto Oyarbide. Trascartón arremetió contra Mauricio Macri, cuándo no, y detrás de él encolumnó al resto de los gobernadores e intendentes, a los que hizo responsables de supuesta mala gestión y de alimentar la espiral inflacionaria con la suba de tasas e impuestos. No se cuidó por supuesto de advertir a continuación a los argentinos, sin ninguna inocencia, que vean lo que los espera si además esos mismos dirigentes encima pretenden ser presidentes en 2015. Siempre, claro, en medio de enormes dosis de hipocresía y doble moral. Como si ella no hubiese autorizado entre fines del año pasado y el que corre aumentos en la medicina prepaga, en los boletos de colectivo, en los trenes de pasajeros, en las facturas de luz y gas, en las naftas. En el acto partidario que armó en provecho propio para recibir a la fragata "Libertad", que utilizó para vanagloriarse y para, otra vez, despotricar contra el resto que no piensa como ella y no se suma a la corte de adulones y aplaudidores, bautizó como "depredadores globales" y los tildó de "carroñeros" de afuera y de adentro a los fondos buitres y sus representantes locales, que tuvieron a maltraer al buque insignia y que, según ella, pretenden hundir al país y su gobierno. Pero resulta que son esos mismos fondos buitres para los que Hernán Lorenzino, que sigue al pie de la letra lo que le ordena su jefa, prepara una oferta de canje de bonos que será igual, o casi, que la que aceptaron los que oportunamente, aquí y en el exterior, entraron en los canjes de deuda en 2005 y 2010. Delicias del relato. Que la presidenta "está hecha una furia" no lo perciben sólo De la Sota o Macri o cualquier argentino de a pie. Lo saben, casi para la anécdota, los funcionarios y empleados que deben padecerla en el día a día. Hacia fines de año echó a un chofer que prestaba servicios en la residencia de Olivos porque no la esperaba en la puerta de una dependencia interna para trasladarla hasta el chalet principal, como ella le había ordenado. Dos días después, y por responsabilidades hacia arriba, hizo lo mismo con el director de Ceremonial y Protocolo, Rubén Zacarías, un hombre sumiso y fiel que sirvió a Néstor Kirchner desde su primera época en la intendencia de Río Gallegos, y luego acompañó al matrimonio en 2003 en el viaje a la Casa Rosada. Ministros y secretarios de Estado, ya se sabe, levantan el teléfono para pedir autorización a la jefatura de Gabinete o a la secretaría General de la presidenta antes de aceptar hacer declaraciones por la mañana en la habitual ronda radiofónica. Antes de bucear en las causas de esa almodovariana "mujer al borde de un ataque de nervios" en que se ha convertido la presidenta, que las hay y son profundamente políticas, hay que convenir que en el arranque del crucial año de 2013 queda muy claro hacia dónde va Cristina Fernández. Lo primero que ha hecho es salir a plantear en la escena que ella es la única que sabe gobernar, y que el resto son todos unos incompetentes y, por lo tanto, inhabilitados para aspirar a sucederla en 2015. Lo segundo, en perfecta sintonía con lo anterior, ha sido salir a pegarles duro a Scioli y a Macri. Allí donde ha tenido oportunidad, y a veces sin ninguna ligazón con el tema de que se trata, ha aprovechado en estos diez días para maltratar a los dos por igual. Ya se ha visto, y lo reconocen hasta en algunos despachos del gobierno, que son los rivales a vencer. Del mismo modo que De la Sota, al que también desde fines del año pasado lo castigaron con fiereza ella y sus aliados, cuando comprobaron que crecía en las encuestas como un posible referente con claras aspiraciones sucesorias dentro del peronismo no kirchnerista. Los análisis que se realizan en los laboratorios del poder, a los que por supuesto no es ajena la presidenta, no son distintos de los que se hacen fuera del oficialismo, y dentro del peronismo histórico que la ve venir y por lo tanto se prepara para la sucesión, a veces en las sombras y otras no tanto. Lo ha dicho el intelectual y peronista histórico Julio Bárbaro con bastante razonabilidad: ella está viendo, resumió horas atrás, que el justicialismo puede apuntalar a De la Sota, y que por el otro carril claramente viene Scioli