martes, 26 de junio de 2012

EL PARO....

El paro, el peronismo y los alcahuetes Por: Julio Barbaro Fuente: Perfil .com El gobierno de los Kirchner tuvo una compleja relación con el peronismo, o mejor dicho con lo que queda de él. Digo con lo que queda ya que buena parte de gobernadores e intendentes, de sindicalistas y funcionarios son oficialistas al poder, cualquiera sea su gracia. Hay demasiados espacios de poder convertidos en empresas rentables, y en consecuencia actúan parecido a los miembros de la UIA, se adaptan a los vientos que soplan. Esos pueden haber nacido peronistas, hoy son sólo oportunistas. Luego están los de abajo, los obreros, ésos son peronistas de raza, y el Gobierno los confundió con los caídos del sistema, con los marginales, con los que dependen de su ayuda. El peronismo a los trabajadores les otorgó la dignidad, apoyan lo que valoran, pero jamás son obsecuentes. El Gobierno eligió la izquierda, o un pedazo de ella, los que el General expulsó de la Plaza por creer que el poder estaba en la boca del fusil y todavía nos deben la autocrítica, algunos sobrevivientes del marxismo, todos convencidos de ser más revolucionarios que Perón. Y hasta algunos que de puro jóvenes cuestionaban al General ayer y hoy de puro maduros están convencidos de participar de una epopeya. Era lógico que los universitarios conversos terminaran mirando mal a los obreros, había un problema de clase que retornaba, un sector de la clase media intelectual se sentía con derecho a convertirse en la vanguardia de la clase trabajadora. Y el famoso 54 %, que podía haber convocado a gobernar con grandeza, incitó a las fieras y salieron a evangelizar al 40 restante, decidieron ir por todo que es donde nace el riesgo de quedarse con nada. El sindicalismo, peronista o no tanto, siempre tuvo un ala combativa y otra negociadora. Ya con Onganía, Luz y Fuerza nos hablaba del sindicalismo de cooperación con Taccone; ya entonces Raimundo Ongaro armaba una CGT minoritaria que sería la salvadora de una historia de dignidad. Y ojo, Rucci era combativo, apoyaba a Perón y no a López Rega. Aquella muerte no se justifica como otras por negociar con la dictadura, es una herida en nuestra historia. En el entorno del Gobierno ganó el ala dura, esos que no piensan, pero agreden, esos que caminan la política y la vida como en una competencia de lealtades, que cada vez que le pegan a alguien lo convierten en un héroe, esos que le echan la culpa al monopolio y le ponen un comisario político a Radio Diez. Los duros, incapaces de entender el arte de negociar, se terminan enamorando del oficio de agredir. Algo así como poner a los guardaespaldas a dar clase y expulsar a los docentes para que ejerzan de custodios. Dejaron a los gremios que intentaban apoyar al Gobierno sin juego ni espacio. Le entregaron a Moyano todo el derecho a defender a los que no somos oficialistas. Con el cuento de que son leales a la Presidenta la debilitaron más de lo necesario. Como dice un amigo, “avisen al Gobierno que está infiltrado por el enemigo, no hay otra explicación para tamaña sarta de errores”. Moyano hace política. Enfrentaron al campo, al monopolio, a Macri, a Scioli y ahora a Moyano. Pareciera que ése es el camino para “ir por todo”. Ellos están convencidos de que son la Patria y pensar distinto es traición. Son tan poco demócratas que no soportan a los adversarios y los acusan de enemigos. Ayudemos a nuestra Presidenta a que nos conduzca a todos; si no se saca este amasijo de leales de encima corremos el riesgo de quedarnos sin nada. Y por suerte apareció Moyano para detener el deterioro. Si razonamos y negociamos todavía estamos a tiempo. Que la Presidenta vuelva a ser la autoridad para todos y deje de ser la prisionera de una banda de supuestos leales. Las revoluciones las construyen los leales y las degradan los alcahuetes. Y en eso estamos.

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