miércoles, 29 de enero de 2014
OCASO...
¿Aurora u ocaso?
Diagnostico psicosocial abreviado
Pese a las limitaciones en orden a las fuentes públicas explotadas (medios de comunicación social escritos de circulación nacional y regional), el haz de indicadores retenidos y analizados es por sí suficiente para inferir los grandes ejes del cuadro de situación psicosocial nacional.
Los indicadores analizados, teniendo en cuenta las funciones indelegables del Estado: brindar seguridad, proteger la propiedad, prestar servicios públicos básicos y proporcionar una infraestructura esencial, permiten concluir que la Argentina continua padeciendo una crisis muy profunda.
Como podemos comprobar a través de los indicadores específicos: pérdida de vigencia de la tradición, debilitamiento del sistema de valores derivados de la cultura idiosincrásica, desactivación de los controles sociales, conducta social de los individuos errática e imprevisible, nuestra sociedad se ha tornado anómica desde hace tiempo.
Semejante disgregación cultural se evidencia, sobre todo, en el hecho de coexistir tres generaciones que no comparten un común de valores. Cada una de ellas, posee su propia percepción del descrédito de las instituciones y el fracaso de las elites.
En lo económico, la percepción general es la de un permanente esfuerzo laboral, totalmente estéril, sea cual fuere la explicación o justificación que se le pretenda dar a la gente, que a pesar de tener un trabajo estable, su sueldo no le garantiza poder satisfacer las necesidades básicas viviendo, por tal razón, debajo del nivel de pobreza. Es la nueva clase social que surge, más conocida como “los trabajadores pobres”.
El aparato económico crece en complejidad y en burocracia. La opinión general no acierta a comprender, en sus respectivos niveles, los objetivos perseguidos.
Las frustraciones que continua experimentando casi sin solución de continuidad la población argentina con relación a la representación que ha imaginado del orden deseable, se traducen sintomáticamente en la formación de actitudes y /o conductas agresivas como resultante obligada, la que se ve agravada por la tendencia contracultural que legitima todo lo contestatario, anómalo y anti convencional.
Debe tenerse presente que la interacción de la capacidad de un Estado (eficacia más legitimidad) y las vulnerabilidades del mismo (depende entre otros factores, de su pobreza, de la existencia de recursos naturales y de la escala de los shocks económicos externos) puede conducir a la inestabilidad política.
Desde una perspectiva psicosocial, advierto un ahondamiento de la brecha existente entre las aspiraciones y las realizaciones efectivamente percibidas por amplios sectores de la población hecho que va provocando el debilitamiento y justificación de la poca cohesión social existente. La consecuencia inevitable a mediano plazo: el desarraigo de grupos y personas con relación a la sociedad global.
Dicha situación frustratoria, se enmarca dentro de un contexto cultural que describe, en términos generales la existencia de condiciones para la cristalización de una situación prerevolucionaria (cambio social).
Principales conclusiones a tener en cuenta
Primera conclusión: La nuestra es una sociedad que está muy afectada en el orden material y jaqueada por dilemas morales muy profundos producidos por una instrumentación perversa del poder.
Segunda conclusión: Nuestra democracia enfrenta nuevos desafíos: La pobreza extrema, el desencanto ciudadano, la inseguridad y la falta de proyectos comunes.
Tercera conclusión: La actual dinámica económica está muy lejos de mejorar la situación distributiva. Las subas salariales que se produjeron últimamente, no lograron reducir en forma sustancial el índice de pobreza.
Cuarta conclusión: La población argentina, saturada de noticias de calamidades (tráfico masivo de drogas, creciente inseguridad rural y urbana, habitantes robados y mutilados, secuestros, asesinatos, violaciones y corrupción por donde se mire), parece estar percibiendo que las soluciones deberán encontrarse en forma individual, porque es mucho lo que desde el gobierno se dice y poco lo que está logrando para mejorar al conjunto de la sociedad.
Probable evolución
Es evidente que sin una mayor sensación de responsabilidad mutua (funcionarios y sociedad) y si no se fortalece el prestigio de las instituciones pilares de nuestra la sociedad, seguiremos viviendo en un país en donde seguramente reinará el caos, el peligro permanente y la miseria (tanto económica como humana).
Mis amigos, sin un proyecto nacional adecuado que termine con la cultura prebendaría y clientelística, no tendremos futuro.
Si verdaderamente queremos salir de esta historia y olvidarnos de este largo y lento martirio, no dejemos que se nos distraiga con laboriosas promesas políticas generalmente falsas.
Lo que deben venir, son reformas estructurales profundas acompañadas de cirugías cruentas en el marco de la estructura gerencial (burocrática) del Estado, junto a la reformulación de todas sus instituciones.
Como supo decir José Perímetro, “todo tiene un límite”. Los medios de comunicación en manos del Estado saben que le están mintiendo a la opinión pública, los legisladores saben que traicionaron y traicionan a quienes los votaron, el Indec sabe que “dibujando” algunos números ayuda al gobierno de turno y engaña a la gente... y todos sabemos que la falta de expectativas que experimentan los jóvenes y no jóvenes desocupados, es un caldo de cultivo para el malestar social, el cual podrá manifestarse tanto por canales institucionales, como por la violencia política o delictiva. Sería conveniente que todos y cada uno hagan su autocrítica...
Libertad y justicia fueron dos palabras que llenaron las bocas de los funcionarios K a partir de 2003, pero que les cuesta mucho traducir en realidades tangibles, porque la libertad y la justicia se perdieron cuando aparecieron los caprichos sociales, los intereses creados, las disposiciones legales que hoy valen y mañana no, la amistad y la dependencia ideológica, la influencia política y los “privilegios” de poderes. Por esa razón el ciudadano común, afectado en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que vive, no respeta reglas, jerarquías, ni autoridad, cae en la anomia y precipita en la desilusión. Incomprendido y con una suma de rencores a cuesta, comenzó a lucrar con la superstición del anti orden (hechos que vemos multiplicados por la televisión).
Mientras esto ocurre, la corporación política sigue cerrada en sus propios intereses, intentando sobrevivir a cualquier costo, pensando más en la inmediatez, que en el largo plazo...
Si seguimos con “este modelo”, aspirar a que desde arriba y por decreto se haga decrecer la burocracia parasitaria del Estado y el gasto público, suena a chiste, un buen chiste..., para tristeza de muchos.
En azul y blanco, Hugo Cesar Renes
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