con una tarjeta que podría presentarlo como "la continuidad pero con cambios". Y que junto a Macri, siempre según el extitular del COMFER, son los tres candidatos que ella y su imposibilidad de conseguir la "re-re" por ahí ven que no podrá parar. Francisco de Narváez, por su lado, acaba de abonar la otra vertiente que empieza a correr cada vez con más fuerza, en la que el gobernador bonaerense es considerado como la opción "más sana" para darle a la sucesión en 2015 un tinte de continuidad de gestión pero despojado de las enormes dosis de autismo, soberbia y autoritarismo que caracteriza al gobierno de Cristina Fernández. La impresión que ha ganado la escena en estos días, en cuanto a que la presidenta vive en medio de un ataque de furia, y que esa misma furia les ha contagiado a sus ministros, tiene un solo hilo conductor: todos son palos y descalificaciones para quienes aparecen justamente como los principales obstáculos a medida que se vaya armando la grilla para 2015, aunque antes que eso ya se sabe que el posicionamiento de todos ellos, incluida la presidenta en la medida en que no abandona sus veleidades de eternidad, quedará bastante aclarado en las elecciones legislativas del próximo 27 de octubre. Una actitud salta a la vista en medio de esa muestra de crispación a ultranza que lleva a De la Sota a pedirle que deje el látigo y a Macri a rogarle que se calme: ella está decidida a plantar un discurso que tiene por propósito mostrarlos como su contracara. En un análisis simplificado, podría decirse que para Cristina todo lo que hace su gobierno está bien. Ahora, si lo hacen los otros, está mal. Si hay éxitos que festejar, siempre serán propios. Si hay fracasos, la responsabilidad es de Macri y Scioli, quienes la presidenta acaba de hacernos saber que son poco menos que los culpables de que en el país haya inflación, y que en cambio no lo son las mentirosas cifras del INDEC, la emisión monetaria desmesurada y los aumentos en los precios y en servicios esenciales que el propio gobierno autoriza, como ya se ha visto en los últimos 45 días. Lo de salir a castigar a Scioli, como ya se había advertido a fines del año pasado desde las carpas del cristinismo más recalcitrante que iba a pasar, tiene que ver con una raya trazada a fuego: ella jamás lo va a convalidar como sucesor. Menos todavía si desde el peronismo histórico hay voces, como las ya comentadas de De Narváez y Bárbaro, que le otorgan esa chapa al exmotonauta. O ahora la mismísima Diana Conti, la impulsora de la "Cristina eterna", que en la semana salió a reconocer que a Scioli "hay que darle la chance" de convertirse en sucesor. Casi una herejía para la presidenta que difícilmente haya podido digerir ese mal trago proveniente desde su propia tropa, o de la que ella creía la más fiel. Para muestra de que la embestida contra Scioli va con todo, las chicanas y los aprietes fueron a la luz del día. Aquella frase puesta como al pasar en la carta a Darín, el párrafo que le dedicó en la bienvenida a la fragata, cuando dijo que no se puede pretender gobernar "con ondas de amor y paz", y el mas desembozado empujón que buscó darle el viernes el ministro del Interior y Transporte, Florencio Randazzo, aspirante a la sucesión en la provincia en 2015 y por lo tanto, al más puro estilo sabatelliano, decidido a mostrar que todo lo que tiene de buena gobernante Cristina Scioli lo tiene de incompetente. "Hay que empezar a llamar a las cosas por su nombre: el responsable es el gobierno de la provincia", dijo el ministro, al sacarse de encima el sayo por la odisea de los pasajeros de un tren que tardó doce largas horas en llegar desde Mar del Plata a Constitución. El relato todo lo acomoda. Randazzo se ufanó de haber hecho más en cuatro meses que el resto en cincuenta años para mejorar el transporte ferroviario. Un exabrupto, a menos que haya perdido la memoria: el kirchnerismo gobierna hace diez años, y tragedias como la de Once son consecuencia de su desastrosa política en el sector, no exenta de sospechas de corrupción, por la que excolegas suyos como Ricardo Jaime y Juan Pablo Schiavi podrían ahora pagar con la cárcel.

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