domingo, 1 de septiembre de 2013
NEWTION NO ERA ARGENTINO
Por Malú Kikuchi (1°/9/2013)
El título es una obviedad, se sabe que Sir Isaac Newton (1642/1727), fue un súbdito inglés, científico, físico, matemático, autor entre otras obras de “Philosophiae naturalis principia mathematica”, en confianza, “los Principia”, donde describió la ley de la gravitación universal.
Cristina K sostiene que a los argentinos hay que explicarles lo obvio, explicamos lo obvio. Newton era un individuo muy inteligente y observador y según cuenta la leyenda, un día dormitando debajo de un manzano para aprovechar la sombra, se desprendió del árbol una manzana que le cayó sobre la cabeza. Cualquiera otra persona, además de maldecir el brusco despertar, hubiera pateado la fruta o se la hubiese comido. Y punto final.
Pero la manzana le cayó a Newton, eso le hizo pensar en porqué las cosas se caían y después de pensarlo mucho, descubrió una de las leyes físicas más importantes que rigen al planeta. La Tierra tiene una determinada fuerza de atracción que así lo dispone. Por supuesto que la explicación es mucho más complicada, pero se reduce a eso. Y todo lo que sube, baja. En el universo. En Argentina, NO. Fuera del planeta, Argentina gira en el espacio exterior, desligada de cualquier ley propia, extranjera o universal.
Además de romper con la ley de la gravedad, Argentina consigue otro imposible: ha adquirido la inviable facultad de viajar al pasado. Se sabe que el presente es muy efímero y que el futuro es inexorable, incierto e inevitable. El pasado es largo, inmutable y se supone que queda detrás de las personas y en la historia de los países. Acá, NO.
Un científico cordobés, Horacio Pastawski (profesor del CONICET, de la Universidad de Córdoba, del Laboratorio Nacional de Investigación y Servicios de Resonancia Magnética), sostiene que a escala microscópica (por ahora), se puede retroceder en el tiempo. Y como somos el país de los imposibles convertidos en realidad, he tenido el privilegio de asistir en vivo y en directo a los dos fenómenos. Le cuento.
Primero unos numeritos para aclarar el panorama. En América Latina el promedio de inflación en los últimos 12 meses ha sido del 3%, exceptuando Venezuela que ya está en el 42,6% y Argentina que según la Universidad Torcuato Di Tella, pronostica para este 2013, un 34,9% y la Federación Argentina de Supermercados la ubica en 35,3%. La cifra que comunicó el Congreso, promediando las mediciones particulares para julio, fue de 2,55% y puede llegar al 3,2%. La 3° inflación mundial.
Un dato como para agrandarse, ¡en algo somos terceros!, ya que nos achican tanto el sueldo, el bolsillo y la esperanza. Nos queda el consuelo de haber escuchado al candidato a diputado por la provincia de Buenos Aires del FPV, Martín Insaurralde, decir: “la inflación es una responsabilidad de todos, pero el gobierno es el 1° responsable”. Por lo menos reconoce la inflación. ¿Pero los consumidores somos responsables o somos las víctimas de la inflación?
Porque podemos dejar de comprar casi todo, menos la comida, y podemos cuidar al máximo el gasto de electricidad, teléfono y gas. Hasta podemos abandonar la prepaga y vender el auto. ¿Pero los impuestos que suben todos los meses, las expensas, los remedios imprescindibles, se pueden dejar de pagar? Pongo el departamento en venta, hasta soy capaz de aceptar cedines a sabiendas que es una estafa (ni los piratas somalíes blanquean a través de cedines), pero ni siquiera vienen a verlo. ¿Soy responsable? A otro perro con ese hueso.
Y ahí va mi explicación sobre los dos imposibles, que cual milagros sucedieron delante de mí. Azorada y confundida no creía lo que veía. Pido disculpas, voy a ser absolutamente referencial. No puedo contarlo de otra manera, ya que así me sucedió y tengo testigos, tan alelados como yo.
Los viernes hago las compras de la semana, las grandes, cualquier ama de casa sabe de qué hablo. Después de una larga y cuidadosa inspección de precios por mercados y supermercados de la zona norte, ubiqué uno con precios aceptables, hasta hace un tiempo. El viernes 30, como todos los viernes llegué al super. Los precios exhibidos curaban el hipo. Como no quedó más remedio, me decidí a poner lo imprescindible en el carrito.
Saco un producto de la góndola, me fijo que el precio está más caro que la semana pasada, y se me acerca una de las chicas que trabajan en el lugar, muy educadas todas ellas, me arrebata el producto, y con un artefacto parecido a una pistolita, que me trajo en un primer momento vagos recuerdos, una sensación de “déja vu”, le cambió el precio $2,75 más alto.
Y así con todo lo que compré. Vi, vimos los que estábamos en el super, cómo se cambiaban uno por uno todos los precios de productos de almacén, lácteos, panes, verduras y frutas. Todos. Sensiblemente más caros. ¡Y según Insaurralde somos responsables de la inflación!
Mientras remarcaban velozmente, la memoria volvió: estábamos en 1989, finales del gobierno de Alfonsín. ¡Viajábamos en el tiempo! Lo que no tengo claro es si el viaje fue hacia el pasado, ya que en los calendarios este es el año 2013, o si fui al futuro, ya que la política gubernamental se enamoró de la de los 70. Muy confuso todo. Pero sobre todo, muy, pero muy caro.
Y en Argentina, los precios que suben, nunca bajan, aunque nos dediquemos tenazmente a quitarle ceros al peso. Hasta 1969 regía el $ Moneda Nacional. En 1970, por ley 18.188, aparece el $ Ley igual a $100 Moneda Nacional (quitamos 2 ceros). Duró hasta 1983 en que aparece el $ Argentino igual a $10.000 Ley (quitamos 4 ceros). En junio 1985, por decreto 1096, aparece el $Austral, igual a $1.000 Argentinos (quitamos 3 ceros). En 1992, por ley 23.928, irrumpe el $ Convertible, igual a $10.000 australes (quitamos 4 ceros). Desde el 2/1/2002, por ley 25.561 de Emergencia Pública, se deroga la ley de convertibilidad. En 40 años (1970) el $ “perdió” 13 ceros.
No sé si el país es generoso, frase muy trillada, o si los ciudadanos estamos muy equivocados a la hora de elegir gobernantes. Y todavía ninguno de ellos ha pagado ni una sola de las enormes deudas que le han dejado a Argentina. Además, una y otra vez, las pagamos nosotros. Con el rodrigazo, con la hiper de Alfonsín y de Menem, con el desastre del 2001/2, ¿y ahora otra vez?
A finales de octubre votamos la mitad de la cámara de diputados y y un tercio del senado. No hay disculpas, si no se cambia la composición del poder legislativo, única manera de liberar al poder judicial, seguiremos como en una descalabrada calesita dando vueltas alrededor de los mismos errores populistas, la creciente corrupción y los exorbitantes precios que tendremos que pagar una y otra vez.
Terminemos con esta reiterada vocación de suicidio moral/político/económico. Sólo de nosotros depende cambiar la historia y respetar las leyes, las propias y las universales. Porque Newton, tenía razón. La ley de la gravedad existe, aunque a los gobernantes no les guste. Los equivocados somos nosotros. Salgamos del error.
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